Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo
Rosario meditado en reparación y desagravio por la profanación de la iglesia
Nuestra Señora de los Ángeles por parte de un cantante satánico en Barcelona,
España. Para mayor información acerca de este lamentable hecho, consultar el
siguiente enlace:
Canto inicial: “Tantum
ergo, Sacramentum”.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer
Misterio (Misterios a elección).
Meditación.
La
unión entre el alma en gracia con Dios, es llamada por algunos autores como San
Bernardo “unión de gozo”, el cual parece ser tan grande, que el corazón humano
no podría soportar tanto gozo, si no fuera asistido por la Divina Gracia[1].
En esta unión entra el Esposo, que es Dios, como ser infinito e inmenso, en las
potencias del alma, haciéndose presente y comunicándose a sí mismo como a su
propio objeto.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
En
la llamada “unión de gozo”, que se da entre Dios y el alma en gracia, Dios se
manifiesta al entendimiento como una luz intensísima e inmensa, mientras que la
voluntad le ama perfectísimamente, como a su único y mayor bien amado. Dice San
Bernardo: “Por especial prerrogativa, con íntimos afectos y con las mismas
médulas del corazón recibe al Esposo venido del cielo, teniendo ya a mano a
quien desea: no figurado, sino infuso; no aparente, sino eficiente”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
El
Espíritu Santo obra grandes maravillas en las potencias del alma mediante esta
“unión de gozo”: en esta unión, que se merece después que el alma ha sido
fidelísima a su Divino Esposo dándole frutos de santas obras, se une Dios a las
potencias del alma, dando al entendimiento una luz superior a todo sentido,
uniéndose la voluntad a Él de modo estrechísimo, por ser su Sumo Bien
infinitamente deleitable.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Por
esta “unión de gozo”, el alma experimenta y goza en sí y en todas sus potencias
interiores, de la hermosura, bondad y suavidad de su Amado, quedando la misma
alma más hermoseada y graciosa y adornada con todas las virtudes, con aquel
“vestido de oro” que dijo David era “bordado de varias labores”. Entonces la
requiebra –afirma un autor- amorosamente el Esposo, diciendo: “Muéstrame tu
rostro, suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce y tu rostro hermoso”.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Con
respecto a la “unión de gozo”, dice así un autor al alma: “¡Oh alma mil veces
bienaventurada, que aun viviendo en este destierro puede alcanzar tales prendas
de su patria! ¡Oh alma mil veces dichosa, que llega a gustar casi del mismo
plato de los bienaventurados! ¿Quién podrá explicar cuán íntimos son esos
abrazos de Dios, cuán entrañado el afecto y amor, qué favores se reciben aquí?
Aun los mismos que los sienten no los pueden decir, porque ni los ojos vieron,
ni los oídos escucharon, lo que prepara Dios y hace Él para quien con semejante
lealtad le ama.
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos
méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os
pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final:
“Cantad a María, la Reina del cielo”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 243.
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