jueves, 30 de mayo de 2019

Hora Santa en acción de gracias por la Presencia de Cristo Dios en la Eucaristía 300519



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en acción de gracias por el don de inmensa grandeza que significan la Presencia del Cuerpo y del Alma de Cristo Dios en la Eucaristía.

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación

         Afirma un autor[1] que en la Eucaristía se encuentran maravillas imposibles siquiera de ser imaginadas. Una de ellas es la presencia del Alma Santísima de Cristo “con toda su substancia y potencias, que se constituyen presentes con tan poderosa acción como fue su creación. A esto se le agrega, además, la unión hipostática –es decir, personal, en la Persona divina del Hijo de Dios-, que se constituye allí, como efecto de la omnipotencia divina; consiguientemente en este Sacramento se encuentra también, con particular presencia personal, el Verbo de Dios y juntamente la naturaleza divina y, por concomitancia o circumicessio, el Padre y el Espíritu Santo”.

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación

Sostiene el mismo autor[2] que en la Eucaristía “se pone el Cuerpo de Cristo en los accidentes del pan, con un modo propio de las cosas espirituales, lo cual es algo antes ni visto ni pensado, esto es, que un cuerpo –el Cuerpo de Cristo- esté como un espíritu. El Cuerpo de Cristo, en la Eucaristía, con toda su cantidad y calidades, se eleva por virtud divina sobre la condición de las cosas corporales y recibe un modo de estar espiritual. De esta manera, está todo en toda la Hostia y todo en cada parte, así como lo está el ángel en el espacio que ocupa y así como está el alma racional en el cuerpo al que da vida”. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que aprovechemos cada migaja de este Pan celestial, pues en cada migaja está todo Cristo!

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación

A esto se le agrega, continúa este autor[3], el hecho de que “todos los miembros y partes de Cristo están allí sin confusión, porque aunque todas están en un punto, cada una tiene su propio temperamento, su unión, su conexión, su orden y toda su interna disposición, la cual no depende de respeto alguno de lugar”. Es decir, en toda la Hostia y en cada una de las partes de la Hostia, se encuentra todo el Cuerpo de Cristo, en armonía total y absoluta y sin faltar ninguna de sus partes, de manera tal que cuando comulgamos la Eucaristía, comulgamos el Cuerpo de Cristo. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que ante el prodigio de la Presencia del Cuerpo de Cristo en la Hostia consagrada, seamos capaces de postrarnos ante Él y darle toda la adoración y el amor que se merece!

         Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación

A esto se le agrega el “multiplicarse del Cuerpo de Cristo debajo de unas mismas especies, o también, la presencia multiplicada que se realiza en la consagración, pues en cada Eucaristía está todo el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo no sólo está todo en toda la Hostia junta y todo en cada parte unida, sino aun en las desunidas queda, con un cierto modo de inmensidad respecto de aquel espacio de los accidentes; porque aunque fueran inmensos y se dividieran infinitamente, en todos y en cada uno dividido estuviera Cristo, a la manera que Dios está en un cuerpo y estará en cada parte de él dividida, plena y totalmente”[4]. Para decirlo con un ejemplo: así como la imagen está toda entera en el espejo sano y está toda entera en cada fragmento cuando el espejo se rompe, así está toda entera la presencia del Cuerpo de Cristo en la Hostia, sea que esta se encuentra entera o fragmentada: estará todo entero en cada fragmento, por pequeño que sea.

Silencio.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación

         El alma racional está “toda en todo el cuerpo y toda en cada parte; pero no está en cada parte plena y totalmente como en el todo; por lo cual cortando una parte del cuerpo, no se puede conservar en ella el alma; pero el Cuerpo de Cristo está tan milagrosamente en la Hostia, que en cada parte de ella está completa y totalmente, y tan perfectamente como en toda la Hostia, no dependiendo la presencia que tiene en  una parte de las otras partes vecinas, sino en todas está cumplida, total y perfectamente. Así, por más que dividan la Hostia, permanece en cada parte igualmente; lo cual no tiene otra substancia, por espiritual que sea, sino sólo Dios mismo, que es inmenso”[5].

         Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canción de despedida: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 176.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 176.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 176.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 177.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 177.

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