Un maravillosísimo prodigio ha ocurrido en Guanajuato, México, el pasado 31 de Enero de 2018.
Aunque no nos caben dudas de la autenticidad y espontaneidad del video,
y por lo tanto de su contenido, es decir, a pesar de que estamos absolutamente convencidos de que es
ciento por ciento real, no queremos adelantarnos al juicio de la Santa Madre Iglesia.
Sin embargo, hasta tanto, compartimos el maravilloso prodigio,
en el cual advertimos, entre otras maravillas, dos cosas:
por un lado, el Sagrado Corazón de Jesús comienza a latir
más rápido cuando las personas que filman comienzan a rezar;
el segundo aspecto que queremos señalar es el aumento de
la luminosidad en el Corazón de Jesús,
luminosidad que no puede estar dada por elemento artificial alguno,
sino por el Fuego del Divino Amor, el Espíritu Santo,
que envuelve al Sagrado Corazón de Jesús.
Un último elemento a señalar: ese mismo Corazón, que late
en el crucifijo de madera, es el mismo Corazón que late,
vivo, glorioso, resucitado, pleno del Amor de Dios,
en la Sagrada Eucaristía.
Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por los
pecados del mundo.
Canto inicial: “Cristianos, venid; cristianos
llegad”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
Primer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Cuando el Sagrado Corazón se le apareció a
Santa Margarita, le mostró su Corazón rodeado por una corona de espinas. Cuando
contemplamos esta imagen, muchos pueden pensar que se trata de una imagen que
expresa el Amor de Jesucristo, que nos da su Corazón a través de Santa
Margarita. Sin embargo, hay otras consideraciones que debemos hacer, para apreciar
en su contenido sobrenatural el gesto de Jesús. Una primera consideración es que,
puesto que el Corazón está en movimiento continuo y no estático como en una
imagen, las espinas -duras, filosas, cortantes, desgarradoras- se introducen en
el Corazón en cada movimiento de expansión –diástole-, y se retiran de éste,
desgarrándolo, en cada movimiento de contracción –sístole-. Esto quiere decir
que, en ambos movimientos, las espinas provocan al Sagrado Corazón de Jesús
dolores inenarrables, que no le dan, literalmente, ni un segundo de descanso en
sus dolores. La otra consideración que debemos hacer, es el del origen de las
espinas de la corona de Jesús, y el origen son nuestros pecados. En otras
palabras, nuestros pecados, de cualquier índole, esos pecados que parece que a
nadie afectan y menos al que los comete, porque el que los comete no siente
nada –al contrario, el pecado produce placer de concupiscencia-, esos pecados
se materializan, por así decirlo, en las espinas del Corazón de Jesús, formando
la corona que lo atenaza y que le provoca dolores imposibles de describir, a
cada instante. Al contemplar al Sagrado Corazón envuelto en una corona de
espinas, pensemos que son nuestros propios pecados los que perforan, desgarran,
y hacen sangrar de dolor al Corazón de Jesús y, si al menos no lo hacemos por
estar convencidos de la fealdad del pecado, evitemos el pecado, por lo menos,
por compasión hacia el Sagrado Corazón de Jesús, para que, de nuestra parte,
tenga una espina menos que le provoque dolor.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Además
de las espinas, el Sagrado Corazón de Jesús estaba envuelto ten llamas, pero no
llamas de un fuego terreno, como el que estamos habituados a ver: las llamas
del Sagrado Corazón de Jesús pertenecen al Espíritu Santo, que es llamado “Fuego
de Amor Divino”, y con esas llamas, es que Jesús, el Divino Incendiario, quiere
encender las almas, siendo esta la razón por la cual ha venido a este mundo: “He
venido a traer fuego a la tierra, ¡y cómo quisiera ya verlo ardiendo!”. Las llamas
que envuelven al Sagrado Corazón, desprendiendo un divino y celestial
resplandor, son las llamas de Amor de Dios, y con estas llamas, quiere Jesús encender
nuestros corazones. Así como el carbón, antes de que se le aplique el fuego, es
oscuro y frío, y luego de que se le aplica el fuego se convierte en brasa
incandescente que irradia luz y calor, porque se ha convertido, en cierta
manera, en el fuego mismo, así también nuestros corazones, sin el Fuego del
Divino Amor, son oscuros y fríos, porque les falta el Amor Divino y la Divina
Caridad. Es por eso que debemos desear que nuestros corazones sean como el
carbón o como el pasto seco, para que al contacto con las llamas del Fuego del
Espíritu de Dios, se enciendan como brasas incandescentes en este Amor
celestial, y comiencen a irradiar la luz y el calor del Divino Amor. ¿Dónde
obtener este Fuego celestial? En la Sagrada Eucaristía, porque allí se
encuentra el Corazón de Jesús, vivo, resucitado, glorioso, lleno del Fuego del
Amor de Dios.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En la base del Sagrado Corazón
de Jesús hay plantada una cruz, la cruz que para nosotros, los católicos, es el
verdadero y único “Árbol de la Vida”. La Cruz es el Árbol de la Vida porque
quien se sube a este Divino Árbol, puede introducir su mano en el Costado
Traspasado del Señor Jesús y obtener el Fruto más dulce y exquisito jamás
saboreado en la tierra, el Fruto de este Árbol bendito, que es el Sagrado
Corazón de Jesús. Así como cuando alguien se sube a un árbol, cargado de frutos
exquisitos, para tomar sus frutos y deleitarse con ellos, de la misma manera,
quien se sube a la Santa Cruz de Jesús, obtiene su Fruto más preciado, su
Sagrado Corazón, envuelto en las llamas del Divino Amor. El Sagrado Corazón de
Jesús, que pende del Árbol de la Vida, la Santa Cruz, es el premio inmerecido y
que sobrepasa todo lo que el hombre pueda desear o imaginar, porque no es que
se trate de un mero fruto celestial, que sería en sí algo bueno y grandioso: el
Fruto del Árbol de la Vida no es otro que el mismo Hijo de Dios encarnado, que
al ofrecernos su Sagrado Corazón, nos ofrece con Él a sí mismo, con todo su Ser
divino trinitario, con su Amor, con su Paz celestial, con su Paz y su Alegría
infinita. No hay otro modo de obtener este Fruto exquisito, que supera
infinitamente lo que los hombres y los ángeles puedan concebir, el Sagrado
Corazón de Jesús, que subiendo al Árbol de la Vida, la Santa Cruz.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En el Sagrado Corazón hay
una herida abierta; es la herida producida el Viernes Santo, por el soldado
romano, cuando para cerciorarse de que el Señor ya estuviera muerto, atravesó
su Sagrado Corazón. Cuando el soldado atravesó su Corazón, Jesús estaba muerto
terrenalmente, porque su Cuerpo se había ya separado de su Alma, pero como Él
es el Hombre-Dios, con su Cuerpo estaba su Divinidad y con su Alma estaba
también su Divinidad. Mientras su Cuerpo quedaba en la tierra para ser
sepultado y así poder ser cumplida su promesa de resucitar al tercer día, su
Alma, unida a la Divinidad, descendía al Hades, para rescatar a los justos del
Antiguo Testamento. Inmediatamente después de traspasado su Corazón, brotaron
de él, como un manantial, Sangre y Agua, símbolos de los sacramentos. Como Jesús
era el Hombre-Dios y en su Cuerpo moraba la Divinidad, su Sangre y Agua
contenían al Espíritu Santo, Dador de Vida divina, y esa es la razón por la
cual, aquel sobre quien caiga la Sangre y el Agua del Corazón de Jesús, recibe
una vida nueva, la vida de la gracia, la vida de los hijos de Dios, la vida de
los hijos de la luz. Que por intercesión de María Santísima, Nuestra Señora de
los Dolores, permanezcamos siempre postrados ante la Santa Cruz del Calvario,
besando con piedad, devoción y amor, los sagrados pies de Jesús, para que
permaneciendo así, al pie de la Cruz, caigan sobre nuestras almas y corazones
la Sangre Preciosísima del Redentor, brotada de su Corazón traspasado, para que
cubiertos por la Sangre del Cordero, seamos liberados de todo pecado y, con el
alma plena de la gracia santificante, seamos conducidos, al final de nuestra
vida terrena, a las Moradas eternas en el Reino de los cielos.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El Sagrado Corazón de
Jesús, el mismo Sagrado Corazón que se encuentra en la Cruz, late vivo y
glorioso, resucitado, en la Eucaristía. Envuelto en las llamas del Divino Amor,
el Sagrado Corazón tiene como único deseo que nosotros, los hombres, nos decidamos
a apartarnos del pecado y, con el alma en gracia, recibamos a su Sagrado
Corazón por la comunión eucarística. Si nuestros corazones son como el carbón,
oscuros, fríos, sin luz, cuando entren en contacto con las Llamas de Amor que
envuelven al Corazón Eucarístico de Jesús, se convertirán en brasas
incandescentes, que irradiarán al mundo y al prójimo la luz y el calor del
Divino Amor. Que por la intercesión de Nuestra Señora de la Eucaristía,
nuestros corazones, entonces, sean siempre como el carbón, para que por la
Sagrada Comunión, se conviertan no solo en brasas encendidas en el Fuego del
Divino Amor, sino en el mismo Divino Amor.
Un
Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres
Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las
indulgencias del Santo Rosario.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
Sitio
del P. Álvaro: Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, http://adoracioneucaristicaperpetua.blogspot.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario