miércoles, 25 de septiembre de 2019

Hora Santa en acción de gracias por el Santo Sacrificio de la Cruz 250919



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio mediante el cual Nuestro Señor Jesucristo nos salvó de la eterna condenación y nos mereció la gracia de ser hijos adoptivos de Dios y herederos del Reino. Basaremos nuestras meditaciones en el libro del P. Gobbi La Santísima Virgen a sus hijos predilectos, los sacerdotes[1].

         Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         En el mundo moderno, los hombres buscan y se fabrican o inventan diversos caminos para buscar la felicidad. Sin embargo, ninguno de estos caminos humanos conducen, ni a algo bueno, ni a la felicidad, y por supuesto, tampoco conducen al Cielo. Hay un solo camino, trazado por Dios Trino desde la eternidad, que proporciona paz al alma en esta vida y la eterna bienaventuranza en la otra, y es el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Así como no hay otro nombre dado a los hombres para su salvación que el nombre de Cristo Jesús, así tampoco hay otro camino que conduzca a la salvación que el Camino Real de la Cruz, el camino transitado por el Hombre-Dios Jesucristo y que ha dejado señalado con la Sangre brotada de sus heridas. Quien quiera seguir por este camino, sólo debe dejarse guiar por las huellas ensangrentadas dejadas a su paso por el Hombre-Dios y llegará así al Portal de la eternidad.

Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El Camino Real de la Cruz implica que todos los bautizados deben subir a ella, acompañando y siendo partícipes de la oración, la oblación y el sufrimiento del Hijo de María Virgen, Cristo Dios. La Cruz y sólo la Cruz es el camino por medio del cual se lleva a cabo la Redención y se salvan todos los hombres de todos los tiempos.

          Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         El Camino de la Cruz es el único camino trazado para los hombres para su salvación; fuera de él, no hay salvación posible. El Camino de la Cruz es el camino que nos señalan la Virgen y su Hijo Jesús, porque fue transitado en primer lugar por ellos, dejando sus huellas en el Via Crucis para que todos los hombres pudiesen seguir este camino de salvación. Quien lo recorre, es asistido de modo personal por María Santísima, porque Ella acompaña a sus hijos adoptivos por el Via Crucis, así como lo hizo con su Hijo Jesús.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.   

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Sólo recorriendo el Camino de la Cruz, asistidos por María Virgen, pueden las almas hacerse semejantes al Hombre-Dios: la semejanza con Cristo Jesús es el objetivo primordial de todo cristiano y es por esta razón que transitar el Camino de la Cruz es un elemento primordial en la imitación de Cristo. Sin Cruz no hay Cristo y sin Cristo no hay salvación posible. Quien recorre el Camino de la Cruz, debe estar despojado de todo, como lo estuvo Jesús, para así poder hacer la voluntad del Padre. Sólo quien esté despojado de todo lo terreno, podrá, con espíritu de la niñez que da la gracia, estar dispuesto a subir a la Cruz para acompañar a Jesús. El momento más feliz para un alma es cuando sube a la Cruz con Jesús y lo acompaña en su oblación, siendo partícipes de su sacrificio redentor, repitiendo con Jesús su oración: “¡Sí, Padre, hágase Tu voluntad!”.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Mensaje del 28 de marzo de 1975, Viernes Santo, 146.

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