martes, 20 de agosto de 2019

Hora Santa en reparación por quema de Hostias consagradas en Paraguay 190819



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un gravísimo ultraje a la Eucaristía cometido en Paraguay: posiblemente con fines satánicos, unos individuos ingresaron a la fuerza en una iglesia, violentaron el sagrario y además de robar las Hostias consagradas, prendieron fuego a algunas de ellas. La información acerca del horrendo hecho se encuentra en el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Tantum ergo, Sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Lo más preciado que tiene la gracia, no son los dones divinos de los que nos hace participar -lo cual ya es en sí algo grandioso-, sino que, mucho mejor que esto, nos hace participar de la vida misma Dios y, todavía más, nos trae a Dios al alma[1]. En efecto, quien está en gracia, se une a Dios, pero no con una unión de mero deseo, sino real, mística, sobrenatural y, sobre todo, personal,  de modo que las Tres Divinas Personas vienen a inhabitar en el alma del justo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que amemos siempre la gracia, por encima de cualquier otro bien!

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

La unión y compañía, incluso en el plano natural, es causa de amor; si esto es así en el plano natural, mucho más lo será la unión y la compañía con Dios Uno y Trino. Por ejemplo, esta unión y compañía se da entre el alma y el cuerpo, aun cuando son tan diferentes entre sí, pues uno es de naturaleza corpórea y la otra, espiritual[2]. Y, con todo, el alma desea al cuerpo y el cuerpo al alma, y esto no solo en esta vida, sino también en la vida eterna. Si esto se da entre las cosas naturales, mucho mayor amor y unión íntima con Dios debe engendrar en nosotros la unión sobrenatural que nos da la gracia con Él[3]. No hay unión más íntima que la unión de Dios con el alma por la gracia y por lo tanto, no hay nada más deseable para el hombre que esta unión con Dios. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca cometamos la necedad de querer otra cosa que no sea la gracia santificante, que une íntimamente nuestras almas a Dios!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

De la unión del alma con el cuerpo sale un compuesto que no es ni uno ni otro, porque de su unión resulta el hombre, pero de la unión del alma con el Espíritu Santo, tal como se da por la gracia, se hace un solo espíritu, porque la unión es tan íntima e intensa, que de la misma el alma se hace un espíritu con Dios[4]. Ahora bien, esto no sucede de manera que el alma pierda su ser natural, sino que empieza a participar del ser sobrenatural de Dios, viviendo sobrenaturalmente por el Espíritu de Dios que en ella habita. ¡Qué hermosa es la gracia, que nos hace vivir la vida de Dios y a Dios en nuestras vidas!

         Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

La unión entre el alma y Dios es algo muy distinto a lo que sucede en la unión entre la carne y el espíritu humano, porque el alma del hombre, que es espíritu, por más que se una a su cuerpo y lo perfeccione, no puede hacerlo espiritual; sin embargo Dios, al unirse con nuestra alma, la hace divina, en el sentido de que la endiosa y es por esto que el alma debe desear a Dios infinitamente más que al cuerpo y que a ella misma[5].

Silencio para meditar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.   

Quinto Misterio.

Meditación

         Afirma un autor que “el mismo Hijo de Dios, no contentándose con la unión de su Espíritu con el nuestro, extendió su divina misericordia a unirse también con nuestra carne. Es decir, no solo se unió personalmente a su propia Humanidad santísima en el seno de María Virgen en la Encarnación, sino que quiso unir nuestra carne con la suya, para que no sólo fuésemos un espíritu con el suyo, sino también una carne con la suya, para que en todo fuésemos una sola cosa con Cristo, de manera que como nuestro espíritu está unido por la gracia con su Divinidad, así nuestro cuerpo está unido a su Sacrosanta Humanidad, para que nuestra carne sea una con la de Cristo”[6].

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 221.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 221.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 221.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 221.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 222.

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