miércoles, 29 de mayo de 2019

Hora Santa en reparación por ataque incendiario contra parroquia católica en Irlanda 270519



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ataque incendiario sufrido por una parroquia católica en Irlanda. La información completa acerca de tan lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         La obra de la Santa Misa, por medio de la cual se efectúa el Milagro de los milagros, es la mayor obra que jamás Dios pueda haber realizado y no hubo, no hay ni habrá obra mayor que esta. En efecto, en este milagro, afirma un autor[1], “perecen totalmente las substancias del pan y del vino”, hecho para el cual se necesita más potencia que para trastocar toda la naturaleza, lo cual da un indicio de que esta obra –la transubstanciación- es de origen divino y no humano ni angélico. En la consagración, se produce la falta de las substancias del pan y del vino y a partir de esta nada, se produce al mismo tiempo la conversión de estas substancias en las substancias del Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús y para esto, es necesario un poder infinito, un poder que sólo la Iglesia, por delegación del Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo, puede llevar a cabo, a través del poder divino participado de este Sumo Sacerdote a los sacerdotes ministeriales.

          Silencio.  

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

         La conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo Jesús en el altar eucarístico es un milagro de mayor potencia que el de un ángel que tuviera el poder de trastornar los cielos y la tierra[2]. En efecto, por más poderoso que sea un ángel, no tiene poder para aniquilar ni siquiera un átomo o una molécula de pan. El ángel, por poderoso que sea, no puede, porque no tiene el poder, hacer lo que hace la Iglesia Católica por medio de sus sacerdotes ministeriales, convertir las substancias del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Cordero. Y esto porque el Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo hizo partícipes de su poder sacerdotal a los sacerdotes ministeriales y no a los ángeles, de manera que ninguno de estos espíritus, por poderosos que sean, pueden obrar el milagro de la transubstanciación.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

         En la consagración, además de desaparecer las substancias del pan y del vino, se produce la aparición de las substancias del Cuerpo y la Sangre del Señor, para lo cual es necesario también una virtud de potencia infinita. Todo esto sucede, por obra del poder de Dios, en el seno virgen de la Iglesia, el altar eucarístico, pues es allí en donde se confecciona el admirabilísimo Sacramento del altar.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

         Dentro del prodigio de la transubstanciación, esto es, la conversión de toda la substancia del pan en el Cuerpo de Cristo y de toda la substancia del vino en la Sangre de Cristo, hay otro hecho que maravilla al alma que este milagro contempla y es el de perseverar los accidentes del pan sin sujeto ninguno ni substancia que los sustente[3], porque las substancias del pan y del vino ya no están, por virtud de la consagración. Es decir, no hay substancia creada, la del pan y del vino, que sustente los accidentes –forma, sabor, olor, etc.- de los mismos y sin embargo, estos subsisten y esto no puede suceder sino es por la acción de la omnipotencia divina. Cuando comulgamos, percibimos por los sentidos, por ejemplo, el sabor del pan y del vino, pero ya no están las substancias del pan y del vino, por lo que estos accidentes persisten por obra de la divina omnipotencia.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         Con respecto al Cuerpo y la Sangre de Cristo, suceden también cosas maravillosas y admirables, como que esté el Cuerpo de Cristo en una Hostia consagrada y en tantas Hostias como sean las que se consagren en el mundo, siendo que se trata del mismo Cuerpo y de la misma Sangre que están, gloriosos y resucitados, así en la Eucaristía, como en el cielo. Es decir, Cristo Dios “no está menos verdadera y real y substancialmente en los accidentes de pan y vino, que está en el trono de su majestad a la diestra de Dios Padre”[4]. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que seamos siempre capaces de admirar el Milagro de los milagros, la transubstanciación, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús!

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 174.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 175.
[3] Cfr. Nieremberg, 175.
[4] Cfr. Nieremberg, 175.

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