jueves, 16 de mayo de 2019

Hora Santa en reparación por exposición blasfema contra Semana Santa en Madrid 190319



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una exposición blasfema en Madrid, para Semana Santa. La información sobre la sacrílega obra se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Adorote devote, latens Deitas”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Al concedernos la adopción, Dios lo hace mediante la gracia, que es un bien creado, pero también por medio del don del Espíritu de su Hijo Unigénito, que es bien increado e infinito. Afirma un autor[1] que para adoptar a los hombres eligió Dios primero a un hombre, lo ensalzó para que fuera su Hijo natural –la naturaleza humana de Jesús de Nazareth- y derramó sobre Él la plenitud de la divinidad, por eso es que Jesús es, al mismo tiempo, el Hombre-Dios y el Ungido por el Espíritu Santo, en el seno virgen de María Santísima. Al derramar sobre la humanidad de Jesús de Nazareth la plenitud de la Divinidad, Dios unió substancialmente la Humanidad de Cristo Jesús a la Persona del Verbo Eterno, su Unigénito Hijo natural, comunicando de esta manera a la naturaleza humana de Jesús la naturaleza divina del Verbo.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         Después de derramar la plenitud de la Divinidad sobre la humanidad de Jesús de Nazareth, convirtiéndolo en el Hombre-Dios, por medio de Él, por medio de Jesús de Nazareth, Dios adopta y hace hijos de Dios a todos aquellos que por la fe y los sacramentos se unen con Aquel que ya es Hijo natural de Dios y se injertan en Cristo como los sarmientos en la vid; y luego que uno se junta y se injerta en el Hombre-Dios, que es Cristo, le vivifica el Espíritu de Cristo y así se hace hijo de Dios[2]. Esto es lo que quiere significar el Apóstol cuando dice que “todos los que son movidos por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”[3], porque viven la vida sobrenatural y divina de la gracia con aquel Espíritu con que el mismo Dios y Cristo, su Hijo natural, viven. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que siempre vivamos la vida nueva de los hijos de Dios!

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         El Espíritu de Dios se comunica a Cristo por medio de la unión hipostática, es decir, por estar la Persona del Verbo de Dios unido a la Humanidad de Jesús de Nazareth; a los hombres se comunica “por una admirable extensión”, dice un autor[4], mediando el don de la gracia, empezando así el Espíritu de Dios a ser nuestro, habitando en nosotros, adornándonos, moviéndonos, rigiéndonos y dándonos una vida divina y obrando con Él obras divinas y agradables a Dios. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ayúdanos para que nuestras obras de hijos siempre sean dignas de tan majestuoso Padre, nuestro Dios!

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         Entre las Personas Divinas, el Espíritu de Dios vive naturalmente, porque el Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo y a ellos les pertenece; en el hombre, el Espíritu de Dios vive sobrenaturalmente, convirtiendo nuestra vida en sobrenatural y sobreesencial[5]. A su vez, el Espíritu y la divinidad de Cristo es tan infinita y grande que no sólo da vida divina al Alma de la Humanidad de Cristo, sino a todas las almas de los demás hombres que fueren miembros vivos del mismo Cristo y partícipes de sus Sacramentos[6]. De esta manera, Dios nos trajo a Sí  y redujo a un cuerpo y a una cabeza y a una persona, a la cual nos incorporamos, y con cuyo espíritu nos vivificamos; porque es Cristo cabeza de todos los que están en gracia y todos los que están en gracia son Cuerpo de Cristo.

         Silencio. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         El Apóstol Santiago afirma que todo esto es “para que seamos el principio de la creatura de Dios”, esto es, la principal y las primicias de las creaturas; porque entre todas ellas las que más estima Dios y las principales a los ojos divinos, son sus hijos adoptivos. Un autor, Ecumenio, dice así: “Para que seamos los primeros y honradísimos; porque no hay entre todas las creaturas puras cosa primera ni de más honra que ser hijos de Dios”. Y otro autor, Beda, dice: “Para que seamos los mejores de todas las creaturas”. Porque no hay cosa mejor que participe pura creatura que la adopción divina; y por esto, quien es hijo de Dios siempre debe ser mejor y más que esto, santísimo, debe ser divino. Un doctor de la Iglesia[7] dice así: “Y así Cristo es hipóstasis y subsistencia, en quien están estribando los justos, el cual sustenta a todos; y el Espíritu que recibió de su Padre, con una maravillosa extensión los vivifica y hace hijos de Dios. De manera que aunque fuesen infinitos los santos, pudiera vivificar a todos”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que seamos, con la ayuda de la gracia, como los sarmientos injertados a la Vid Verdadera, Cristo, para que siempre demos frutos de santidad!

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 166.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 166.
[3] Rm 8, 14.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 167.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 167.
[6] Cfr. Nieremberg, o. c., 167.
[7] Less., De Perfect. Div., lib. 11, cap. II, núm. 75.

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