viernes, 23 de agosto de 2019

Hora Santa en reparación por realización de rituales satánicos en Brescia, Italia 210819



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la ofensa pública a Nuestro Señor Jesucristo que supone la realización, también pública, de ritos satánicos. Donde quiera que estos rituales satánicos se realicen, se impone la reparación por parte del católico, porque estos rituales implican siempre, indefectiblemente, una ofensa directa y diabólica contra Dios Uno y Trino, su Mesías, Cristo Dios, y también contra la Madre de Dios. Mayores detalles acerca de este lamentable hecho se encuentran en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         La unión del hombre con el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, por intermedio de la gracia, es tan inefable, que no hay ejemplos que la puedan describir. Afirma un autor[1] que la “carne de los que dignamente comulgan (…) adquiere prerrogativas de la carne sacratísima de Nuestro Redentor. Así, por ejemplo, San Cirilo Hierosolimitano[2] dice que este Sacramento “santifica alma y cuerpo”.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Hablando de los efectos que tiene la comunión eucarística en aquel que dignamente recibe al Señor, San Gregorio Niceno le llama “saludable medicamento con que se curan las malas afecciones del cuerpo”[3]. San Cirilo de Alejandría, a su vez, dice: “No sólo ahuyenta la muerte, sino también todas las enfermedades, porque como en nosotros queda Cristo, apacigua la cruel ley de nuestros miembros, esfuerza la piedad, apaga las perturbaciones del ánimo, cura a los enfermos y a los lisiados reforma”[4].

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         Haciendo relación al efecto que tiene la Sagrada Comunión en el alma, San Crisóstomo, predicando contra la ira, dice que será su remedio “si bebiéramos el Cáliz del Señor, que mata las sabandijas y serpientes que están dentro de nosotros”[5]. Y si esto hace, es porque la Sagrada Eucaristía comunica las virtudes y dones del Sagrado Corazón, que late vivo y glorioso en el Santísimo Sacramento del altar.

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         En otras palabras, no solo el alma es santificada por la Comunión Eucarística, sino también el cuerpo del que comulga, sea alejando de sí enfermedades y vicios, sea comunicando al cuerpo las virtudes de la Carne de Cristo. Un autor sostiene que “es efecto de la unión de nuestra carne con la de Cristo –por la Eucaristía, N. del R.-, conformar nuestro cuerpo con el suyo, santificando nuestra carne y reformando en ella la propensión al pecado, reduciéndola a la obediencia del espíritu. Y como la divinidad de Cristo da a nuestra alma un vigor particular, así su humanidad santísima da a nuestro cuerpo particular limpieza en los que dignamente la reciben”[6]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre deseemos alimentarnos de la Eucaristía, que da una pureza celestial, la pureza misma de Cristo a quien la consume dignamente!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.   

Quinto Misterio.

Meditación

Parte de los efectos de la Sagrada Eucaristía sobre el alma y el cuerpo del que comulga es el de concederles nuevas fuerzas para llevar adelante penitencias y ayunos corporales y espirituales, además de disponer y condicionar el cuerpo con las más nobles virtudes, incluida la castidad entre las primeras. Un Doctor de la Iglesia afirma: “Porque si la justicia original, siendo espiritual, pertenecía también al cuerpo, de manera que por la comida del árbol de la vida fuera el cuerpo exento de la muerte, tedio y cansancio, pide también la buena razón que a quien pura y castamente se junta a Cristo en este Sacramento, le dé una alegría y prontitud singular, y vigor para los actos de virtudes y para reprimir la contumacia de la carne”[7]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre anhelemos unirnos al Cuerpo y la Sangre del Señor, por la Comunión Eucarística, para ser santificados en cuerpo y alma!

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 223.
[2] Catech. Mystag., passim.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 223.
[4] Lib. 4 in Joan., cap, 17, passim.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 223.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 224.
[7] Salian., De amore Dei, lib. 11, cap. 11, passim.

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