Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en este tiempo
de Cuaresma, en reparación por nuestros pecados y los del mundo entero. Nos unimos
a las intenciones del Santo Padre y de la Iglesia Universal.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos
méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os
pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Postrado a vuestros pies
humildemente”.
Meditación
Enunciación
del Primer Misterio del Santo Rosario (Misterios de Dolor)
Meditación
La
Cuaresma es el tiempo litúrgico por excelencia en el que, como hijos de la
Iglesia, nos reconocemos pecadores, porque somos hijos de Adán, engendrados del
pecado que de Adán, por medio de la concupiscencia, pasa a todos nosotros[1]. Y
al reconocernos pecadores, intensificamos la penitencia, la oración, el ayuno,
como medios espirituales para unirnos al sacrificio en cruz de Jesús y así
expiar nuestros pecados y los de nuestros hermanos. La Cuaresma es el tiempo
propicio que nos concede nuestra Santa Madre Iglesia para reflexionar acerca de
nuestra condición de pecadores, de hijos de Adán, que como tales, estamos
llenos de pecados y cometemos pecados, aun queriendo hacer el bien, pero que
ponemos nuestra esperanza en nuestro Redentor, Jesucristo, quien cargando sobre
sus hombros nuestros pecados, los lavó con su Sangre, los crucificó en el Calvario
y los hizo desaparecer para siempre con la Resurrección. Por eso nuestra
esperanza como pecadores es Cristo Jesús y solo Cristo Jesús, que carga con su
cruz camino del Calvario; solo tomando nuestra cruz de cada día –dolores,
enfermedades, sufrimientos, tribulaciones, persecuciones, angustia, y muerte-,
y caminando detrás de Jesús, siguiendo sus huellas ensangrentadas en el Via Crucis, podremos crucificar al
hombre viejo, el hombre del pecado, y renacer al hombre nuevo, el hombre que
por la gracia vive la vida nueva de los hijos de Dios.
Jesús, queremos pedirte especialmente por nuestros hermanos
que sufren, sobre todo por quienes sufren por los fenómenos climáticos (especialmente
por los inundados); queremos también reparar por quienes en Cuaresma viven
ajenos a tu sacrificio redentor, llevando una vida de pecado y reviviendo así
tu Pasión, tus flagelos, tu corona de espinas, tu crucifixión, y volviendo vano
tu sacrificio en cruz. Queremos reparar también por nosotros mismos, por
cuantas veces no somos capaces de entrever el misterio de la Cuaresma y vivimos
mundanamente, sin unirnos espiritualmente a tu Pasión, sin ofrecer sacrificios
ni ayunos y sin obrar las obras de misericordia.
Te
adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la
Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y
te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus
amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de
nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Segundo Misterio del Santo Rosario
Meditación
La
Cuaresma es tiempo de oración, de ayuno, de penitencia, de obras de
misericordia, pero no como meros ejercicios piadosos que los miembros de la
Iglesia repiten año a año; por la Cuaresma, la Iglesia participa, misteriosa
pero realmente, de la oración, del ayuno, la penitencia y la misericordia que por nosotros, hombres inmersos en el pecado, realizó Jesús, Cabeza de la
Iglesia. La
Cuaresma, por lo tanto, es ser llevados, también nosotros, espiritual y
místicamente, por el Espíritu Santo, al desierto, como Cuerpo Místico, de la oración de Jesús, Cabeza de la Iglesia, que así nos salva y salva al mundo. Vistos de esta manera, orar,
ayunar, hacer penitencia, hacer caridad, no son meros actos piadosos y
costumbristas que los integrantes de un grupo religioso repetimos año a año: es
el Espíritu Santo, Alma de la Iglesia, quien nos une a Cristo, orante y
penitente en el desierto; es el Espíritu Santo, Alma de nuestra alma, quien nos
inspira el deseo de orar, de hacer penitencia, de hacer ayuno -sobre todo el ayuno del
mal-; es el Espíritu Santo quien nos inspira obrar la caridad hacia nuestros hermanos más necesitados, viendo en
ellos la Presencia misteriosa, invisible pero real, de Jesús, que sufre en
ellos. “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto”, dice el Evangelio, y
allí pasó cuarenta días y cuarenta noches orando y ayunando. El tiempo
litúrgico de la Cuaresma consiste entonces en una participación misteriosa, por acción
del Espíritu, de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, a su oración y penitencia en el desierto. En
Cuaresma la Iglesia, Cuerpo Místico de Jesús, se une a su Cabeza y, animada por
su mismo Espíritu, el Espíritu Santo, ora con Él, ayuna con Él, hace penitencia
con Él, obra la misericordia con Él, y lo hace por la salvación del mundo. Puesto
que está unida a Él por el Espíritu, la Iglesia, Cuerpo de Cristo, hace todo lo
que hace Cristo en sus cuarenta días en el desierto, y todo lo hace por la
salvación del mundo, por la conversión de los pecadores, sobre todo los más
empedernidos, aquellos que se encuentran a un paso de la eterna condenación. Ése
es el sentido de la Cuaresma, y con ese sentido lo hacemos nosotros, hijos de
la Iglesia.
Jesús, unidos a Ti, inspirados y movidos por tu Espíritu de Amor, queremos reparar por quienes cometen diversos pecados: por quienes se apropian
indebidamente de los bienes de sus hermanos; por los jóvenes que malgastan y
desperdician sus vidas consumiendo toda clase de substancias tóxicas y por los que profanan sus cuerpos, que fueron creados para ser templos del Espíritu Santo y moradas de la Santísima Trinidad; por los
que Domingo a Domingo te abandonan en la Eucaristía, reemplazando la Santa Misa
por las diversiones mundanas; por los cristianos que te han olvidado en tu
Presencia Eucarística, y piensan que Tú en la Eucaristía eres un ser de
fantasía; por los que roban la Eucaristía para profanarla; por los que cometen
actos de ocultismo, de satanismo, de magia, de brujería, de superstición, y de
toda clase de cosas prohibidas; por los que faltan a la piedad en el templo,
conversando, pensando banalidades, actuando como si estuvieran en una sala de
espectáculos; por los que cometen violencias de todo tipo contra sus hermanos,
especialmente por los que roban, secuestran, abusan, y ejercen el terrorismo,
usando de modo sacrílego el santo Nombre de Dios, que nunca debe ser usado para
ejercer la violencia de modo irracional, injusto e inhumano; por los que
blasfeman contra Ti y contra tu Santísima Madre, la Virgen María; por los que
ofenden al Papa y a la Iglesia; por los que no viven los Mandamientos de Dios;
por todos los pecados cometidos contra la santidad de la familia y del
matrimonio; por el pecado horrible del aborto; por el pecado de la eutanasia y
por todos los pecados de todos los hombres de todos los tiempos.
Te
adoramos, oh Jesús Eucaristía, y te damos gracias por tu Pasión redentora, por la
Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y
te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus
amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de
nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Tercer Misterio del Santo Rosario
Meditación
Jesús
fue llevado al desierto y oró y ayunó por cuarenta días, al cabo de los cuales,
fue tentado por el Demonio (cfr. Mt
4, 1ss). Jesús venció las tentaciones con la Palabra de Dios, con el ayuno y la
penitencia, y así nos da ejemplo a nosotros, para que también nosotros sepamos cómo
vencer a las tentaciones y para que sepamos también que no existe absolutamente
ninguna tentación que no pueda ser vencida, si estamos unidos a Él. Si permanecemos
solos seremos vencidos con la más pequeña tentación, pero si estamos unidos a
Jesús en el desierto, venceremos a todas las tentaciones, por más fuertes que
éstas sean. Pero también tenemos que saber que, mucho más que darnos ejemplo de
cómo vencer las tentaciones, Jesús nos da no solo su misma fuerza divina, sino
que nos da su mismo Ser divino, y esto lo hace en la comunión eucarística,
puesto que en la comunión eucarística se dona Él mismo, con su Persona divina,
con su naturaleza humana glorificada y con todo su Ser divino, para inhabitar
en nosotros, para quedarse en nuestros corazones, para que nuestros corazones
sean como otros tantos altares en donde Él sea adorado en la Eucaristía. Cada comunión
eucarística, por lo tanto, realizada con piedad, con amor, en la que nos
unimos, por el Espíritu Santo, a Jesús, constituye para nosotros un
fortalecimiento que supera nuestra capacidad de imaginación, de manera tal que
no solo nos volvemos capaces de resistir a las más duras tentaciones, sino que
salimos triunfantes de ellas porque es Cristo quien, con su Ser divino, con su
poder divino y con su vida divina, viviendo en nosotros, las vence por
nosotros. Comulgar en Cuaresma, entonces, no debe ser nunca un rito
costumbrista, mecánico ni vacío: es el alimento celestial, el Pan Vivo bajado
del cielo, con el cual, mucho más que fortalecemos en la lucha contra el
Demonio, nuestro enemigo mortal, nos asemejamos cada vez más al Hombre-Dios,
Jesucristo, nuestro hermano, lo cual constituye el objetivo de nuestro paso por
esta vida terrena.
Jesús,
queremos reparar por quienes ejercen violencia contra los cristianos,
persiguiéndolos, torturándolos, quemándolos vivos, decapitándolos, por el solo
hecho de ser cristianos, por pertenecer a la “nación de la cruz”; te pedimos
por su conversión, porque son asesinos despiadados, sin misericordia, que a su
vez serán encontrados faltos de misericordia en sus propios juicios
particulares, si no se convierten, y así recibirán el justo pago por sus obras
malvadas, la eterna condenación, en donde serán castigados sin piedad por
siglos sin fin; Jesús, te pedimos que conviertas sus duros corazones de piedra,
incapaces de sentir compasión por sus hermanos, en corazones de carne, en donde
pueda actuar tu gracia santificante, porque Tú dijiste que “Dios puede
convertir a las piedras en hijos de Abraham”, entonces te pedimos que hagas lo
mismo con estos asesinos crueles, antes de que para ellos sea demasiado tarde.
Te
adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la
Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y
te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus
amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de
nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Cuarto Misterio del Santo Rosario
Meditación
El
Demonio tentó a Jesús diciéndole que convirtiera a las piedras en pan, para que
satisfaciera su hambre y rompiera el ayuno, y así suspendiera su unión con Dios,
su oración, su penitencia y su obra de salvación, dando más prioridad a la
satisfacción del hambre corporal, antes que la espiritual, y por eso Jesús le
contesta que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca de Dios”, y es así como el cristiano, no solo se alimenta del pan
material, sino ante todo del Pan celestial, la Eucaristía, el verdadero Maná
bajado del cielo; luego lo tentó para que se arrojara del pináculo del templo,
ya que los ángeles de Dios impedirían que se hiciera daño, con lo cual
pretendía que Dios hiciera un milagro que no estaba en sus planos, que no era
necesario y que no servía para nada, puesto que no era su voluntad que Jesús se
arrojara desde el pináculo del templo, y así Jesús nos enseña que debemos
desconfiar de nosotros mismos y de todo pensamiento que se aleje de la Voluntad
de Dios, pues proviene del maligno; Dios quiere nuestra salvación, y no podemos
pedir milagros que no nos sirvan para la eterna salvación: lo único que debemos
pedir, más que milagros clamorosos pero inútiles, es que Jesús nos haga ser
víctimas de la Divina Justicia y de la Divina Misericordia; que nos haga
participar de su Pasión en Cuerpo y Alma; que nos dé su corona de espinas, que nos
haga beber del cáliz de sus amarguras y que nos haga sentir sus propias penas,
las penas que estrujan y oprimen su Sagrado Corazón, las penas de ver cómo
tantas almas, en todo momento y lugar, se dirigen al abismo de la eterna condenación;
es esto lo que debemos pedir, y no milagros absurdos, como la tentación del
demonio, y así, pidiendo participar de su cruz, participaremos de su redención
seremos fuente de salvación, unidos a Cristo, para nuestros hermanos; por
último, el Demonio lo tentó con las riquezas y los poderes del mundo, a cambio
de que se postrara ante él y lo adorara; Jesús, negándose, le contestó que “solo
a Dios adorarás, y a nadie más que Él”, porque solo Dios merece ser adorado, porque
solo Él es Amor , Bondad, Justicia, Sabiduría, Omnipotencia, infinitas, y a
quienes se postran en adoración ante Él, Dios lo colma de riquezas, pero no las
riquezas materiales, terrenas, mundanas, sino las riquezas que realmente valen,
las riquezas de la gracia, de la paz del corazón, de la alegría profunda y
verdadera, y también lo colma de poder, pero no el poder efímero del mundo,
como hace el Demonio, sino que Dios le da el poder, a quien lo adora, de ser su
hijo adoptivo, y un hijo adoptivo de Dios, tiene más poder que los más
poderosos hombres de la tierra, porque tiene en su corazón al Rey de reyes,
Jesucristo el Señor.
Te
adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la
Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y
te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus
amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de
nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Quinto Misterio del Santo Rosario
Meditación
La
Cuaresma es tiempo de oración, de ayuno, de penitencia, de meditación de la
Palabra de Dios, como medio para lograr la conversión del corazón, que se
encuentra apegado a las cosas bajas y terrenas. Antes de la conversión, el
corazón se encuentra oscurecido por el pecado, y vuelto hacia las cosas de la
tierra. La imagen con la que se puede graficar la conversión es la del girasol:
durante la noche, el girasol está cerrado en sí mismo y doblado hacia la
tierra; es el corazón sin Dios y su gracia y sin el conocimiento de Cristo, y
por lo tanto lleno de oscuridad y de malicia, cerrado al amor de Dios y
encerrado en su egoísmo y soberbia, y vuelto además hacia los atractivos
mundanos y terrenos. Pero así como el girasol, cuando comienza a amanecer y en
el cielo aparece la Estrella brillante de la mañana, el Lucero de la Aurora,
que anuncia la próxima llegada del sol, se incorpora, abre su corola y, a
medida que el sol aparece en el firmamento y comienza su desplazamiento por él,
y el girasol, paulatinamente, va incorporándose y abriendo sus pétales, dejando
de estar inclinado hacia la tierra y dirigiendo su corola al sol, siguiéndolo
en su desplazamiento por el cielo; de la misma manera, el corazón, cuando
ingresa la gracia, por medio de la Estrella de la mañana, que es la Virgen,
Medianera de todas las gracias, que anuncia la llegada de su Hijo, el Sol de
justicia, se levanta y deja de mirar las cosas de la tierra, se llena de luz,
con la luz de la gracia, y dirige su mirada al Sol Eterno, Jesucristo, que lo
ilumina con su luz divina y gloriosa desde la Eucaristía. Que la contemplación y
la adoración eucarística, guiada por la Virgen, Nuestra Señora de la
Eucaristía, sea entonces el motor del amor que guíe nuestro itinerario
espiritual cuaresmal hacia la conversión del corazón, y que sea a la vez el
término y el objetivo final de la misma, la alegría pascual, la alegría de
contemplar a Cristo resucitado, vivo y glorioso, así en la Eucaristía como en
el cielo.
Te
adoramos, oh Jesús Eucaristía, te damos gracias por tu Pasión redentora, por la
Pasión por la cual nos salvaste, derramando hasta tu última gota de Sangre, y
te pedimos la gracia de participar de tu Pasión y de beber del cáliz de tus
amarguras, para así mitigar tus sufrimientos, prestándote el lienzo blanco de
nuestros corazones, para que puedas enjugar con ellos tu Santa Faz. Amén.
Meditación
final
Jesús,
en esta Cuaresma queremos reparar por todos los pecados de la humanidad y por
todos los sacrilegios, indiferencias, ingratitudes y desprecios que sufres en
la Eucaristía; para hacerlo, nos ofrecemos como víctimas en unión a Ti, Víctima
Inocente, en el sacrificio de la cruz, y te ofrecemos a Ti mismo en la cruz, en
el Santo Sacrificio del Altar, en la Eucaristía, y al Inmaculado Corazón de
María, con todos sus actos de amor hacia Ti, en él contenidos. Amén.
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos
méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de María, os
pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
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