Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario en reparación por el ultraje sufrido por
una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe a manos de una mujer. En los
siguientes enlaces se encuentra la información relativa a tan penoso caso:
https://es.aleteia.org/2017/10/26/mujer-poseida-destruye-imagen-de-la-virgen-de-guadalupe/; https://www.youtube.com/watch?v=qw-1ptj6zi0
Según las agencias de noticias, el
ultraje a la Madre de Dios consistió en que una mujer destruyó la imagen de la
Virgen de Guadalupe en catedral de Tampico, en México. En reparación y homenaje
a Nuestra Señora de Guadalupe, basaremos nuestras meditaciones en la imagen que,
milagrosamente, la Virgen estampara en la tilma de Juan Diego. Además de
reparar este sacrilegio, pediremos también por nuestra conversión, la de nuestros
seres queridos, la de quien cometió el ultraje, y la del mundo entero.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y
te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario (misterios a elección). Primer Misterio.
Meditación.
Aunque los pueblos mesoamericanos eran paganos, antes de la
Conquista española y su posterior evangelización, veneraban sin embargo, en el
cerro Tepeyac, donde se apareció la Madre de Dios, a una deidad femenina
benigna, a la que llamaban “Tonantzin” (que quiere decir Nuestra Madrecita). Este
hecho, sumado a la gracia de la conversión conferida por Dios, ayudó a que fuera
aceptada y amada la Virgen, cuando en el mismo cerro Tepeyac se apareció como Madre
de Dios y Madre nuestra[1]. El
nombre con el que la Virgen se dio a conocer, revela su Inmaculada Concepción,
la Encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo, y su condición de
virginidad perpetua: “Siempre Virgen Santa María de Guadalupe”. El nombre “Guadalupe”
es la continuación de la evangelización que, guiados por el Espíritu Santo, los
Conquistadores españoles habían comenzado desde el descubrimiento del
continente, e indica lo que habría de ser la característica del Descubrimiento
y la Evangelización del Nuevo Continente: la fusión de razas bajo el Nombre de
Nuestro Señor Jesucristo, por intermedio de su Madre, Nuestra Señora de
Guadalupe.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
la tilma, la Virgen aparece con el cabello suelto, cuyo significado entre los
aztecas es la virginidad, lo cual corresponde al doble privilegio que la
Santísima Trinidad le concedió a María, el ser Virgen –porque concibió al Verbo
de Dios no por obra humana sino por obra de Dios Espíritu Santo, enviado por
Dios Padre-y, al mismo tiempo, su condición de ser Madre de Dios, esto es, de
Dios Hijo que, procediendo por generación eterna del seno del Padre, se encarna
en las entrañas virginales de María para, sin dejar de ser Dios, asumir nuestra
naturaleza humana. El rostro de la Virgen en la tilma es “moreno, ovalado y en
actitud de profunda oración”[2]. Ya
en su rostro la Virgen se presenta no solo como Madre de españoles e indígenas,
sino como Madre celestial de los descendientes de los españoles e indígenas,
los mestizos, los criollos, los hispanoamericanos, por cuyas venas corren,
mezcladas por el designio de Amor de Dios, la sangre española y la sangre
americana. El semblante de la Virgen es suave, “dulce, fresco, amable”, y junto
al “amor y ternura”, refleja “además una gran fortaleza”. La actitud de oración
de la Virgen es una característica suya pues fue concebida como Inmaculada
Concepción, para ser Hija predilecta de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa
de Dios Espíritu Santo, por lo que su vida toda, desde la creación de su cuerpo
y alma benditos, está orientada a Dios Trino y sólo en Él se explica la Virgen,
y esto es un ejemplo para nosotros, de cómo nosotros debemos también, como la
Virgen, orar en todo tiempo. La dulzura maternal y la fortaleza del rostro de
María se derivan, precisamente, de su estado de continua y profunda oración. Esta
oración está también indicada en la tilma en la posición de las manos, juntas,
unidas una con la otra, en señal de recogimiento y de unión profunda de mente y
corazón con Dios Trino. En las manos se destaca el hecho de que, mientras la
derecha es “más blanca y estilizada, la izquierda es morena y más llena”, lo
que simboliza la unión de las razas españolas y americanas, unión producida por
el designio de Dios, en su Amor.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
la milagrosa tilma, la Virgen aparece en estado de gravidez, lo cual se
constata “por la forma aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor
prominencia vertical que transversal, corresponde a un embarazo casi en su
última etapa”[3].
La gravidez de la Virgen también señalada en la tilma se constata también por el
cinto, que “se localiza arriba del vientre”. Se dispone de manera tal que “cae
en dos extremos trapezoidales que en el mundo náhuatl representaban el fin de
un ciclo y el nacimiento de una nueva era”. En este caso, se representa el
inicio de una Nueva Era para la humanidad, señalada por el fruto virginal de
María, el Niño que Ella porta en sus entrañas: con el Niño de la Virgen se
inicia una Nueva y Definitiva Era, la Era de los hijos de Dios, los bautizados
en la Iglesia Católica, nacidos del seno mismo de Dios por la gracia
santificante. La Nueva Era, que se inicia “tanto para el viejo como para el
nuevo mundo”, es la conversión de las almas, por la gracia de Jesucristo, y el
ingreso por el bautismo sacramental, al Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia
Católica, de todo un continente, bautismo que es la puerta abierta y el anticipo
de la eterna bienaventuranza en los cielos, en la otra vida.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Hay
un detalle central en la tilma, y es “una flor de cuatro pétalos, llamada Nahui
Ollin: es el símbolo principal en la imagen de la Virgen, a la vez que es el
máximo símbolo nátuahl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el
centro del espacio y del tiempo”[4]. Al
aplicarla a la Virgen de Guadalupe, la flor indica que Ella es la Llena de
gracia y por lo tanto, Morada Santa de la Trinidad, al tiempo que, como
Inmaculada Concepción e inhabitada por el Espíritu Santo, la Virgen representa
la humanidad en la que habita la plenitud de Dios. La flor marca el lugar donde
se encuentra Nuestro Señor Jesucristo, y es aquí en donde la flor puede ser aplicada
a Él, que en cuanto Dios, es lo que la flor simboliza: el alfa y el omega, el
principio y el fin, el centro del espacio y del tiempo, aunque también de la
eternidad, puesto que Jesucristo, siendo Dios, es la misma eternidad, es la
eternidad en sí misma; Él es Dios Increado, Eterno, Inmutable, Perfectísimo;
por Él fueron creadas todas las cosas; Jesucristo, el Fruto de María Virgen, es
el centro de la historia humana y del universo, tanto visible como invisible,
puesto que es Rey de los hombres y Rey de los ángeles; Él es el Triunfador en
el leño santo de la Cruz; Él es el Redentor de la humanidad, salvada y redimida
al precio de su Sangre brotada de su Cuerpo flagelado, llagado y crucificado. En
cuanto Dios, es la plenitud de toda gracia y perfección; nada hay en Él que sea
impuro, ni siquiera imperfecto; es el Dios de toda gracia, majestad y honra; ante
Él se postran los ángeles y santos en adoración perpetua, en los cielos, y
también en la tierra, en su Iglesia, en su Presencia Eucarística. Por esta
razón, la flor de cuatro pétalos o Nahi Ollin, es el símbolo de Nuestro Señor
Jesucristo, el Hombre-Dios, que viene a nuestras vidas y a nuestra historia
humana por el Portal de eternidad que es Nuestra Señora de Guadalupe, María
Santísima.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Virgen aparece en la tilma tal como la descripción del
Apocalipsis, demostrando así que Ella es “la mujer revestida de sol”: está “rodeada
de rayos dorados que le forman un halo luminoso o aura”[5]. La
razón por la cual la Virgen es “la Mujer revestida de sol” de la que habla el
Apocalipsis, es su especialísima relación con la Santísima Trinidad: Ella es la
Hija predilecta del Padre, y por eso el Padre la crea Inmaculada y Llena de
gracia; Ella es la Esposa de Dios Espíritu Santo, y por eso el Espíritu Santo
mora en Ella; Ella es la Madre de Dios Hijo, que es el “Sol de justicia” y por
eso la que irradia es la luz de su Hijo, y también la del Padre y la del
Espíritu Santo. Está revestida de sol porque es la Madre de Dios Hijo, el “Sol
que nace de lo alto” y que viene a iluminarnos a nosotros, que vivimos inmersos
“en tinieblas y sombras de muerte”, esto es, vivimos inmersos en el pecado, la
muerte y los ángeles caídos, y Jesús, el Sol naciente, nos libera de las
tinieblas con la luz de su gracia. La Virgen es la “Mujer revestida de sol” porque
es “la Madre de la luz, del Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero, ella lo hace
descender hacia el “centro de la luna” (la palabra México en nátuahl son “Metz
– xic – co” que significan “en el centro de la luna”) para que allí nazca,
alumbre y dé vida”. Es decir, la luna estaría simbolizando tanto a la Virgen,
en cuanto fecundidad divina, porque da a luz al Sol de justicia, Jesucristo,
como también a México, en cuanto Nación elegida por Dios para que, por la
aparición de la Virgen, nazcan a la vida de la fe los hijos de Dios (de hecho,
luego de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, se convirtieron más de
ocho millones de nativos). La luna, símbolo de fecundidad, nacimiento y vida,
está a los pies de la Virgen, además, porque Ella es Reina de cielos y tierra,
y así indica su majestad sobre el universo creado. Por último, un ángel, que en
ademán de volar, está “a los pies de la Guadalupana”. Las alas son como de
águila, asimétricas y muy coloridas, y los tonos son parecidos a los del pájaro
mexicano tzinitzcan que Juan Diego recordó, anunciándole la aparición de la
Virgen de Guadalupe. Sus manos sostienen el extremo izquierdo de la túnica de
la Virgen y el derecho del manto. El hecho de que el ángel esté a los pies de
la Virgen, indica su condición de ser la Virgen Reina de los ángeles y que
estos se encuentran a su servicio.
Oración final: “Dios mío, yo creo,
espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni
te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “La Guadalupana”.
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