viernes, 24 de mayo de 2019

Hora Santa en reparación por la decapitación de una misionera católica en República Centroafricana 220519



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el sacrilegio que significa atentar contra un consagrado; en este caso, se trata del cruel asesinato de una religiosa anciana en República Centroafricana. La información relativa a tan lamentable episodio se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Cuando los seres humanos adoptan a hijos, no solo les dan su amor, sino que también les dan el sustento para mantener sus cuerpos, es decir, les dan alimentos para que no desfallezcan de hambre y esto como muestra de su amor. Al adoptar a sus hijos, las almas de los seres humanos por la gracia, Dios no solo no se queda atrás con respecto a esto, sino que alimenta los cuerpos, con su Divina Providencia, pero además alimenta el alma, algo que no pueden hacer los seres humanos y esto lo hace de modo excelente, ya que da en alimento al alma nada menos que su propia substancia[1], contenida en la Carne y en la Sangre del Cordero, la Sagrada Eucaristía. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre deseemos el alimento del alma, la Carne y la Sangre del Cordero de Dios!

 Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Si entre los humanos una muestra de amor es dar, a sus hijos adoptivos, el alimento que sustenta sus cuerpos para que no desfallezcan de hambre, Dios hace lo mismo con el alma, pero de un modo infinitamente más excelso, por cuanto lo que da en alimento no es ningún manjar terreno, sino un manjar que se encuentra sólo en los cielos y que es preparado aquí en la tierra por la Esposa Mística del Cordero, la Santa Iglesia Católica y Apostólica. En efecto, es en las entrañas purísimas de esta Iglesia, que es Virgen y Madre como la Virgen María, en donde se cuece, con el fuego del Espíritu Santo, el manjar celestial que alimenta a las almas de los bautizados. Por el fuego del Espíritu Santo efundido en la consagración eucarística, el pan se convierte en el Cuerpo y el vino en la Sangre del Cordero, los cuales son dados como alimento celestial para los hijos adoptivos de Dios, de manera que no solo no desfallezcan de hambre, sino que su hambre y sed de Dios quede extracolmada en abundancia. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nos alimentemos siempre con el manjar de los cielos, la Sagrada Eucaristía!

Silencio.    

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Fue Dios Uno y Trino quien determinó la mayor obra de amor imaginable para con los hijos adoptivos de Dios: aunque el hecho de ya adoptarlos como hijos suyos y hacerlos herederos del Reino es una muestra de amor inconcebible, Dios quiso ir más allá con su amor y para demostrarlo, dio su Sangre Preciosísima, derramada en la Cruz, por bebida y leche y dio su Cuerpo, entregado en la Cruz, como alimento celestial, pero además dio sus entrañas, su Sagrado Corazón y también “su substancia y ser”[2], sin dejar parte de su Cuerpo y Sangre y con su Cuerpo y Sangre su Alma y su Divinidad y con su Alma y su Divinidad todo el Amor de su Sagrado Corazón.

Silencio.    

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

Al dar de su Ser divino, de su substancia divina y de su vida divina, Dios da al alma que adopta todo cuanto tiene de bueno y es. Esto es así, según lo dijo el Profeta: “¿Qué es lo bueno y hermoso que tiene Dios, sino este sustento de escogidos e hijos suyos?”. ¿Qué madre natural ha habido que, no teniendo otra cosa, se haya hecho manjar de sus hijos? “Antes, lo que se ha visto, dice San Juan Crisóstomo[3], es que los padres entreguen a sus hijos para que los sustenten otros; pero Yo, dice Cristo, no lo así; antes los sustento con mis propias carnes, y a Mí mismo me entrego por comida, porque quiero que seáis generosos y que concibáis grandes esperanzas para adelante”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nunca desdeñemos el alimento y manjar de nuestras almas, el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía!

Silencio. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

El Amor con el que Dios colma a sus hijos adoptivos al concederles como alimento el Cuerpo y la Sangre de su Hijo, supera con infinitas creces el amor, la majestad y ostentación con que los emperadores crían a sus primogénitos. Por esto llamó Isaías esta magnificencia, “soberbia de los siglos y gozo de las generaciones”, porque Dios excede infinitamente a todo amor natural que brota de las entrañas maternas. La madre sustenta al hijo con parte de su sangre, que se destila en la leche; Cristo, alimenta al alma con su propia Sangre Preciosísima; la madre no sustenta a sus hijos con su propia carne; Cristo da su Carne, la Carne del Cordero de Dios, asada en el fuego del Espíritu Santo. Finalmente, la madre no da a sus hijos sus entrañas: Cristo en cambio da sus entrañas, su Sagrado Corazón y, con Él, todo el Amor de Dios, el Espíritu Santo, que inhabita en Él y así da Cristo a los hijos adoptivos de Dios “todo cuanto tiene y cuanto es”[4].

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 170.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 170.
[3] Homil. 61, Ad. Pop.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 171.

No hay comentarios:

Publicar un comentario