viernes, 11 de septiembre de 2015

Hora Santa en honor a María Santísima



Hora Santa en honor a María Santísima[1]

         Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor a María Santísima.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, por la Sangre de tu Hijo derramada en la cruz por nuestra salvación, queremos unirnos a tu Inmaculado Corazón para pedirte que nos concedas la gracia del arrepentimiento perfecto de nuestros pecados, la gracia de la contrición del corazón; la gracia que pidió Santo Domingo Savio: “Morir antes que pecar”; Tú que eres la Medianera de todas las gracias, concédenos un vivo horror al pecado y un aprecio tan grande de la vida de la gracia, que seamos capaces de preferir la muerte terrena antes que cometer un pecado mortal o un pecado venial deliberado; concédenos la gracia de que se hagan carne en nosotros las palabras de tu Hijo: “¿De qué le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16, 26).

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         María, Virgen y Madre de Dios, que engendraste al Verbo Eterno del Padre, encarnado en tus entrañas purísimas para nuestra salvación; nos consagramos a tu Inmaculado Corazón, Puro y Limpidísimo, sin mancha de pecado original, inhabitado por el Espíritu Santo; te pedimos a Ti, que desde el primer instante de tu Inmaculada Concepción, glorificaste a Dios Uno y Trino con la pureza de tu amor: queremos consagrarnos a tu Corazón Inmaculado para unirnos a tu acción de gracias y a tu reparación y así, desde tu Corazón Purísimo, reparar por los pecados de la humanidad; una humanidad que ha destronado a Dios y a su Mesías, Jesucristo, de su corazón, para entronizar al pecado y al Príncipe de las tinieblas; queremos reparar, porque el mundo ya no tiene en cuenta lo Sagrado; queremos reparar porque el mundo se ha olvidado de Dios y de su Ley y lo ha reemplazado por las palabras humanas, palabras que sin Dios, son palabras vacías, que sólo traen desolación y muerte; queremos reparar porque el mundo ha convertido al dinero en el dios al que hay que adorar, en lugar del Dios Único y Verdadero, encarnado en la Persona del Hijo, Cristo Jesús, nacido de tus entrañas purísimas en Belén, Casa de Pan, para donarse al mundo como Pan de Vida eterna; concédenos la gracia, Nuestra Señora de la Eucaristía, de que tu Hijo Jesús en la Eucaristía sea para nosotros, el único alimento de nuestras almas y el Único Dios al cual adorar.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         María, Madre de Dios y Madre nuestra, Tú que amaste a tu Hijo Dios con todo tu ser, con toda tu alma, con todo tu corazón, te pedimos, por la Sangre de tu Hijo vertida en el Huerto de Getsemaní, y por el dolor que oprimió su Sagrado Corazón ante la vista de nuestros pecados, que nos concedas la gracia de un corazón renovado por el Amor de Jesús; que nuestro corazón, duro y frío como la piedra, insensible ante las necesidades de nuestros hermanos e indiferente ante su salvación, se convierta, por la Sangre de tu Hijo vertido en él, en un corazón nuevo, lleno del Amor de Dios; un corazón que, por la gracia, la pureza y el Amor de Dios que inhabite en él, sea una imagen viva y una copia viviente del Sagrado Corazón de Jesús, para que pueda unirse y fusionarse a Él por el Amor, porque sólo un corazón que ama y que está en gracia, es capaz de unirse al Corazón de Dios, que “es Amor” (cfr. 1 Jn 4, 8); Dios es Amor, su Sagrado Corazón está inhabitado por el Amor, y por lo tanto, sólo quien tenga el Amor de Dios en su corazón, podrá unirse a Él y ser como Él, porque fuimos creados por el Amor, para el Amor, para vivir del Amor Divino que se nos dona en el Pan Vivo bajado del cielo, la Eucaristía; concédenos, Virgen Santísima, por tu Hijo Jesucristo, la gracia de amar a todos, incluidos nuestros enemigos, para que, por la misericordia, seamos capaces de imitar a nuestro Padre del cielo que es misericordioso; intercede por nosotros, Madre de Dios, para que seamos capaces de amar, con el Amor del Sagrado Corazón, a nuestros padres, imágenes vivas y voz del Padre; a nuestros hermanos, en quienes está la Presencia de Jesús; a los ancianos, fuente de sabiduría; a los animales y a la naturaleza, creaturas nacidas de la Omnipotencia, Sabiduría Amor; a todos los hombres, de todas las partes del mundo, para que no caigamos nunca en el error del racismo y de la acepción de personas, porque son nuestros hermanos, creados por el mismo y Único Dios. María, Madre del Amor Hermoso, enséñanos a amar, con el Amor que inhabita en tu Inmaculado Corazón, porque el amor justifica, libera de culpas, aligera y dulcifica las penas, da libertad, es camino de dulzura, de bienestar; es deleite y fragancia celestial que enamora; es semejanza de Dios, que “es Amor” y nos une a Él y nos hace semejantes a Él.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores, queremos unirnos a Ti y llevados por el Amor de tu Inmaculado Corazón, subir contigo al Calvario, cargando la cruz de todos los días, negándonos a nosotros mismos en nuestras pasiones, en nuestras comodidades, en nuestros egoísmos, para ser crucificados junto a tu Hijo Jesús, para morir al hombre viejo y nacer a la vida nueva de los hijos de Dios, los hijos engendrados por Ti, en tu Inmaculado Corazón, al pie de la cruz; María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, intercede por nosotros, para que recibamos la gracia de subir, junto contigo, al Monte Calvario, para contemplar a Jesús que agoniza en medio de dolores inenarrables, en medio de dolores terribles, lancinantes, quemantes; llévanos contigo al pie de la cruz, para contemplar a tu Hijo Jesús, el Cordero de Dios “como degollado”, que derrama hasta su última gota de Sangre por nuestra salvación, por nuestros pecados; infunde en nosotros la gracia de comprender que Jesús muere en la cruz, con una agonía y un dolor imposibles de ser imaginados y que esa agonía y ese dolor están causados por nuestros pecados personales; concédenos la gracia, Virgen Santísima, de entender que la muerte de Jesús en la cruz está causada por mis pecados personales y que son mis pecados actuales, los que aumentan sus dolores, sus espasmos de agonía, su inmenso dolor y tristeza; concédenos la gracia, Nuestra Señora de los Dolores, de entender que si el pecado nos produce placer de concupiscencia, en Jesús se convierten en acerbos dolores, para que de esta manera, si no nos mueve a no pecar más ni el temor al infierno ni el deseo del cielo, nos mueva el amor a tu Hijo Jesús y el deseo de no provocarle ya más heridas, más dolor, más tristezas, con nuestros pecados. Tú, que al lado de la cruz besas los pies de tu Hijo amado, mojando tus labios purísimos con la Sangre del Cordero, concédenos a nosotros la gracia de que, arrodillados ante tu Hijo Jesús en la cruz, también besemos sus pies, para que la Sangre del Cordero purifique y santifique nuestros labios, nuestras mentes, nuestros corazones, nuestras manos, nuestras vidas, nuestro ser.

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Virgen Santísima, Nuestra Señora de la Eucaristía, Tú que engendraste a tu Hijo en Belén, Casa de Pan, para donarlo luego al mundo como Pan de Vida eterna; Tú que adoraste a tu Hijo, el Pan Vivo bajado del cielo; Tú que te alimentaste de su Amor, el Amor de Jesús Eucaristía, te pedimos que nos concedas la gracia de imitarte en la Anunciación del Ángel, en la cual recibiste a la Palabra de Dios encarnada con una mente sapientísima, un corazón inmaculado y un cuerpo purísimo; concédenos, Nuestra Señora de la Eucaristía, la gracia de imitarte en la Anunciación del Ángel, para recibir a la Palabra de Dios encarnada en la Eucaristía, con un corazón puro, libre de amores mundanos, similar al tuyo; concédenos la gracia de tener un corazón como el tuyo, que arda en un vivo amor por la Presencia real de Jesús en la Eucaristía, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; te pedimos que nos concedas la gracia de una mente como la tuya, iluminada por la Divina Sabiduría y por lo tanto, libre de errores, de falsedades, de dudas, sobre la Presencia real de Jesús en la Eucaristía; te pedimos que nos concedas la gracia de imitarte en la pureza de tu cuerpo inmaculado, templo del Espíritu Santo, para que, por la confesión sacramental convirtamos a nuestros cuerpos también en templos del Espíritu Santo, en donde ingrese Jesús Eucaristía por la comunión, para ser entronizad en nuestros corazones, convertidos por la gracia en altares en donde sea el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús sea proclamado como nuestro único Rey, para ser amado y adorado en nuestros corazones, en el tiempo y en la eternidad.

Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.





[1] Adaptación de: María, Madre y Maestra de los Apóstoles de los Últimos Tiempos, de Agustín del Divino Corazón.

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