Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un gravísimo ultraje a la
Eucaristía cometido en Paraguay: posiblemente con fines satánicos, unos
individuos ingresaron a la fuerza en una iglesia, violentaron el sagrario y
además de robar las Hostias consagradas, prendieron fuego a algunas de ellas. La
información acerca del horrendo hecho se encuentra en el siguiente enlace:
Canto inicial: “Tantum ergo,
Sacramentum”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Lo
más preciado que tiene la gracia, no son los dones divinos de los que nos hace
participar -lo cual ya es en sí algo grandioso-, sino que, mucho mejor que
esto, nos hace participar de la vida misma Dios y, todavía más, nos trae a Dios
al alma[1]. En
efecto, quien está en gracia, se une a Dios, pero no con una unión de mero
deseo, sino real, mística, sobrenatural y, sobre todo, personal, de modo que las Tres Divinas Personas vienen
a inhabitar en el alma del justo. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, que amemos siempre la gracia, por encima de cualquier
otro bien!
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
La
unión y compañía, incluso en el plano natural, es causa de amor; si esto es así
en el plano natural, mucho más lo será la unión y la compañía con Dios Uno y
Trino. Por ejemplo, esta unión y compañía se da entre el alma y el cuerpo, aun
cuando son tan diferentes entre sí, pues uno es de naturaleza corpórea y la
otra, espiritual[2].
Y, con todo, el alma desea al cuerpo y el cuerpo al alma, y esto no solo en
esta vida, sino también en la vida eterna. Si esto se da entre las cosas
naturales, mucho mayor amor y unión íntima con Dios debe engendrar en nosotros
la unión sobrenatural que nos da la gracia con Él[3].
No hay unión más íntima que la unión de Dios con el alma por la gracia y por lo
tanto, no hay nada más deseable para el hombre que esta unión con Dios. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca
cometamos la necedad de querer otra cosa que no sea la gracia santificante, que
une íntimamente nuestras almas a Dios!
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
De
la unión del alma con el cuerpo sale un compuesto que no es ni uno ni otro,
porque de su unión resulta el hombre, pero de la unión del alma con el Espíritu
Santo, tal como se da por la gracia, se hace un solo espíritu, porque la unión
es tan íntima e intensa, que de la misma el alma se hace un espíritu con Dios[4].
Ahora bien, esto no sucede de manera que el alma pierda su ser natural, sino
que empieza a participar del ser sobrenatural de Dios, viviendo
sobrenaturalmente por el Espíritu de Dios que en ella habita. ¡Qué hermosa es la gracia, que nos hace
vivir la vida de Dios y a Dios en nuestras vidas!
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
La
unión entre el alma y Dios es algo muy distinto a lo que sucede en la unión
entre la carne y el espíritu humano, porque el alma del hombre, que es
espíritu, por más que se una a su cuerpo y lo perfeccione, no puede hacerlo
espiritual; sin embargo Dios, al unirse con nuestra alma, la hace divina, en el
sentido de que la endiosa y es por esto que el alma debe desear a Dios
infinitamente más que al cuerpo y que a ella misma[5].
Silencio
para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Afirma un autor que “el mismo Hijo de Dios, no contentándose
con la unión de su Espíritu con el nuestro, extendió su divina misericordia a
unirse también con nuestra carne. Es decir, no solo se unió personalmente a su
propia Humanidad santísima en el seno de María Virgen en la Encarnación, sino
que quiso unir nuestra carne con la suya, para que no sólo fuésemos un espíritu
con el suyo, sino también una carne con la suya, para que en todo fuésemos una
sola cosa con Cristo, de manera que como nuestro espíritu está unido por la
gracia con su Divinidad, así nuestro cuerpo está unido a su Sacrosanta Humanidad,
para que nuestra carne sea una con la de Cristo”[6].
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo
por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 221.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 221.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 221.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 221.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 222.
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