Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la bendición de
una boda entre personas del mismo sexo, llevada a cabo en una diócesis
austríaca. Para mayor información acerca del lamentable suceso, se puede
consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies humildemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Por
pertenecer al orden sobrenatural, la gracia concede al alma virtudes no
naturales sino sobrenaturales y divinas, como lo enseña Santo Tomás, porque
esto pide la perfección de la gracia, por servirnos como de nueva naturaleza y
ser justicia sobrenatural, que hace justos santos a aquellos que la tienen[1]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que
siempre deseemos poseer y conservar la nueva naturaleza divina de la que nos
hace partícipes la gracia santificante!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
La
gracia, hace al hombre nueva creatura y le sirve de una naturaleza divina, pide
en consecuencia tener principios intrínsecos y facultades competentes para
obrar en toda materia proporcionadamente a su fin último sobrenatural, porque
al ser se sigue el poder y al poder el obrar; es decir, conforme al ser ha de
ser el poder y conforme al poder el obrar, de manera que el que tiene la gracia
tiene un nuevo ser, la participación en el ser divino; tiene un nuevo poder, la
participación en el poder divino y tiene un nuevo obrar, la participación en el
obrar divino. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, que siempre vivamos en gracia, para ser, poder y obrar según la
naturaleza divina que nos da la gracia!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
De
la misma manera a cuando se le da al alma las potencias naturales, para obrar,
en el momento en que es creada, así la gracia da, en el momento en que se
infunde en el alma, sus potencias sobrenaturales conforme a su ser y estado
divino, que son las virtudes infusas y sobrenaturales[2]. De
modo que el hombre en gracia no obra ya más como un ser puramente natural, sino
como un ser que participa del Ser Divino de la Trinidad. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre estemos en gracia para
obrar según Dios y no según nuestros deseos y capacidades humanas!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La
gracia es verdadera justicia sobrenatural y santidad del alma, por lo cual debe
ser principio de que obre en todo justa y santamente y así ha de traer consigo
todas las virtudes necesarias para poder obrar obras justas, santas y
sobrenaturales; por eso trae consigo todas las virtudes infusas que la adornan,
hermosean y fortalecen. ¡Nuestra Señora
de la Eucaristía, que por la gracia obremos obras de misericordia y caridad,
tal como lo hicieron los grandes santos de la Iglesia!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Afirma
un autor que “por la gracia se hace el hombre amigo verdadero de Dios y amor
tiende a transformar al amante en el amado, dándose a sí y a todos sus bienes. Para
lo cual no tiene tantas fuerzas el amor creado, pero el amor eterno e increado
de Dios, une a Dios con el hombre, no sólo por el afecto, sino juntándole con
efecto, entrando Dios en el alma en gracia y comunicándole de sus riquezas
divinas y en cuanto es capaz, sus atributos soberanos, haciéndola partícipe de
sus perfecciones divinas y así la infunde junto con la gracia las virtudes
infusas, que son unas participaciones de los atributos divinos”[3]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
siempre obremos, por la gracia, obras divinas y no meramente humanas!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 279.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 279.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 280.
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