Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la profanación del santuario
de Jaén y de la imagen de Cristo por parte de un joven. La información relativa
al lamentable episodio se encuentra en el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Para graficar la grandeza de la unión del alma con Dios por
medio de la gracia, un autor hace la siguiente comparación: “Si viéramos que un
monarca soberano tomara por esposa una labradora del campo y la ensalzara al
trono y corona real y la amara más que a su propia vida, ¿qué género de
felicidad fuera esta? ¿Sería razón para que aquella labradora no le amase ni le
fuese leal, sino que cometiese adulterio y quisiera divorciarse con su esposo y
rey que tanto la amaba, volviendo a la bajeza de lo que antes era?”[1].
Pues bien, el rey es Dios; la labradora es el alma; su elevación al trono es la
gracia; el adulterio de la labradora y su divorcio, es el pecado en el alma.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si una labradora –siguiendo con el ejemplo del autor-
decidiera divorciarse de su rey, que tanto la ama hasta el punto de enaltecerla
al grado de reina, no podría concebirse mayor bajeza, villanía y traición[2]. Desgraciadamente,
hay hombres que se atreven a hacer esto con Dios, porque después que Dios los
levantó a una unión tan estrecha consigo por la gracia, quieren divorciarse de
su Creador, eligiendo el pecado en vez de la gracia.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El alma que está en gracia, para apreciar tal estado, debe
considerar el estado de suprema majestad a la que ha sido elevada, esto es, el
ser esposa de Dios y aun más que esposa, ya que esta figura es, a la realidad,
lo que la sombra al cuerpo y lo que lo pintado a lo vivo, ya que el matrimonio
humano es sombra respecto de la unión divina con el alma que está en gracia,
por el motivo de que las obras de Dios exceden incomparablemente a las de los
hombres.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Del mismo modo a como la filiación adoptiva de Dios por la
gracia excede a la filiación natural de los hombres, así la unión y desposorios
de Dios exceden, con incomparables ventajas, al matrimonio humano. Si en un
matrimonio humano la esposa se eleva a la dignidad de reina al casarse con el
rey, mucha más dignidad da Dios al alma cuando la eleva, por desposorios
místicos, a la unión con Él por medio de la gracia. Por esta razón es que el
alma es llamada “reina” en el Salmo cuarenta y cuatro. En otras palabras,
aunque no tiene la gracia por esencia, el solo hecho de adquirirla la convierte
en esposa del Espíritu Santo, siendo ensalzada el alma sobre todo ser natural,
colocándose en un estado soberano en relación a la Creación.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El alma en gracia debe, por lo tanto, estimar con gran
aprecio esta honra de la unión por la gracia con Dios y no hacerle traición a
su Esposo por el pecado, que si eso hace, lo pierde todo en un solo instante. No
debe el alma darle disgusto a su Dios, pues si esto hace, merece ser depuesta
del Reino de Dios. Así sucedió con la reina Vasti, que de emperatriz y señora
fue desechada del mayor rey de la tierra, por haber quebrantado un solo
precepto suyo. Mucho más miserable es la caída del alma cuando quebranta un
precepto divino, porque es desechada de Dios, repudiada por su Esposo, rey
omnipotente y degradada a su vileza anterior, además de ser hecha cautiva del
demonio. Sólo considerar esto hace temblar: ¿qué miseria no tendrá en quien
pasa todo esto real y verdaderamente? ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, que nunca traicionemos el Amor de Dios, para vivir
siempre en su gracia!
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las
indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los
Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
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