Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la destrucción del rostro de
una imagen de la Inmaculada Concepción en Chile. Para mayor información acerca
de este lamentable suceso, consultar el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro
y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
La caridad –que viene al alma con la gracia- es una virtud
de tan gran valor, que no solo da vida a todas las virtudes –que sin la caridad
nada serían-, sino que además “mata y consume todos los pecados”[1].
No hay mayor eficacia que la de esta virtud, que expulsó siete demonios de
Magdalena, librándola de la multitud de pecados que tenía. Y a su vez, porque
ella tuvo caridad, esto es, amor sobrenatural a Dios, la que antes era pecadora
oyó del Salvador que todos sus pecados le eran perdonados. La caridad hace que,
en un instante, un alma que es una sentina viviente y abominable por los
vicios, se convierta en templo del Espíritu Santo[2].
Por eso no hay virtud más eficaz y poderosa que la caridad.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Afirma un autor que “tanta es la eficacia de esta virtud
contra los pecados, que si un hombre solo tuviera cuantos pecados mortales
tuvieron grandes pecadores como Caín, Judas, Arrio, Nerón y tantos otros y
cuantos se han hecho por hombres desde que Dios creó al mundo y se harán hasta que
se termine, una sola gota de caridad bastaría para anegarlos a todos; una
centella del Amor de Dios sería suficiente para quemar todos esos males en el
infierno, convirtiendo a los pecadores, de hombres malditos, en benditos y de
pecadores en santos”[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Imaginemos un fuego, de tan grande potencia, que sólo con
una chispa o una pequeña llama suya, fuera suficiente para hacer evaporar las
aguas de todos los océanos. Si existiera un tal fuego, sería potentísimo y nada
se le podría comparar en poder: pues bien, el fuego del Amor de Dios es tan
potente, que una sola chispa suya consumiría todos los pecados del mundo, desde
que éste existe hasta que sea consumado al fin de los tiempos[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Porque la caridad es tan grande virtud, es que el Apóstol[5]
antepone la caridad al apostolado, a la profecía y al don de milagros y a toda
virtud e incluso a cuantos dones Dios puede dar después de la gracia. Conforme
a esta doctrina del Apóstol, dice San Laurencio Justiniano: “La caridad es la
más gloriosa de las virtudes y por su dignidad se compara al aceite, que siempre
es superior a los demás licores y lo mismo hace la caridad con las demás
virtudes. Porque si sufriéremos martirio sin caridad y diésemos toda nuestra
hacienda hasta ser forzoso pedir de puerta en puerta, no tanto se debería
premio a esta obra cuanto pena y más tormentos por la perfidia, que corona por
la victoria”[6].
Esto se entiende cuando se hiciese por fin algo contrario a la caridad.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Las obras, aunque sean buenas, no tienen valor para el
mérito de gloria si no van acompañadas por la caridad, ya que no aumenta el
merecimiento ni la multitud de obras ni la duración de ellas, sino la caridad,
que es de oro. Si se comparan las obras sin caridad, son como el plomo entre
los metales; en cambio si se hacen con caridad, son como el oro[7]. De
la caridad se dice en el Apocalipsis: “Yo te persuado que compres de Mí oro
flamante y probado, para que te hagas rico”. Es decir, Dios nos dice que
debemos hacer las obras virtuosas con caridad, porque sin ella, las obras, por
buenas que sean, de nada valen.
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 270.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 270-271.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 271.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 271.
[5] 1 Cor 12.
[6] In ligno vitae, De Char.,
cap. 3, 26, col. 2.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 272.
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