Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del
Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje cometido contra la Santa
Cruz de Jesús en Callosa de Segura, España. La información acerca de tan
lamentable hecho se puede encontrar en el siguiente enlace:
https://www.actuall.com/democracia/el-ayuntamiento-derriba-la-cruz-de-callosa-con-trampas-con-mentiras-y-de-noche/
La
acción fue llevada a cabo en el marco de la aplicación de una ley llamada “Ley
de Memoria Histórica”, una ley parcializada e ideologizada, al servicio del más
acérrimo sectarismo laicista anti-cristiano. Oramos por nuestra conversión y la
de nuestros enemigos, pues todo enemigo de Dios y de la Patria es nuestro
enemigo personal.
Canto
inicial: “Cristianos, venid; cristianos llegad”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por
los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado
(misterios a elección).
Primer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús fue crucificado en la plenitud de los tiempos, por
nuestra salvación y prolonga y actualiza su crucifixión en cada Santa Misa,
pero también revivirá su crucifixión, esta vez en su Cuerpo Místico, en la
Iglesia, a medida que el tiempo finalice y la historia de la humanidad se
acerque a su cumplimiento, en la Segunda Venida gloriosa del Hijo de Dios. El
Cuerpo Místico de Jesús, formado por los bautizados en la Iglesia Católica, no
solo revivirá su Pasión, sino que participará de la misma. Esto sucederá en
virtud de la unión por la gracia santificante recibida en el Bautismo y es lo
que explica que el bautizado esté llamado a ser corredentor, sin importar la
distancia cronológica que lo separe del Sacrificio del Calvario del Viernes
Santo. Así como Jesús fue azotado, así su Iglesia será azotada a través de la
corrupción e infestación moral. Así como las espinas fueron colocadas sobre su
Cabeza, así también volverán a ser colocadas sobre los miembros de la Iglesia.
Así como las manos de Jesús fueron clavadas al madero, así también las manos de
sus Siervos consagrados serán clavadas al madero, en la unión mística con el
Salvador en la cruz. Así como los pies de Jesús atravesaron los pies de Jesús,
provocándole agudísimos dolores y haciendo brotar abundante Sangre, así los
verdaderos discípulos del Señor seguirán las huellas del Cordero, hasta el
Calvario. Así como Jesús desapareció de la vista de todos, al ser sepultado
luego de su Muerte, así también la Iglesia, en la suprema persecución al fin de
los tiempos, dejará de celebrar públicamente el Santo Sacrificio del Altar, a
causa de esta persecución, con lo que el Cuerpo Sacramentado del Señor ya no
estará en los sagrarios y tabernáculos del mundo. Pero de igual manera a como
el Señor Jesús resucitó, por su propio poder, al tercer día, lleno de gloria y
majestad, así también la Iglesia, luego de la Última Persecución, resurgirá vencedora
sobre los enemigos de Dios y de los hombres, porque habrá triunfado gracias al
poder del Espíritu Santo y a la intercesión del Inmaculado Corazón de María,
dando cumplimiento pleno a las palabras de Jesús: “Las puertas del Infierno no
prevalecerán sobre mi Iglesia”. Solo quien persevere hasta el fin, en el
seguimiento de Jesús, recibirá la gracia del martirio y del testimonio de la
divinidad de Cristo hasta dar la vida.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Santa Cruz de Jesús, que se eleva sobre el Calvario el
Viernes Santo y cada vez, en el Altar Eucarístico, en la Santa Misa, renovación
incruenta y sacramental del Sacrificio de la Cruz, es el Único y Verdadero
Árbol de la Vida. No hay otro “árbol de la vida” que no sea la Santa Cruz de
Jesús. Es el Árbol de la Vida, porque solo la Cruz nos da la Vida, no la vida
humana, terrena, temporal, que poseemos en nuestra existencia terrena y como
seres humanos, sino la vida divina, eterna, absolutamente sobrenatural, la vida
de la Santísima Trinidad, la Vida que vivimos por participación por la gracia,
la Vida que nos convierte en hijos adoptivos de Dios, en hijos de la luz, en
hijos de Dios, que es Luz eterna. En la Cruz, Cristo Jesús vence al Demonio, al
Pecado y a la Muerte, y por eso, para el cristiano, la Cruz es su gloria, su
descanso, su paz, su alegría, su vida y todo su ser. Sin la Cruz gloriosa de
Jesús, los hombres estaríamos verdaderamente perdidos, sometidos a la tiranía y
crueldad de los tres grandes enemigos de la humanidad –el Demonio, el Pecado y
la Muerte-, pero por la Cruz, Jesús derrota para siempre al Demonio, destruye
el Pecado con la fuerza de su Gracia, y vence a la Muerte para siempre, concediéndonos
su Vida divina.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Cruz es un Árbol y, al igual que todo árbol, posee un
fruto. Sin embargo, el fruto de este Árbol celestial que es la Cruz, es un
fruto que no se consigue en ningún árbol de la tierra, porque precisamente, la
Cruz, hecha de madera, no es un árbol terreno, sino un árbol celestial. El
fruto del Árbol de la Cruz es un fruto exquisito, un fruto dulcísimo, de sabor
inigualable; es un fruto que no se puede comparar con ninguno de los manjares
de la tierra, porque los supera en exquisitez y dulzura, mucho más que el cielo
está separado de la tierra. Este fruto del Árbol de la Vida, que es la Cruz, es
el Sagrado Corazón de Jesús, el Corazón del Hombre-Dios Jesucristo, que está en
la cima del Calvario, disponible para todos los hombres que de Él quieran
disfrutar. Si el fruto del árbol del Paraíso, el árbol del Bien y del Mal,
estaba prohibido para los hombres, este otro fruto, en cambio, el fruto
exquisito del Árbol de la Vida, la Santa Cruz de Jesús, está disponible para
todos los hombres. Para poder consumir este fruto, es necesario solo una cosa:
seguir al Cordero cargando la propia cruz, y subir a la cruz junto con el Cordero.
Quien esto hace, tiene a su alcance el suavísimo y dulcísimo fruto del Árbol de
la Cruz, el Sagrado Corazón de Jesús.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En la Cruz, Jesús parece vencido: a los ojos del cuerpo,
aparece como un hombre derrotado por sus enemigos, golpeado, ultrajado,
condenado a muerte en un juicio inicuo, falso, mentiroso. Aparece
extremadamente débil, con sus fuerzas humanas colapsadas, con su Cuerpo
cruelmente flagelado. Jesús muere en la Cruz agobiado por el dolor, vencido por
la malicia de los hombres, cansado de la cobardía y el silencio de los buenos,
porque con la sola excepción de su Madre amantísima y de San Juan Evangelista,
que permanecen al pie de la Cruz, todos, absolutamente todos sus amigos –Él los
había llamado así en la Última Cena-, todos sus Apóstoles, todos sus amigos,
todos los que recibieron milagros de Él, todos, lo han abandonado. Hasta su
Padre del cielo parece –solo parece, porque no lo ha abandonado- haberlo
abandonado, y tanto es el dolor de Jesús, que poco antes de morir, pregunta
dulcemente a su Padre -aunque sin un dejo de reproche ni de reclamo, sino con
el conocimiento de que la no-intervención en este momento de la Cruz, forma
parte del plan divino de salvación-: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”-.
Pero en la Santa Cruz de Jesús, las cosas no son como las mira el mundo; las
cosas no son como las mira el hombre, solo superficialmente: en la Santa Cruz,
aunque aparece humanamente vencido y derrotado, Cristo Dios vence, con un
triunfo rotundo, total, absoluto, definitivo, para siempre, a los tres grandes
enemigos de la humanidad, el Demonio, la Muerte y el Pecado. En la Cruz, Jesús
parece vencido, pero solo parece, porque en realidad, Jesús triunfa en la Cruz.
Por eso los cristianos, postrados ante la Cruz, exclamamos, con fe, con amor, y
desde lo más profundo de nuestro ser: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos,
porque por tu Santa Cruz, redimiste al mundo”.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Cuando se contempla la
luz con la sola capacidad de la razón humana y con solamente los ojos
corporales y no con la visión que nos proporciona la luz de la Fe, la Cruz se
nos presenta como un fracaso absoluto: quien muere crucificado, muere solo
–acompañado únicamente por su Madre, María Santísima y por el más joven y débil
de sus discípulos, Juan Evangelista- y luego de haber sufrido y padecido desde
el más inicuo de los juicios –acusaciones falsas y testigos falsos-, hasta la
más cruel de las torturas –prisión, golpes, encarcelamiento, flagelos, ausencia
de comida y bebida, obligado a llevar su propia Cruz hasta el patíbulo-,
absolutamente inhumanas y carentes de la más mínima compasión. Aquel que muere
en la Cruz, había afirmado ser el Hijo de Dios vivo: había revelado que Dios
era Uno y Trino, y que Él era Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, y
ahora moría en la Cruz, sin ser asistido –en apariencia- por su Padre Dios y
por Dios Espíritu Santo. Aquel que muerte en la Cruz había afirmado que su
Iglesia jamás habría de ser vencida por las fuerzas del Infierno: “Las puertas
del Infierno no prevalecerán sobre mi Iglesia”
, y sin embargo, el Demonio parece cantar triunfo al aparecer Jesucristo
vencido en la Cruz. Sin embargo, esta visión es racionalista y carente de
verdadera Fe católica: Aquel que muere en la Cruz es, efectivamente, Dios Hijo
encarnado, el Verbo de Dios, que por medio de la Cruz vence a los tres grandes
enemigos de la humanidad, el Demonio, el Pecado y la Carne, al mismo tiempo que
nos deja la Eucaristía, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, como
prenda de vida eterna para nosotros, que somos viadores y caminantes hacia la
Patria celestial, para que, alimentándonos de la Eucaristía, seamos capaces de
alcanzar la Jerusalén celestial, al final de nuestras vidas terrenas. Cristo
vence, Cristo, reina, desde el madero de la Cruz y nosotros adoramos, exaltamos
y bendecimos al Cristo Victorioso en la Cruz: “Te adoramos, oh Cristo, y te
bendecimos, porque por tu Santa Cruz, redimiste al mundo”.
Un
Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres
Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las
indulgencias del Santo Rosario.
Oración
final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no
creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final:
“Junto a la Cruz de su Hijo”.
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