jueves, 19 de septiembre de 2019

Hora Santa en reparación por los que inculcan el satanismo en los niños y jóvenes 180919


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Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por aquellos que, desviando el alma de los niños, que deben ser conducidos sólo y únicamente a Nuestro Señor Jesucristo, los pervierten a temprana edad, inculcando en sus almas un falso amor a Satanás, el Enemigo de la salvación de los hombres. Son cada vez más las actividades educativas y recreativas, además de objetos industriales, dedicados a promocionar un falso amor de los niños a Satanás. Como muestra, podemos ver en el siguiente enlace algunos de los objetos para niños con la leyenda: “Satanás me ama”, dirigida al público exclusivamente infantil:


Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

         Entre el alma unida en desposorios místicos con Dios por la gracia, se dan los bienes del matrimonio terreno, aunque en un grado excelso y esto de parte de Dios[1]. Uno de los bienes es el de la fecundidad. Santo Tomás dice así de esta virtud: “Los hijos son más útiles y de muchos modos, porque son las buenas obras. Porque el esposo fecunda a la esposa, esto es, Dios al alma por su gracia y los hijos –los bautizados que por el bautismo sacramental se convierten en hijos adoptivos de Dios- proceden de entrambos unidos”.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Luego, Santo Tomás añade: “Estos hijos son provechosos porque no solo no matan a la madre, sino que adquieren la vida eterna y esto al contrario de la concupiscencia que, cuando concibe, pare el pecado y el pecado cuando es engendrado, genera la muerte. Por eso en el Salmo séptimo se dice: “Concibió el dolor y parió la maldad”. Por esto no se debe llamar hijo espiritual de este matrimonio entre Dios y el alma sino “hijo de gozo y de honor”, porque la mujer, cuando pare, tiene tristeza, pero después de parido ya no se acuerda del aprieto de su dolor por el gozo que se sigue”.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Un autor pagano, Platón, dijo que era mejor engendrar virtudes que hijos[2]. De esta manera, es más dichosa en la fecundidad el alma que está en gracia por el matrimonio espiritual con Dios, porque engendra hijos virtuosos por el solo hecho de estar en gracia. En todo aspecto, el matrimonio divino excede en ventajas sobre el matrimonio terreno: en multitud y variedad, pues e múltiples razas son los hijos de la Iglesia; en calidad, porque la gracia engendra virtudes sobrenaturales en el alma; en prosperidad, porque los bienes espirituales que se siguen del matrimonio espiritual son más excelentes que los bienes del matrimonio terreno.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         En el matrimonio terreno, se dice que es fecundo si se tienen doce hijos: en el matrimonio espiritual, se tienen miles en un día, por los que se bautizan a lo largo y ancho de la tierra; en el matrimonio terreno, para tener un solo hijo, debe la madre sufrir y padecer nueve meses laboriosos y al cabo de grandes dolores dar a luz: en el matrimonio celestial entre el alma y Dios, éste no cuesta más que el querer y siempre con incomparables gozo y alegría. En el matrimonio terreno, el hijo puede morir, o salir avieso y así el hijo que se amaba tanto, dar un disgusto a los padres: en el matrimonio espiritual, las obras de virtud son eternamente premiadas y sirven de gran consuelo para el alma que las realizó y constituyen un orgullo para su madre, la Iglesia, y es lo que sucede con los santos, sus hijos predilectos.

         Silencio para meditar.

Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria. 

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Santo Tomás concluye que debe ser preferido el fruto de la unión espiritual entre el alma y Dios por la gracia, antes que el matrimonio humano, pues en el matrimonio espiritual se producen buenas obras y se engendra espiritualmente a Cristo en el corazón propio o ajeno. Y así dice, hablando con el alma: “Tú, alma, ama más al hijo que, sobreviniendo el Espíritu Santo en el vientre de tu entendimiento, concibes más limpiamente, traes más gozosamente, pares más seguramente, crías más fácilmente. El cual sea el báculo de tu vejez, ojos de tu ceguedad, que con una fe filial, en tu muerte se acordará de ti”.

         Un Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Cantad a María, la Reina del Cielo”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 239.
[2] Simposion.

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