Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y
el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje sufrido por una
imagen de la Madre de Dios a manos del feminismo vandalizante. Para mayor
información acerca del lamentable hecho, se puede consultar el siguiente
enlace:
Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Muchos
en el mundo de hoy se quejan porque se padece de falta de amor, de paz, de
justicia. Esto es así, porque el hombre se ha alejado de la Fuente del Amor, de
la Paz, de la Justicia, que es Cristo Dios en la Eucaristía. Afirma un autor
que “la comunión diaria es fuente cotidiana de amor, de fuerza, de luz, de
alegría, de coraje, de todas las virtudes y de todos los bienes”[1]. Jesús
no se guarda para sí sus dones, sino que a todos llama para que disfruten de
ellos y es así que dice en el Evangelio: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y
beba” (Jn 7, 37). A pesar de esto, es
innegable una triste realidad: a pesar del llamado de Jesús a disfrutar de sus
bienes, que los dona en la adoración eucarística, hay quienes no quieren
acercarse diariamente a la “mesa del Señor” (1 Cor 10, 21).
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Una vez
le reprocharon a Santo Tomás Moro, Gran Canciller de Inglaterra, muerto mártir
por oponerse al cisma, el hecho de que oía Misa todas las mañanas y comulgaba,
aduciendo que esa asiduidad no era conveniente para un laico. El santo
respondía: “Vosotros me oponéis todas las razones que, a mí, en cambio, me
convencen más para recibir la Comunión todos los días. Mi disipación es grande
y con Jesús aprendo a recogerme. Las ocasiones de ofender a Dios son frecuentes
y yo todos los días saco fuerzas de Él para alejarlas. Necesito luces y
prudencia para despachar asuntos muy difíciles y todos los días puedo consultar
a Jesús en la Comunión: Él es mi gran Maestro”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Una vez
le preguntaron al célebre biólogo Banting le preguntaron una vez por qué
perseveraba tanto en comulgar todos los días, a lo que respondió: “¿Habéis
pensado, por casualidad, qué pasaría si no cayese todos los días el rocío del
cielo? Ninguna planta se podría desarrollar. Las hierbas y flores no se
recuperarían de la transpiración que el calor diurno provoca de una manera o de
otra. La recuperación de fuerzas, la refrigeración, el equilibrio de los
humores linfáticos y la misma vida de las plantas se debe al rocío… También mi
alma es como una planta pequeña; algo delicado sobre lo que el viento y el
calor caen diariamente. Entonces es necesario que yo vaya cada mañana y haga
acopio de rocío espiritual, recostándome en la Santa Comunión”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Decía San Francisco de Sales: “Los que tienen pocos
asuntos deben comulgar con frecuencia porque lo hacen cómodamente; los que
tienen muchos asuntos deben hacerlo con frecuencia porque tienen la necesidad
de la Comunión”. A su vez, San José Cottolengo recomendaba a los médicos de la “Casa
de la Divina Providencia” que oyeran Misa y comulgasen antes de ponerse a hacer
las difíciles operaciones quirúrgicas, y decía: “La Medicina es una gran
ciencia, pero el gran Médico es Dios”.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías,
Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
San José Moscati, un gran médico de Nápoles, se
ingeniaba hasta lo indecible –a costa de sacrificios- para no perderse la
Comunión diaria y si algún día le era imposible comulgar, aquel día no tenía
valor para hacer las visitas médicas, porque decía: “Sin Jesús no tengo luces
suficientes para los pobres enfermos”. ¿Qué sucede con nosotros? ¿Vivimos nuestra
vida cotidiana tal como la vivían los santos, es decir, sin prescindir ni un
solo día de la Eucaristía, o nuestra vida pasa, con sus altos y bajos, sin la
Presencia real de Jesús en la Eucaristía en nuestros corazones?
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para
ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli,
Jesús, Amor Eucarístico, Testimonio
de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 83.
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