Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado[1] en reparación y desagravio por la profanación
eucarística ocurrida en el altar de una iglesia dedicada a San Judas Tadeo en
Río de Janeiro, Brasil. El objetivo era, además de profanar la Eucaristía, el
de incendiar la Iglesia, comenzando desde el Altar Eucarístico. La información
correspondiente al lamentable hecho se encuentra en el siguiente enlace: https://www.aciprensa.com/noticias/profanan-eucaristia-y-queman-imagenes-en-altar-de-iglesia-dedicada-a-san-judas-tadeo-34211/ Pedimos la conversión de los
autores de esta profanación, y también pedimos por nuestra conversión, la de
nuestros seres queridos y la del mundo entero.
Canto inicial: “Alabado sea el
Santísimo Sacramento del altar”.
Oración
de entrada: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Oh
Jesús, Dios de la Eucaristía, Dios del sagrario, Tú quieres convertir nuestros
pobres corazones en otras tantas moradas en las que poder reposar y darnos el Amor
de tu Sagrado Corazón, y no cesas de llamarnos con insistencia, una y otra vez.
Y sin embargo, nosotros, llevados por la indiferencia y el desamor hacia Ti, hacemos
oídos sordos a tus llamados de amor desde la Eucaristía y te dejamos solo y
abandonado en el sagrario. En vez de responder a tu llamado de amor y adoración,
vamos en búsqueda de gloria mundana y de la estima de los hombres, eligiendo
así el amor efímero y superficial del mundo y de las creaturas, antes que el
Amor infinito y eterno del Padre, que mora en tu Corazón Eucarístico. Poco y
nada nos detenemos a pensar en tus palabras: “¿De qué le sirve al hombre ganar
el mundo, si pierde su alma?” (Lc 9,
25). ¿De qué nos sirve poseer todo lo que nuestra concupiscencia desea, si no
tenemos en nuestras almas tu Amor, que es el Amor de Dios, que es “Dios, que es
Amor” (1 Jn 4, 8)? Es por eso que te
imploramos que nos concedas, oh Buen Jesús, la gracia de poder encontrar la “perla
preciosa”, tu Presencia real, verdadera y substancial en la Eucaristía, para
alegrarnos en su posesión, para dejar definitivamente atrás lo que nos separa
de Ti, para cortar de una vez y para siempre con el pecado, para desprendernos
de los engañosos y falaces bienes y afectos mundanos. Nuestra Señora de la Eucaristía, haz que descubramos la perla de gran
precio, ayúdanos a vender todo lo que tenemos, a desprendernos de lo mundano,
para adquirir el campo donde se oculta el único tesoro digno de ser apreciado,
la fe en la Presencia Eucarística de tu Hijo Jesús.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, Tú eres el Dios Tres
veces Santo; Tú eres la Santidad en sí misma; Tú eres la Bondad y la Majestad
infinita yante Ti, no solo el más mínimo pecado venial, sino nuestra más
pequeña imperfección, oh Sumo Dios Perfectísimo, resalta de manera tal que
avergüenza a los ángeles que, postrados ante tu Presencia, te adoran y alaban
noche y día. Tú quieres, oh Jesús Eucaristía, que “seamos perfectos, como Tú y
tu Padre son perfectos” (cfr. Mt 5,
48), y para eso quieres infundirnos el Espíritu Santo, Espíritu Perfectísimo y
Puro, para infundirnos el amor a la santidad y el horror al pecado, y es para
darnos este Espíritu de perfección en la santidad, que procede del Padre y de
Ti, que nos convocas a la Adoración Eucarística. El alma que es atraída por Ti
y se deja suavemente conducir por tu Amor, de la mano de Nuestra Señora de la
Eucaristía, es como el águila que se eleva, con la vista fija puesta en el sol,
hasta las alturas, en busca de ese sol: de la misma manera, el alma se eleva,
por la gracia, hasta Ti, oh Jesús Eucaristía, Sol de justicia, y contemplándote
en el misterio eucarístico, se eleva a la comunión de vida y amor contigo, al
ser unida a Ti por el Espíritu Santo. La Adoración Eucarística es por lo tanto el
equivalente al águila que se eleva en busca del sol: así, de la misma manera,
el alma que contempla, ama y adora la Eucaristía, se eleva por la gracia hasta
el Sol de justicia, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y allí encuentra
todo su deleite y solaz. Nuestra Señora
de la Eucaristía, eleva nuestras pobres almas hacia el Sol de justicia, Jesús
Eucaristía y haz que nuestros corazones se enciendan en el fuego del Divino
Amor.
Silencio para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh
Jesús Eucaristía, Dios del sagrario, Tú nos llamas con tu gracia, para que
escuchemos los latidos de amor de tu Sagrado Corazón Eucarístico, pero el alma
que no responde a tu llamado de Amor y que no permite que la Virgen lo conduzca
hasta el altar de tu majestad en el sagrario, es como la piedra que, cayendo
desde lo alto, cuanto más alto cae, y en virtud de la ley de la gravedad, más
profundo se precipita en el abismo, pues con la caída aumenta de peso y de
velocidad. El alma que rechaza el don de tu Amor, la gracia santificante, se
sumerge en el pecado, el cual la precipita hasta el fondo, aumentando con su
caída el peso de su culpa y de sus pasiones. Y así como ninguna ley natural
puede invertir la caída de la piedra desde lo alto, así tampoco ninguna ley
natural puede invertir la caída del alma en pecado y llevarla hacia lo alto,
pues nuestras naturales son extremadamente débiles para ello, aunque ni
siquiera lo puede hacer el ángel más potente. Sólo un milagro puede hacer esto
y ese milagro puedes hacerlo sólo Tú, oh Dios de la Eucaristía, Jesús de
Nazareth, porque sólo Tú eres Dios Tres veces Santo, oh Altísimo Jesucristo, en
la unidad de vida y amor con el Padre y el Espíritu Santo. Sólo Tú puedes
detener el ruinoso precipitarse del pecador hacia el Abismo e invertir su ruta;
sólo Tú puedes cambiar el descenso en ascensión hacia lo alto, hacia la vida de
la Trinidad. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, concédenos la gracia de elevar la mirada hacia tu Hijo crucificado;
concédenos la gracia de adorar el misterio de la Presencia Eucarística de tu
Hijo Jesús; haz que invoquemos su Corazón Misericordioso y ayúdanos a decir: “¡Sálvame,
Señor, porque perezco en las olas!”, y así tu Hijo vendrá, presuroso, a
extendernos su mano desde el sagrario, para rescatar nuestras vidas de la
muerte.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Silencio
para meditar.
Padrenuestro,
Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh
Jesús Eucaristía, Tú amas las almas y de tal manera, que te encarnaste en el
seno de la Virgen y prolongas esa Encarnación en la Eucaristía, sólo por Amor y
nada más que por Amor, para así comunicarnos, desde la Eucaristía, tu Divino Amor.
Oh Jesús Eucaristía, Tú no tienes otro Motor que el Divino Amor; no tienes otro
objetivo para cada uno de los hombres, que no sea el concederles tu Amor y tu Divina
Misericordia, porque a todos quieres salvar y a todos quieres llevar al cielo.
Tú has venido a traer fuego del cielo, el Fuego del Divino Amor, y quieres ya
verlo encendido en los corazones; quieres ver a nuestros corazones convertidos en
brasas ardientes de Amor Divino. Sin embargo, oh Jesús Eucaristía, los hombres
rechazan tu Amor y tu Misericordia, porque sus corazones, lejos de ser como el
pasto o el leño seco, se asemejan más bien a una roca fría y húmeda, a la que
el Fuego de tu Amor no puede encender. Y al rechazar tu Misericordia Divina, se
cierran a sí mismos las puertas del cielo, al tiempo que se colocan bajo la
Justicia Divina, de la cual nadie escapa. Oh Jesús Eucaristía, Tú amas las
almas, pero no puedes salvarlas si las almas no quieren ser salvadas, y si las
almas no quieren pasar por tu Misericordia, indefectiblemente deberán pasar por
tu Justicia, y el veredicto de la Justicia Divina para quien voluntariamente
rechaza la Divina Misericordia es su justa condenación eterna. Nuestra Señora de la Eucaristía, sé tú nuestra
celestial Intercesora, para que, amando y abrazando nuestra cruz de cada día,
negándonos a nosotros mismos, sigamos a Jesús por el Camino de la Cruz, vivamos
bajo los rayos de su Divina Misericordia y seamos abrasados en el Fuego del
Divino Amor que arde en su Sagrado Corazón Eucarístico.
Un
Padrenuestro, tres Ave Marías, un gloria, para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y
Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Las meditaciones están adaptadas
de: Monseñor Antonio Miquelini, Mensajes de Jesús a un sacerdote, Tomo
I, Ediciones El Buen Pastor, Buenos Aires 1989, 76-79.
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