miércoles, 15 de mayo de 2019

Hora Santa en reparación por exposición blasfema contra la Virgen en Córdoba, España 140519



         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una horrorosa, repugnante y blasfema exposición de “obras de arte” que ofenden a la Inmaculada Concepción de María, titulada “Maculadas sin remedio”, la cual fue expuesta en diversas ciudades de España desde inicios de 2019. Por sentido de decencia no exponemos las imágenes, profundamente ofensivas no sólo al sentimiento religioso, sino a la mismísima Madre de Dios en persona. El informe relativo a la lamentable exposición se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

Cuando se comparan la adopción divina con la adopción humana, la divina excede con mucho en excelencia a la humana[1]. Por un lado, se dice que Dios prohija –adopta como hijos- de forma voluntaria, es decir, eligiendo a quien prohija o adopta. En la adopción humana también se elige, pero supone por un lado que el adoptado tenga méritos para recibir tal favor; en cambio, en la adopción divina, en vez de exigir méritos, los da, y el primer mérito, es el honor de ser hijos adoptivos de un Dios de tan inmensa majestad[2]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nuestras vidas reflejen, en obras de santidad, el agradecimiento que expresamos a Dios por habernos elegido para ser hijos suyos, siendo nosotros tan indignos!

Silencio. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Otra diferencia es que la adopción humana no hace digno al adoptado, sino que lo supone; en la adopción divina no lo supone, sino que lo hace digno, porque no hay nada más digno para el hombre que el recibir la adopción filial divina[3]. Es decir, la adopción humana supone méritos, mientras que la divina los da, aun cuando en el hombre no halle Dios méritos dignos de recibir tan grande favor. En efecto, no hay nada en el hombre que lo haga digno de que Dios ponga en él su corazón, su gracia y su espíritu; por el contrario, Dios halla en nuestros corazones humanos pecado, miseria e indignidad[4] y sin embargo, nos adopta de igual manera, concediéndonos la gracia que nos quita el pecado y nos da la divina filiación. Por parte del hombre no hay mérito, ni obra buena que merezca la divina adopción y sin embargo, Dios lo elige al hombre para adoptarlo y lo adopta. Es la buena voluntad de Dios la que hace que esclavos del demonio se conviertan, por la gracia, en hijos adoptivos del Altísimo.

Silencio. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

Dice un Doctor[5] de la Iglesia: “Nos levantó, de enemigos indignos que éramos, indignos de todo bien y benevolencia y condenados a eternos tormentos; nos levantó, no a un estado como quiera, no a la felicidad de la naturaleza angélica, sino a un supremo y divino estado, para que fuésemos hijos de Dios, hijos del Rey eterno, herederos de Dios y herederos juntamente con Cristo, partícipes de su gloria y de todos sus bienes divinos, por lo cual esperamos tanto bien, tanto gozo, tanta gloria, cuanta ni los ojos vieron, ni los oídos oyeron, ni el corazón humano lo puede pensar”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, ayúdanos para que siempre estemos agradecidos a Dios por habernos convertidos en hijos suyos adoptivos por el bautismo!

Silencio. 

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

¡Cuánto debemos dar gracias a Dios, postrándonos ante su Presencia Eucarística, que no encontrando en nosotros mérito alguno, quiso sin embargo adornarnos con su gracia santificante y convertirnos en hijos suyos y herederos de su Reino! Esto, dice un autor[6], es tan notable, que si un hombre hiciera todas las buenas obras que son posibles, e hiciera todas las penitencias imaginables y padeciera todos los tormentos del mundo, y lo hiciera por muchos años, hasta que el mundo termine, no habría hecho nada digno de recibir la gracia de la adopción filial divina, ni encontraría Dios nada de agradable para hacerlo heredero suyo. Esto nos lleva a considerar cuán grande es la magnificencia, la bondad, el amor y la misericordia divinas, que siendo nosotros tan indigentes en obras buenas y teniendo sólo pecado, miseria e indignidad por nosotros mismos, nos eligió para ser sus hijos por el bautismo y realmente lo somos.

Silencio.  

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

Cuando Dios adopta a un alma por hija suya, es tan grande la dignidad que le comunica, que con esta gracia le concede también la herencia del Reino y el acceso a la eterna bienaventuranza, tanto es lo que se gana por esta adopción[7]. El hecho de ser hijo adoptivo suyo, hace que Dios considere, incluso un pensamiento santo de uno de sus más pequeños hijos, como digno de heredar el Reino de los cielos. Es decir, afirma un autor, que si un hombre, hijo de Dios, tiene un solo pensamiento santo, Dios no tiene con qué pagarle sino con Él mismo, con entregarse a ser poseído eternamente en el cielo. ¡Cuán maravillosa es la adopción filial, que de ser esclavo del demonio, del pecado y de las pasiones, el alma se ve elevada a la altura inconmensurable y a la dignidad inigualable de ser hermana de Cristo, hija de Dios y heredera del Reino eterno de los cielos! ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, queremos unirnos a las alabanzas de tu Inmaculado Corazón, para dar gracias a Dios Trino, en el tiempo y en la eternidad, por habernos elegido para ser hijos suyos por el bautismo sacramental!

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.




[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 163.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 163.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 163.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 164.
[5] Lessius, lib. 11, De Perfect. Div., cap. 11.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 164.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 164.

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