Hora Santa en honor a
María Santísima[1]
Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor
a María Santísima.
Canto
inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
Primer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Virgen
María, Madre de Dios y Madre nuestra, por la Sangre de tu Hijo derramada en la
cruz por nuestra salvación, queremos unirnos a tu Inmaculado Corazón para
pedirte que nos concedas la gracia del arrepentimiento perfecto de nuestros
pecados, la gracia de la contrición del corazón; la gracia que pidió Santo
Domingo Savio: “Morir antes que pecar”; Tú que eres la Medianera de todas las
gracias, concédenos un vivo horror al pecado y un aprecio tan grande de la vida
de la gracia, que seamos capaces de preferir la muerte terrena antes que
cometer un pecado mortal o un pecado venial deliberado; concédenos la gracia de
que se hagan carne en nosotros las palabras de tu Hijo: “¿De qué le vale al
hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt
16, 26).
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
María, Virgen y Madre de Dios, que engendraste al Verbo
Eterno del Padre, encarnado en tus entrañas purísimas para nuestra salvación;
nos consagramos a tu Inmaculado Corazón, Puro y Limpidísimo, sin mancha de
pecado original, inhabitado por el Espíritu Santo; te pedimos a Ti, que desde
el primer instante de tu Inmaculada Concepción, glorificaste a Dios Uno y Trino
con la pureza de tu amor: queremos consagrarnos a tu Corazón Inmaculado para
unirnos a tu acción de gracias y a tu reparación y así, desde tu Corazón
Purísimo, reparar por los pecados de la humanidad; una humanidad que
ha destronado a Dios y a su Mesías, Jesucristo, de su corazón, para entronizar al pecado y al Príncipe de las tinieblas; queremos reparar, porque el mundo ya
no tiene en cuenta lo Sagrado; queremos reparar porque el mundo se ha olvidado
de Dios y de su Ley y lo ha reemplazado por las palabras humanas, palabras que sin Dios,
son palabras vacías, que sólo traen desolación y muerte; queremos reparar porque
el mundo ha convertido al dinero en el dios al que hay que adorar, en lugar del
Dios Único y Verdadero, encarnado en la Persona del Hijo, Cristo Jesús, nacido de tus entrañas purísimas en
Belén, Casa de Pan, para donarse al mundo como Pan de Vida eterna; concédenos
la gracia, Nuestra Señora de la Eucaristía, de que tu Hijo Jesús en la Eucaristía
sea para nosotros, el único alimento de nuestras almas y el Único Dios al cual adorar.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
María, Madre de Dios y Madre nuestra, Tú que amaste a tu
Hijo Dios con todo tu ser, con toda tu alma, con todo tu corazón, te pedimos,
por la Sangre de tu Hijo vertida en el Huerto de Getsemaní, y por el dolor que
oprimió su Sagrado Corazón ante la vista de nuestros pecados, que
nos concedas la gracia de un corazón renovado por el Amor de Jesús; que nuestro
corazón, duro y frío como la piedra, insensible ante las necesidades de
nuestros hermanos e indiferente ante su salvación, se convierta, por la Sangre
de tu Hijo vertido en él, en un corazón nuevo, lleno del Amor de Dios; un corazón
que, por la gracia, la pureza y el Amor de Dios que inhabite en él, sea una
imagen viva y una copia viviente del Sagrado Corazón de Jesús, para que pueda
unirse y fusionarse a Él por el Amor, porque sólo un corazón que ama y que está
en gracia, es capaz de unirse al Corazón de Dios, que “es Amor” (cfr. 1 Jn 4, 8); Dios es Amor, su Sagrado
Corazón está inhabitado por el Amor, y por lo tanto, sólo quien tenga el Amor
de Dios en su corazón, podrá unirse a Él y ser como Él, porque fuimos creados
por el Amor, para el Amor, para vivir del Amor Divino que se nos dona en el Pan
Vivo bajado del cielo, la Eucaristía; concédenos, Virgen Santísima, por tu Hijo
Jesucristo, la gracia de amar a todos, incluidos nuestros enemigos, para que,
por la misericordia, seamos capaces de imitar a nuestro Padre del cielo que es
misericordioso; intercede por nosotros, Madre de Dios, para que seamos capaces
de amar, con el Amor del Sagrado Corazón, a nuestros padres, imágenes vivas y
voz del Padre; a nuestros hermanos, en quienes está la Presencia de Jesús; a
los ancianos, fuente de sabiduría; a los animales y a la naturaleza, creaturas
nacidas de la Omnipotencia, Sabiduría Amor; a todos los hombres, de todas las
partes del mundo, para que no caigamos nunca en el error del
racismo y de la acepción de personas, porque son nuestros hermanos, creados por el
mismo y Único Dios. María, Madre del Amor Hermoso, enséñanos a amar, con el Amor
que inhabita en tu Inmaculado Corazón, porque el amor justifica, libera de
culpas, aligera y dulcifica las penas, da libertad, es camino de dulzura, de
bienestar; es deleite y fragancia celestial que enamora; es semejanza de Dios,
que “es Amor” y nos une a Él y nos hace semejantes a Él.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Virgen
María, Nuestra Señora de los Dolores, queremos unirnos a Ti y llevados por el
Amor de tu Inmaculado Corazón, subir contigo al Calvario, cargando la cruz de
todos los días, negándonos a nosotros mismos en nuestras pasiones, en nuestras
comodidades, en nuestros egoísmos, para ser crucificados junto a tu Hijo Jesús,
para morir al hombre viejo y nacer a la vida nueva de los hijos de Dios, los
hijos engendrados por Ti, en tu Inmaculado Corazón, al pie de la cruz; María
Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, intercede por nosotros, para que
recibamos la gracia de subir, junto contigo, al Monte Calvario, para contemplar
a Jesús que agoniza en medio de dolores inenarrables, en medio de dolores
terribles, lancinantes, quemantes; llévanos contigo al pie de la cruz, para
contemplar a tu Hijo Jesús, el Cordero de Dios “como degollado”, que derrama
hasta su última gota de Sangre por nuestra salvación, por nuestros pecados;
infunde en nosotros la gracia de comprender que Jesús muere en la cruz, con una
agonía y un dolor imposibles de ser imaginados y que esa agonía y ese dolor están causados por nuestros pecados personales; concédenos la gracia, Virgen
Santísima, de entender que la muerte de Jesús en la cruz está causada por mis
pecados personales y que son mis pecados actuales, los que aumentan sus
dolores, sus espasmos de agonía, su inmenso dolor y tristeza; concédenos la
gracia, Nuestra Señora de los Dolores, de entender que si el pecado nos produce
placer de concupiscencia, en Jesús se convierten en acerbos dolores, para que
de esta manera, si no nos mueve a no pecar más ni el temor al infierno ni el deseo del cielo, nos
mueva el amor a tu Hijo
Jesús y el deseo de no provocarle ya más heridas, más dolor, más tristezas, con
nuestros pecados. Tú, que al lado de la cruz besas los pies de tu Hijo amado,
mojando tus labios purísimos con la Sangre del Cordero, concédenos a nosotros
la gracia de que, arrodillados ante tu Hijo Jesús en la cruz, también besemos
sus pies, para que la Sangre del Cordero purifique y santifique nuestros
labios, nuestras mentes, nuestros corazones, nuestras manos, nuestras vidas, nuestro ser.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Virgen Santísima, Nuestra Señora de la Eucaristía, Tú que
engendraste a tu Hijo en Belén, Casa de Pan, para donarlo luego al mundo como
Pan de Vida eterna; Tú que adoraste a tu Hijo, el Pan Vivo bajado del cielo; Tú
que te alimentaste de su Amor, el Amor de Jesús Eucaristía, te pedimos que nos
concedas la gracia de imitarte en la Anunciación del Ángel, en la cual
recibiste a la Palabra de Dios encarnada con una mente sapientísima, un corazón
inmaculado y un cuerpo purísimo; concédenos, Nuestra Señora de la Eucaristía,
la gracia de imitarte en la Anunciación del Ángel, para recibir a la Palabra de
Dios encarnada en la Eucaristía, con un corazón puro, libre de amores mundanos, similar al tuyo; concédenos la
gracia de tener un corazón como el tuyo, que arda en un vivo amor por la
Presencia real de Jesús en la Eucaristía, con su Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad; te pedimos que nos concedas la gracia de una mente como la tuya,
iluminada por la Divina Sabiduría y por lo tanto, libre de errores, de falsedades,
de dudas, sobre la Presencia real de Jesús en la Eucaristía; te pedimos que nos
concedas la gracia de imitarte en la pureza de tu cuerpo inmaculado, templo del
Espíritu Santo, para que, por la confesión sacramental convirtamos a nuestros cuerpos también en templos del Espíritu Santo, en donde
ingrese Jesús Eucaristía por la comunión, para ser entronizad en nuestros corazones, convertidos por la gracia en altares
en donde sea el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús sea proclamado como nuestro único Rey, para ser amado y adorado en nuestros
corazones, en el tiempo y en la eternidad.
Un
Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres
Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
[1] Adaptación de: María, Madre y Maestra de los Apóstoles de
los Últimos Tiempos, de Agustín del Divino
Corazón.
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