sábado, 25 de mayo de 2019

Hora Santa en reparación por vandalismo contra iglesias católicas en Europa 230519



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los continuos ataques vandálicos que en Europa están recibiendo diversas iglesias católicas, a manos de ignotos fanáticos. La información relativa a tan lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace:


         Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Si entre los hombres sucede que, cuando estos adoptan hijos, los adoptan con amor y no los dejan desfallecer de hambre, antes bien, los colman con toda clase de manjares, de igual manera, pero de modo infinitamente más excelente, hace Dios con los hijos que Él adopta. Por un lado, los adopta por su Amor, es decir, el Amor de Dios, el Espíritu Santo; por otro lado, alimenta sus cuerpos por medio de la Divina Providencia pero, sobre todo, alimenta sus almas con el manjar de los cielos, el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, la Sagrada Eucaristía, un manjar celestial de incomparable excelencia, en el que se encuentra toda gracia, toda virtud y todo cuanto Dios es y tiene.

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Es cierto que las madres alimentan a sus hijos, sean naturales o adoptivos, pero no hay punto de comparación con el alimento que Dios da a sus hijos adoptivos, los fieles de la Iglesia Católica nacidos a la vida de la gracia por el bautismo sacramental. Como afirma un autor[1], “una gota de la Sangre de Cristo es cosa de más valor que cielo y tierra, que todas las almas de los hombres y todos los espíritus de los ángeles”. Esto, continúa el mismo autor, “es cosa magnífica, el sustentar Dios a sus hijos con un manjar tan exquisito”. En un solo bocado –la comunión eucarística- se da a los hijos de Dios un manjar celestial que vale más que todas las riquezas del universo visible e invisible. El sustento y la leche que da Dios a sus hijos adoptivos como si fueran niños recién nacidos, es el don más liberal y magnífico del mundo.

         Silencio.   

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         La magnificencia del alimento que Dios da a sus hijos adoptivos está significada por Santo Tomás[2] con estas palabras: “Todo lo que el mismo Dios Es y tiene juntamente con el Espíritu Santo, lo dio aquí en sumo grado. No hay cosa en el mundo fuera de la naturaleza corporal y espiritual y divina. La corporal encierra en sí todo lo que se percibe por los sentidos. La espiritual contiene los ángeles y las almas humanas y todos los dones espirituales y virtudes. Y la naturaleza divina comprende en sí, naturalmente, lo que es perfectísimo. Pues cuando nos concedió Dios Padre el Cuerpo y la Sangre de su Hijo en el Santísimo Sacramento, entonces nos dio la naturaleza corporal subida de punto, esto es, en lo sumo que pudo; y cuando juntamente nos dio su alma, entonces nos dio la substancia espiritual, también en lo sumo que pudo; porque el alma de Cristo es más perfecta en la santidad que todos los ángeles y almas santas. Además de esto nos dio la naturaleza divina, que contiene en sí entera y naturalmente todo bien. Y esto, no sólo una o dos veces en toda la vida, sino en todo tiempo y lugar que por cualquier sacerdote, bueno o malo, fuere ofrecido aquel saludable sacrificio, tantas veces se da a Dios Padre con el Espíritu Santo a gozar todo a cada alma”.

         Silencio.   

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         Este manjar celestial lo da Dios a quienes se confiesan sacramentalmente[3], disponiendo así sus almas por la gracia, para recibir tan preciado manjar. Así como un rey benevolente organiza un banquete con manjares exquisitos para convidar a sus hijos, así lo hace Dios, pero con un manjar infinitamente más excelso, pues el mismo consiste en Pan, Carne y Vino: Pan de Vida eterna, la Sagrada Eucaristía; Carne del Cordero de Dios, el Cuerpo de Jesús Sacramentado; el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús muerto en la Cruz y resucitado. Tal manjar no se encuentra en ningún lugar de la tierra ni se prepara en la tierra, sino que se confecciona en el seno virgen de la Iglesia, el altar eucarístico, por obra del Espíritu Santo, descendiendo dicho manjar del seno mismo de Dios Uno y Trino.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         En el manjar celestial con el que Dios convida a los hombres, sus hijos adoptivos, la Sagrada Eucaristía, se encuentra todo lo que Dios es y tiene, todo lo precioso que Dios es y tiene, sin reservarse Él para sí nada, de manera tal que si quisiera Dios Trino dar un manjar espiritual más excelente que el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, no lo podría hacer. Al dar la Eucaristía como alimento celestial, Dios da todos los tesoros juntos de su divinidad, porque se da Él a sí mismo: no da un don, o unos dones, sino que se dona a sí mismo en el manjar eucarístico y por esto no hay manjar terreno o celestial que se le compare en excelsitud. Por esta razón, quien recibe la Eucaristía, debe amarse a sí mismo como hijo del Altísimo y comportarse como tal, teniendo pensamientos santos y puros, como los tiene Jesús coronado de espinas; teniendo sentimientos de amor y misericordia, como los tiene el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús; obrando sólo obras de misericordia, como las obra Jesús para con nosotros. Que el alma que se alimenta de la Eucaristía no puede ni debe comportarse de otra manera, que no sea santamente, pues el alimento que recibe, la Sagrada Eucaristía, es el Santo de los santos en Persona, Cristo Jesús.

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 172.
[2] Opusc. 69, De Beatitudine, cap. 2.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 173.

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