Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los miles de cristianos que
se encuentran prisioneros en campos de concentración de la dictadura comunista
de Corea del Norte. Para mayor información acerca de la situación de esclavitud
de nuestros hermanos, el siguiente enlace:
Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.
Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Un alma que está en gracia ha de ser muy leal a Dios; no ha
de hacer obra que no proceda de su gracia, sin perder inspiración del cielo. Sólo
al Espíritu de Dios ha de oír, sólo ha de concebir del Espíritu Santo, porque guiarse
por los criterios y leyes del mundo y por el antojo de sus apetitos y
sentimientos de la carne y la sangre, no conforme a la razón ni al Evangelio,
no es otra cosa que adulterar con Satanás, quien le inspira tales cosas y la
hace fecunda para todo pecado. Guarde a su Esposo con mucha fe en el corazón la
esposa del Espíritu Santo; guárdese limpia y pura, como su esposo lo es, para
que lo sean sus obras[1].
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El que está en gracia debe procurar hacer su vínculo cada
vez más estrecho con Dios y para esto debe obrar virtuosamente, haciendo obras
de perfección, para así confirmarse en este divinísimo matrimonio[2]. Porque
así como entre la reina y el rey hay mayor amor, unión y firmeza en su vínculo
conyugal, cuando tienen hijos, así en el matrimonio espiritual del alma con
Dios por la gracia, será tanto más agradable a Dios cuantos más frutos de
buenas obras posea.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La fecundidad espiritual de las buenas obras es de mucho
mejor condición que la carnal, porque cuanto más hijos ha parido una mujer,
tanto más se marchita su hermosura, pero la fecundidad espiritual, afirma un
autor[3],
hermosea al alma de manera que cuantas más obras buenas hace, más graciosa es y
más admirable y hermosa y más regalada de Dios, como así también más fecunda y
poderosa para producir más obras heroicas de virtud y frutos de vida santa.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Al alma que hace obras buenas, le promete Dios por Isaías: “Entonces
brotará como la aurora tu luz, y tu salud nacerá más presto y delante de tu
rostro irá la justicia y la gloria del Señor te recibirá”[4]. Luego
añade: “Nacerá en las tinieblas tu luz y tus tinieblas serán como medio día y
el Señor te dará descanso siempre y henchirá tu alma de resplandores y librarás
tus huesos y serás como un huerto regado y como una fuente de aguas, cuya
corriente nunca faltará”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías,
Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Cuanto más bien obra el alma, tantas más fuerzas tiene para
mayores obras y como fuente perenne ella las continúa y es más visitada de
Dios, como un huerto fructífero, siendo el paraíso de los deleites de Dios[5].
Con sus visitas, Dios la colma de luz y la levanta a un estado y unión
semejante a la gloria, que parece como si se le hubiera anticipado. Añade poco
después el Profeta: “Entonces te deleitarás en el Señor y yo te levantaré sobre
las altezas de la tierra”. Todo esto es para el alma que, unida a Dios
esponsalmente por la gracia, se hace fecunda en obras de misericordia.
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 242.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 242.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 242.
[4] Cap. 58.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 243.
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