Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por aquellos que, desviando el
alma de los niños, que deben ser conducidos sólo y únicamente a Nuestro Señor
Jesucristo, los pervierten a temprana edad, inculcando en sus almas un falso
amor a Satanás, el Enemigo de la salvación de los hombres. Son cada vez más las
actividades educativas y recreativas, además de objetos industriales, dedicados
a promocionar un falso amor de los niños a Satanás. Como muestra, podemos ver en
el siguiente enlace algunos de los objetos para niños con la leyenda: “Satanás
me ama”, dirigida al público exclusivamente infantil:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Entre el alma unida en desposorios místicos con Dios por la
gracia, se dan los bienes del matrimonio terreno, aunque en un grado excelso y
esto de parte de Dios[1].
Uno de los bienes es el de la fecundidad. Santo Tomás dice así de esta virtud: “Los
hijos son más útiles y de muchos modos, porque son las buenas obras. Porque el
esposo fecunda a la esposa, esto es, Dios al alma por su gracia y los hijos –los
bautizados que por el bautismo sacramental se convierten en hijos adoptivos de
Dios- proceden de entrambos unidos”.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Luego, Santo Tomás añade: “Estos hijos son provechosos
porque no solo no matan a la madre, sino que adquieren la vida eterna y esto al
contrario de la concupiscencia que, cuando concibe, pare el pecado y el pecado
cuando es engendrado, genera la muerte. Por eso en el Salmo séptimo se dice: “Concibió
el dolor y parió la maldad”. Por esto no se debe llamar hijo espiritual de este
matrimonio entre Dios y el alma sino “hijo de gozo y de honor”, porque la
mujer, cuando pare, tiene tristeza, pero después de parido ya no se acuerda del
aprieto de su dolor por el gozo que se sigue”.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Un autor pagano, Platón, dijo que era mejor engendrar virtudes
que hijos[2].
De esta manera, es más dichosa en la fecundidad el alma que está en gracia por
el matrimonio espiritual con Dios, porque engendra hijos virtuosos por el solo
hecho de estar en gracia. En todo aspecto, el matrimonio divino excede en
ventajas sobre el matrimonio terreno: en multitud y variedad, pues e múltiples
razas son los hijos de la Iglesia; en calidad, porque la gracia engendra
virtudes sobrenaturales en el alma; en prosperidad, porque los bienes
espirituales que se siguen del matrimonio espiritual son más excelentes que los
bienes del matrimonio terreno.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En el matrimonio terreno, se dice que es fecundo si se
tienen doce hijos: en el matrimonio espiritual, se tienen miles en un día, por
los que se bautizan a lo largo y ancho de la tierra; en el matrimonio terreno,
para tener un solo hijo, debe la madre sufrir y padecer nueve meses laboriosos
y al cabo de grandes dolores dar a luz: en el matrimonio celestial entre el
alma y Dios, éste no cuesta más que el querer y siempre con incomparables gozo
y alegría. En el matrimonio terreno, el hijo puede morir, o salir avieso y así
el hijo que se amaba tanto, dar un disgusto a los padres: en el matrimonio
espiritual, las obras de virtud son eternamente premiadas y sirven de gran
consuelo para el alma que las realizó y constituyen un orgullo para su madre,
la Iglesia, y es lo que sucede con los santos, sus hijos predilectos.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Santo Tomás concluye que debe ser preferido el fruto de la
unión espiritual entre el alma y Dios por la gracia, antes que el matrimonio
humano, pues en el matrimonio espiritual se producen buenas obras y se engendra
espiritualmente a Cristo en el corazón propio o ajeno. Y así dice, hablando con
el alma: “Tú, alma, ama más al hijo que, sobreviniendo el Espíritu Santo en el
vientre de tu entendimiento, concibes más limpiamente, traes más gozosamente,
pares más seguramente, crías más fácilmente. El cual sea el báculo de tu vejez,
ojos de tu ceguedad, que con una fe filial, en tu muerte se acordará de ti”.
Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para
ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones
de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Cantad a María, la Reina del
Cielo”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 239.
[2] Simposion.
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