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al Oratorio, hacemos una genuflexión ante el Santísimo Sacramento del altar,
como señal exterior de la adoración interior que tributamos en nuestros
corazones al Dios de la Eucaristía. Nos postramos interiormente y nos
humillamos ante la Presencia sacramental de Cristo Jesús. Hacemos silencio,
tanto exterior como interiormente, porque es imposible escuchar la Voz de Dios,
que nos habla desde la Eucaristía, en medio del bullicio y del estrépito. El
silencio es un bien preciado, porque nos facilita el escuchar al Cordero de
Dios que desde la Eucaristía nos habla con suave susurro al corazón. Escuchando
al Dios de la Eucaristía, podremos luego escuchar a nuestro prójimo en su
pedido de auxilio. Pedimos a María Santísima que sea Ella quien dirija nuestra
oración, para que suba ante el trono de la majestad de Dios Uno y Trino, como suave
perfume de agradable aroma. Pedimos también la asistencia de nuestros ángeles
custodios, para que nuestra oración sea agradable a nuestro Rey y Señor, Jesús
Eucaristía. Ofrecemos esta Hora Santa en reparación por los ultrajes y ofensas
cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.
Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres
veces).
Canto de entrada:
"Sagrado Corazón, eterna alianza".
Meditación
Jesús Eucaristía, te
ofrecemos esta Hora Santa en reparación por aquellos hermanos nuestros que
blasfeman contra tu Madre Amantísima, María. ¡No les tengas en cuenta este
horrible pecado! Mira más bien aquello que te ofrecemos en reparación, tu mismo
Corazón traspasado, y el Corazón Inmaculado de María Santísima, y por estos
dones de valor inestimable que te ofrecemos, no les tengas en cuenta los horribles
ultrajes que estos hermanos nuestros cometen contra tu Madre, sin darse cuenta
de lo que hacen. Si supieran que María Santísima es la Flor de los cielos, que
enamora al mismísimo Dios Uno y Trino, jamás osarían ultrajar su nombre. Si supieran
que María Santísima es el Sagrario Viviente, elegido desde la eternidad por la
Trinidad, a causa de su Pureza Inmaculada y su Belleza sin par, para alojar a
Aquel a quien los cielos no pueden contener, y ante cuyo esplendor el astro sol
no es más que una oscura sombra, nunca osarían profanar el santísimo nombre de
María. ¡Apiádate de nuestros hermanos, extraviados a causa de las tinieblas que
envuelven sus mentes y corazones, y a través de tu Madre conmueve sus corazones
para que nunca jamás te ofendan y comiencen a alabarte en el tiempo y continúen
haciéndolo por la eternidad!
Silencio para
meditar.
Jesús Eucaristía, acepta la ofrenda de nuestros corazones contritos
y humillados, tu mismo Corazón y el Corazón Inmaculado de María, en reparación
por aquellos que niegan la virginidad de María Santísima, provocándote acerbos
dolores y enormes penas. Queremos reparar el dolor que te producen las almas
que blasfeman en contra de la virginidad de Madre Amantísima. En reparación por
estas ofensas, renovamos pública y firmemente nuestra fe en la virginidad de
María antes, durante y después del parto. Creemos firmemente que María fue
concebida Pura y Limpidísima, sin la oscura mancha del pecado, y que esa Pureza
Inmaculada de su Concepción hizo de Ella la Única creatura digna de recibirTe a
Ti, Palabra del Padre, primero en su mente y en su Corazón, y luego en su
Cuerpo virginal, convirtiéndose así en el Sagrario Viviente que deslumbra a los
ángeles y hasta al mismo Dios a causa de su hermosura. Creemos firmemente que María
Virgen jamás perdió su virginidad; que fue Virgen antes del parto, durante el
parto y después del parto, y que permanece y permanecerá siempre Virgen por los
siglos infinitos. Creemos que María Virgen fue en la Concepción y en el Parto
como un diamante purísimo, y que así como este atrapa a la luz del sol y la
encierra en sí mismo para luego irradiarla, asombrando a todos por el
resplandor que emite, así la Virgen Santísima encerró en su Cuerpo Inmaculado,
en su Útero virginal, a la Luz Eterna, Dios Hijo, y luego de revestirla con su
propia carne y alimentarla con su propia sangre, como hace toda madre con su
hijo, dio luego a luz a esta Palabra encarnada, que estando Ella arrodillada, salió
de su vientre virginal así como un rayo de luz atraviesa un cristal, y así como
el rayo de sol, cuando atraviesa el cristal, lo deja intacto, del mismo modo la
Virgen, luego del Nacimiento virginal permaneció Virgen como antes del parto, y
permanece y permanecerá Virgen por los siglos infinitos, como asombroso
testimonio eterno del Amor trinitario. ¡Apiádate, oh Buen Jesús, de quienes
niegan la virginidad de tu Madre, porque no saben lo que dicen!
Silencio para
meditar.
Jesús Eucaristía,
queremos reparar y pedirte perdón por aquellos que niegan en María Santísima su
condición de ser Madre de Dios. No comprenden que Tú eres Dios Hijo, engendrado
eternamente por el Padre y que te encarnaste en el seno de María Virgen sin
dejar de ser Dios, para nacer virginalmente de Ella en el tiempo, como
Hombre-Dios, como Dios Verdadero de Dios Verdadero, engendrado en la eternidad
por el Padre y, como Hombre Perfecto, nacido en el tiempo de María Virgen. Ten
piedad de nuestros hermanos, que no pueden apreciar la inmensidad del Amor
trinitario, que para atraer a los hombres a sí mismo quiso manifestarse no en
el esplendor de su poder y majestad, sino como un pequeño y desvalido Niño en
brazos de su Madre. Ten compasión de quienes no aceptan ni honran a María como
a tu Madre, como la Madre de Dios, porque al negarla como Madre tuya, oscurecen
para sí mismos el misterio que asombra a los ángeles en el cielo, que el Amor
de Dios Trino se manifieste a los hombres a través de una Madre Virgen, la
Madre de Dios.
Silencio para
meditar.
Jesús Eucaristía,
Dios del sagrario, te pedimos perdón y reparamos por aquellos que niegan en
María Santísima su condición de ser Mediadora de todas las gracias, con lo cual
cierran para sí mismos la oportunidad de su propia salvación, porque fuiste Tú
quien constituiste a tu Madre como celestial Dispensadora de tus dones.
Apiádate de estos hermanos nuestros, Jesús, porque al negar a tu Madre como
Medianera de todas las gracias, se comportan como sedientos que se niegan a
beber de una fuente de agua pura y cristalina; al rechazar la Mediación de
María, son como hambrientos que se niegan a servirse de un banquete suculento y
substancioso, exponiéndose a una muerte segura. ¡Acepta, oh Jesús, nuestra
humilde reparación y recibe como ofrenda tu propio Corazón y el Corazón
Inmaculado de María, y haz que nuestros hermanos conozcan y amen a tu Madre y
de Ella reciban todas las gracias necesarias para la eterna salvación!
Silencio para
meditar.
Jesús Eucaristía, te
pedimos perdón y reparamos por aquellos de nuestros hermanos que niegan en
María Santísima su condición de ser Corredentora. Ten piedad de su ceguera, que
les impide ver que Ella no solo te acompañó a lo largo del Via Crucis,
sino que participó con su Corazón Inmaculado de todas tus penas y de todos tus
dolores, convirtiéndose, por Ti y junto contigo, en Corredentora de los hombres,
y de manera tal que nadie puede salvarse si no acude a Ti como Redentor y a tu
Madre como Corredentora. Ten piedad, Jesús, de nuestros hermanos, que al negar
a tu Madre niegan al mismo tiempo la salvación que viene de Ti, porque así como
nadie puede salvarse fuera de la Iglesia, así tampoco nadie puede salvarse sin
Ti, y nadie puede llegar a Ti si no es llevado en los amorosos brazos de tu
Madre, la Virgen María.
Silencio para
meditar.
Meditación final
Jesús Eucaristía,
debemos ya retirarnos, para continuar con los deberes de cada día. Nos vamos,
pero dejamos en las manos purísimas de María nuestros pobres corazones, a fin
de que Ella los custodie en su Inmaculado Corazón y los presente ante Ti, para
que estén siempre ante tu Presencia. Ten piedad de nosotros y de nuestros
hermanos, por quienes hemos ofrecido esta Hora Santa. Por el Inmaculado Corazón
de María y por tu Sacratísimo Corazón Eucarístico, no mires nuestros pecados ni
los de nuestros hermanos que, a causa de sus pecados, están envueltos en las
tinieblas; compadécete, por tu gran misericordia, por tu infinita Bondad, por
tu Eterno Amor, y concédenos, a ellos y a nosotros, que conozcamos y amemos
cada vez más a tu Madre Amantísima, de modo que alcancemos de Ella las gracias que
provienen de Ti, necesarias para la eterna salvación, para que podamos algún
día, todos juntos, cantar tus alabanzas en tu Presencia, por toda la
eternidad. Amén.
Oración final:
"Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por los
que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).
Canto de salida: "Un
día al cielo iré y la contemplaré ".
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