Inicio: Debido
al peligro inminente de guerra en Siria, el Santo Padre Francisco ha pedido a
toda la Iglesia una jornada de "ayuno y oración" para pedir el don de
la paz y evitar lo que con toda seguridad se convertirá en una "inútil
masacre" y en la puerta abierta para un conflicto más generalizado. En unión con el Santo Padre, acudimos ante la Presencia de Jesús Sacramentado para implorar la paz que sólo
Él puede dar, y para pedir que la luz de la Sabiduría divina, que de Él procede
como de su fuente, esfume las tinieblas de las mentes y corazones de los
poderosos del mundo, que ven en la guerra y en la muerte de inocentes el único
camino para solucionar las diferencias entre los pueblos. Rogamos también la
intercesión de María Santísima, Reina de la paz, para que cambie los intentos
homicidas de los hombres de guerra por los deseos de paz y bien de los hijos de
Dios. Que San Miguel Arcángel, Jefe de la milicia celestial, nos asista en la
oración, junto a nuestros santos ángeles custodios, para que la paz que brota
de Jesús Eucaristía se esparza por todos los confines de la tierra, sobre todo
en aquellos lugares más amenazados por la guerra .
Canto de entrada:
"Sagrado Corazón eterna alianza".
Oración inicial:
"Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los
que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).
"Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en
reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo
es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón
y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres
pecadores".
Meditación
Jesús, Rey pacífico,
Tú eres la paz en sí misma; Tú eres la verdadera paz, la paz que brota de tu
Sagrado Corazón, que es el Corazón de Dios Trino; de Ti procede la paz profunda y sin límites, como un océano sin playas, la paz que nos concediste al reconciliarnos con
Dios, al precio de tu Sangre; de Ti desciende la paz como un mar de infinita
quietud, que hace reposar al alma en el seno mismo de Dios Trinidad; de Ti
procede la paz que solo Tú puedes dar, la paz en la que viven los ángeles de
luz que cantan de gozo en tu Presencia. No permitas, oh Buen Jesús, que los
hombres aliados con el ángel caído, promotores de la guerra y de la muerte,
triunfen sobre la paz que Tú das, la paz que eres Tú en Persona. Destruye sus
planes de guerra, de desolación y de aniquilación, planes que siembran la
muerte y el odio, planes que surgiendo del Príncipe de las tinieblas, se
esparcen sembrando discordia y muerte entre los hombres. Que tu Madre, María
Santísima, Reina de la paz, interceda para que la paz baje de Ti hacia los
corazones humanos como un torrente inagotable de luz y de gracia y así los
seres humanos vivamos no en la discordia, sino en tu paz y en tu Amor.
Silencio para
meditar.
Jesús, Rey de la paz, Tú dijiste en el Evangelio: "La paz os
dejo, la paz os doy, no como la da el mundo"; Tú nos das la paz, la paz de
Dios, que es tu paz, la que Tú nos conseguiste al precio de tu Sangre, reconciliándonos con Dios; Tú
derramaste tu Sangre en el Calvario para cancelar y destruir definitivamente el
pecado que nos enemistaba con Dios, y al caer tu Sangre sobre nuestras almas,
destruiste el pecado y nos concediste tu
Espíritu de Amor, Amor que nos permite amar a Dios como Él se ama a sí mismo, y de
esa manera dejamos de ser sus enemigos para ser sus hijos y amigos. Jesús, Tú
quieres unirnos a todos los hombres en tu Sagrado Corazón, sede el Amor divino;
infunde tu Espíritu para que, unidos a Ti y vivificados por tu gracia, todos los
hombres formemos un solo Cuerpo y un solo espíritu en Ti y así, unidos en el
Amor Santo de Dios, Te glorifiquemos en el tiempo y en la eternidad. Pídele a tu Madre, la Virgen, Reina de la paz, que por el infinito Amor que nos tienes, prepare los corazones para un Nuevo y Universal Pentecostés, para que descendiendo el Espíritu Santo en la Sangre que brota de tu Sagrado Corazón traspasado, arrebate este Espíritu de Dios, en el Amor divino, las mentes y corazones humanos y así todo el mundo glorifique y ensalce tu infinita Misericordia, en el tiempo y en la eternidad.
Silencio para
meditar.
Jesús, Rey de la
paz, con tu Cruz derribaste el muro de odio que separaba a los hombres y mediante
el don del Espíritu Santo, quieres unirlos a todos en tu Cuerpo para
conducirlos al seno eterno del Padre; Jesús, Rey pacífico, con tu Sangre
derramada en la Cruz inundaste el mundo con la paz y el Amor de Dios,
destruyendo la semilla de discordia y enemistad que crece en el corazón humano,
semilla plantada y sembrada en él por el ángel de las tinieblas y cultivada por
los hombres aliados a él; Jesús, con tu Sangre derramada en la Cruz
restableciste la paz de los hombres con Dios y entre sí mismos al destruir la causa
de la enemistad con Dios, el pecado; por tu Sangre derramada y por el dolor del
Inmaculado Corazón de María, no permitas que los sembradores del odio y la
división prevalezcan sobre los hombres, adquiridos por Ti al precio de tu
Muerte en Cruz. Envía tu Espíritu Santo, para que desaparezcan para siempre, de
la faz de la tierra y del corazón humano, la semilla de división y
enfrentamiento entre los hombres, y haz que reine en ellos, como un anticipo de
la alegría eterna del cielo, la armonía, la concordia, la mansedumbre y la paz
de tu Corazón y del Corazón Inmaculado de María, Reina de la paz.
Silencio para
meditar.
Jesús, manso y
humilde de Corazón, cuya mansedumbre infinita te llevó a soportar toda clase de
humillaciones en la Pasión, dejándote conducir a la muerte de Cruz, como un
cordero que es llevado al matadero, infunde esa tu misma mansedumbre en los
corazones de los hombres que, sin la paz que viene de Ti, se vuelven lobos de
sus hermanos. Jesús, hoy el mundo se ha convertido en un lugar siniestro y
oscuro, en donde se escuchan los gruñidos y aullidos de hombres violentos que
con su violencia buscan despedazar a su prójimo con toda clase de obras malas;
Jesús, manso Cordero de Dios, infunde de tu mansedumbre y de tu paz a todos los
seres humanos, para que desaparezcan los lobos con forma humana y se conviertan
en mansos y humildes corderos que, imitándote a Ti, Cordero de Dios, inmolen
sus vidas en el altar eucarístico por la salvación del mundo.
Silencio para
meditar.
Jesús, Rey pacífico,
hoy suenan tambores de guerra, porque la guerra es vista por muchos hombres
siniestros, como una forma de honrar, idolátrica y sacrílegamente, a Moloch,
demonio de la guerra, presentándole, como ofrenda macabra, la sangre de miles y
miles de inocentes: Tú, Rey pacífico, que te inmolaste en la Cruz para darnos
la paz de Dios, no permitas que triunfen sobre la humanidad los oscuros planes
de muerte de los hombres sin Dios; Jesús, que en la Cruz destruiste con el Amor
divino al odio que reina en el corazón del hombre, odio que lleva a inventar y
a disparar toda clase de armas con las que los hombres se aniquilan entre sí,
mira a nuestro mundo de hoy, en donde la producción y venta de armas es el
principal y más lucrativo negocio, negocio que enriquece a hombres sin
escrúpulos con dinero de sangre, dinero bañado en la sangre de hombres, mujeres
y niños que pagan con su vida su inocencia y su pertenencia a Ti: por el dolor
del Corazón de la Virgen, no permitas que la sed de dinero y poder prevalezca
sobre tu Amor y tu Sangre, y derrama sobre los corazones humanos tu gracia
santificante, que como agua la más cristalina, los limpie de toda mancha de
pecado, sobre todo el pecado de la discordia y de la guerra, y haz que sus
corazones se conviertan en otros tantos altares en donde te adoren a Ti, Rey de
la paz.
Silencio para
meditar.
Meditación final
Jesús, Tú dijiste en
el Evangelio que no se puede servir a Dios y al dinero, mira a nuestro mundo, que
sirve al dinero y no a Ti, nuestro Dios, y para servir al dinero no duda en
aniquilar, aplastar, destruir, con la fuerza de las armas, la vida humana
creada por Ti; Jesús, Rey pacífico, haz que tu Madre, María Santísima, conceda
a los hombres enceguecidos por el culto al dinero y a las armas, la gracia de
la conversión del corazón, para que abandonando el culto idolátrico al dios de
la guerra y al dios dinero, se postren en adoración a Ti, Único Dios verdadero,
para que así, adorándote en el tiempo a Ti, Dios oculto en la Eucaristía, te
adoren por la eternidad, cara a cara, en la Casa del Padre. Jesús, Rey de la
paz, recibimos tu Amor y tu paz cada vez que oramos y cada vez que nos
acercamos a los sacramentos; haz que por medio de María, Tu Madre y nuestra
Madre, seamos capaces de donar a nuestros hermanos, en la convivencia diaria,
la paz y el Amor que de Ti recibimos; que María conduzca nuestras vidas por el
sendero de la paz y que seamos dadores de paz para todos nuestros prójimos,
para que viviendo en tu paz, este mundo sea un anticipo del pacífico y alegre Reino
de los cielos.
Oración final:
"Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los
que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).
"Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco
los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de vuestro muy amado Hijo y
Señor nuestro Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en
reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo
es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón
y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres
pecadores".
Canto de salida: "Un día al cielo iré".
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