sábado, 16 de noviembre de 2019

Hora Santa en reparación por incendio intencional de la iglesia que custodia astillas de la Cruz de Cristo en Chile 121119



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el incendio intencional de la iglesia parroquial que custodia astillas de la Cruz de Cristo en Santiago de Chile. Para mayor información sobre el lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

         Afirma un autor que “la gracia es verdadera justicia sobrenatural y santidad del alma, por lo cual debe ser principio de que obre en todo justa y santamente y así ha de traer consigo todas las virtudes necesarias para poder obrar obras justas, santas y sobrenaturales; por esto trae consigo todas las virtudes infusas que la adornan, hermosean y fortalecen”[1].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

         Segundo Misterio.

         Meditación.

         Sostiene un autor que “por la gracia se hace el hombre amigo verdadero de Dios y el amor tiende a transformar al amante en el amado, dándose a sí y a todos sus bienes. Para lo cual no tiene tantas fuerzas el amor creado, pero el amor eterno e increado de Dios, como es más eficaz, une a Dios con el hombre, no sólo por afecto, sino juntándole con efecto, entrando Dios en el alma en gracia y comunicándole sus riquezas divinas, además de sus atributos soberanos, haciéndola partícipe de sus perfecciones divinas y así le infunde junto con la gracia las virtudes infusas, que son unas participaciones de los atributos divinos”[2].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

         Así como un hijo es parecido a su padre, así el hijo de Dios por la gracia se parece a su Padre Dios, pero con una semejanza mayor que la que se da entre los hombres: “El que está en gracia se hace hijo de Dios y es propio de los hijos ser la imagen de los padres, no sólo con una semejanza general y por mayor, sino muy particular de las inclinaciones y condiciones suyas. Y como los hijos de Dios por gracia son más hijos que lo son entre los hombres los hijos naturales de sus padres, así ha de haber más parecida semejanza de Dios y de cosas más particulares, en los que están en gracia, que no en los que son engendrados de otros hombres”[3].

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

         Los que están en gracia se hacen semejantes a Dios, no sólo por la participación de la naturaleza divina, sino de su justicia, su misericordia, su verdad, su clemencia y las otras virtudes divinas, para lo cual les infunden virtudes semejantes[4]. Esto es lo que explica la abundancia infinita de dones entre los santos de la Iglesia Católica y cuánto imitaron ellos al Buen Dios con su obrar misericordioso, piadoso y justo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que por la gracia seamos semejantes a Jesús, para imitarlo en sus virtudes y en su Amor!

         Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

         Por la gracia, los justos se hacen ciudadanos del cielo, compañeros de los ángeles; son más que hombres, levantados a un ser y estado divino y así han de tener propiedades y virtudes divinas conformes a su dignidad y estado. Porque esta diferencia hay entre las virtudes naturales adquiridas y las sobrenaturales infusas: las primeras hacen que el hombre obre como ciudadano del mundo, mientras que las otras lo hacen ciudadano del cielo, compañero de los ángeles e hijo de Dios, elevándolo para que obre como tal, conforme al estado divino al que ha sido promovido y elevado por la gracia[5].

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “La Virgen María nos reúne en nombre del Señor”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 279.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 280.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 280.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 280.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 281.

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