Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y
el Santo Rosario meditado en reparación por la profanación ocurrida en la
iglesia parroquial de los Santos Gervasio y Protasio en la localidad de Nona,
en Turín, Italia, el mes de febrero de 2019. La profanación consistió en una
inaceptable y del todo inadecuada danza tribal africana llevada a cabo en el
interior del templo parroquial. Para mayor información, les dejamos el
siguiente enlace, en donde se contempla, en el video, tan lamentable escena,
que nunca debió tener lugar:
Canto inicial: “Oh buen Jesús, yo creo firmemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio
(misterios a elección).
Meditación.
La
comunión eucarística es un don tan grande, que el alma, luego de comulgar, debe
realizar la acción de gracias correspondiente, so pena de perder muchos dones y
gracias que se dan en estos momentos de íntima comunión de vida y amor con
Jesús. Un compañero del Padre Pío de Pietralcina[1]
contó que un día fue a confesarse con el santo, acusándose, entre otras cosas,
de que había omitido la acción de gracias en la Santa Misa, por causa de
obligaciones con su ministerio sacerdotal. El Padre Pío se puso muy serio y
dijo con voz firme: “Tengamos cuidado que el no-poder no sea el no-querer. ¡La acción
de gracias la debes hacer siempre, si no lo pagarás caro!”. Aprendamos de los
santos y demos a la acción de gracias, luego de la comunión eucarística, el
tiempo que se merece.
Un
Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Si no
hacemos acción de gracias luego de la comunión eucarística, no debemos pensar
que el perjudicado es Jesús. ¡Somos nosotros y nada más que nosotros! Jesús le
dijo a Santa Faustina Kowalska que la mayoría de las veces, cuando ingresaba en
un alma por la comunión eucarística, debía retirarse sin haber podido dejar sus
dones y gracias, porque el alma estaba totalmente distraída, sin prestar
atención a su Presencia en el corazón. Cuando comulgamos, debemos tomar
conciencia que, si nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, por la gracia,
nuestro corazón se convierte en sagrario viviente de Jesús Eucaristía. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, no
permitas que dejemos solo a tu Hijo e intercede para que no desaprovechemos el
momento que tenemos para estar íntimamente unidos al Sagrado Corazón
Eucarístico!
Un
Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¿Qué
diríamos si supiéramos el caso de dos personas que se aman y que, cuando se
encuentran, una de ellas, en vez de declararle su amor a quien dice que ama, se
pone sin embargo a hablar con los transeúntes, o a decir cosas banales, sin
sentido? Es lo que sucede cuando Jesús, que está enamorado de nosotros –y nosotros
deberíamos estarlo de Él- ingresa en nuestra alma por la comunión eucarística:
Él está deseoso de tener unos minutos de íntima comunión de vida y amor con el
alma, pero lamentablemente, nos comportamos fríamente ante su Presencia
eucarística y la prueba es que no hacemos acción de gracias y no aprovechamos
el momento especialísimo de gracia que es su Presencia personal en nuestros
corazones. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, no permitas que dejemos marchar a Jesús con las manos llenas y haz
que hagamos acción de gracias, para que Jesús pueda derramar sobre nuestras
almas el océano infinito de su Amor misericordioso!
Un
Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¡Cuántas almas, inmersas en el mundo, darían lo que no
tienen, por recibir un rato de atención de sus ídolos mundanos! ¡Cuántos
suspiran aunque sea por una mísera mirada de compasión de parte de sus ídolos
del mundo y cuando estos consienten en hacerlo, se deshacen en acción de
gracias y se consideran los más afortunados del mundo! Y sin embargo, nosotros,
los católicos, que tenemos la inmensa dicha, no conocida por ninguna otra
religión, de que el mismísimo Dios de cielos y tierra venga a nuestras míseras
almas por la comunión eucarística, cuando Él viene, deseoso de abrasarnos en
las llamas de Amor de su Sagrado Corazón, en vez de amarlo y adorarlo,
postrándonos interior y exteriormente ante su Presencia eucarística, lo dejamos
solo y abandonado, como si nunca lo hubiéramos recibido. No seamos tan
desagradecidos para con nuestro Dios y hagamos la acción de gracias que Él se
merece, abriendo nuestros pobres corazones de par en par a Jesús Eucaristía.
Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Los santos
se santificaron todos, sin excepción, por su gran amor a la Eucaristía. No sólo
la adoraban exteriormente, haciendo genuflexión ante la Eucaristía y orando de
rodillas ante Jesús Sacramentado, sino que lo amaban y adoraban cuando Jesús
Eucaristía ingresaba en sus corazones por la comunión eucarística. Un autor se
pregunta si no nos encontramos lejos de los ejemplos de los santos, cuando
después de comulgar, o no hacemos acción de gracias, o hacemos una acción de
gracias apurada, superficial, en la que no vemos la hora de que termine para
ocuparnos de nuestros asuntos. Este mismo autor recuerda una advertencia de
Santa Teresa de Ávila, la gran doctora de la Iglesia, quien decía que “Jesús
devuelve el céntuplo de la recepción (en el corazón) que se le hace”, aunque la
misma santa nos advierte que también es verdad que seremos responsables al
céntuplo de nuestra falta de recepción. ¡Nuestra
Señora de la Eucaristía, no permitas que seamos necios y tardos de
entendimiento, y ayúdanos y enséñanos a hacer acción de gracias para que así el
Señor encienda en nuestros corazones la Llama de su Divino Amor!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli,
Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios
de Autores Católicos Escogidos, Madrid 2006, 71.
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