viernes, 6 de septiembre de 2013

Hora Santa pidiendo por la paz en Siria


          Inicio: Debido al peligro inminente de guerra en Siria, el Santo Padre Francisco ha pedido a toda la Iglesia una jornada de "ayuno y oración" para pedir el don de la paz y evitar lo que con toda seguridad se convertirá en una "inútil masacre" y en la puerta abierta para un conflicto más generalizado. En unión con el Santo Padre, acudimos ante la Presencia de Jesús Sacramentado para implorar la paz que sólo Él puede dar, y para pedir que la luz de la Sabiduría divina, que de Él procede como de su fuente, esfume las tinieblas de las mentes y corazones de los poderosos del mundo, que ven en la guerra y en la muerte de inocentes el único camino para solucionar las diferencias entre los pueblos. Rogamos también la intercesión de María Santísima, Reina de la paz, para que cambie los intentos homicidas de los hombres de guerra por los deseos de paz y bien de los hijos de Dios. Que San Miguel Arcángel, Jefe de la milicia celestial, nos asista en la oración, junto a nuestros santos ángeles custodios, para que la paz que brota de Jesús Eucaristía se esparza por todos los confines de la tierra, sobre todo en aquellos lugares más amenazados por la guerra .

          Canto de entrada: "Sagrado Corazón eterna alianza".

          Oración inicial: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

         "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores".

          Meditación

          Jesús, Rey pacífico, Tú eres la paz en sí misma; Tú eres la verdadera paz, la paz que brota de tu Sagrado Corazón, que es el Corazón de Dios Trino; de Ti procede la paz profunda y sin límites, como un océano sin playas, la paz que nos concediste al reconciliarnos con Dios, al precio de tu Sangre; de Ti desciende la paz como un mar de infinita quietud, que hace reposar al alma en el seno mismo de Dios Trinidad; de Ti procede la paz que solo Tú puedes dar, la paz en la que viven los ángeles de luz que cantan de gozo en tu Presencia. No permitas, oh Buen Jesús, que los hombres aliados con el ángel caído, promotores de la guerra y de la muerte, triunfen sobre la paz que Tú das, la paz que eres Tú en Persona. Destruye sus planes de guerra, de desolación y de aniquilación, planes que siembran la muerte y el odio, planes que surgiendo del Príncipe de las tinieblas, se esparcen sembrando discordia y muerte entre los hombres. Que tu Madre, María Santísima, Reina de la paz, interceda para que la paz baje de Ti hacia los corazones humanos como un torrente inagotable de luz y de gracia y así los seres humanos vivamos no en la discordia, sino en tu paz y en tu Amor.

          Silencio para meditar.

          Jesús, Rey de la paz, Tú dijiste en el Evangelio: "La paz os dejo, la paz os doy, no como la da el mundo"; Tú nos das la paz, la paz de Dios, que es tu paz, la que Tú nos conseguiste al precio de tu Sangre, reconciliándonos con Dios; Tú derramaste tu Sangre en el Calvario para cancelar y destruir definitivamente el pecado que nos enemistaba con Dios, y al caer tu Sangre sobre nuestras almas, destruiste el pecado y nos concediste tu Espíritu de Amor, Amor que nos permite amar a Dios como Él se ama a sí mismo, y de esa manera dejamos de ser sus enemigos para ser sus hijos y amigos. Jesús, Tú quieres unirnos a todos los hombres en tu Sagrado Corazón, sede el Amor divino; infunde tu Espíritu para que, unidos a Ti y vivificados por tu gracia, todos los hombres formemos un solo Cuerpo y un solo espíritu en Ti y así, unidos en el Amor Santo de Dios, Te glorifiquemos en el tiempo y en la eternidad. Pídele a tu Madre, la Virgen, Reina de la paz, que por el infinito Amor que nos tienes, prepare los corazones para un Nuevo y Universal Pentecostés, para que descendiendo el Espíritu Santo en la Sangre que brota de tu Sagrado Corazón traspasado, arrebate este Espíritu de Dios, en el Amor divino, las mentes y corazones humanos y así todo el mundo glorifique y ensalce tu infinita Misericordia, en el tiempo y en la eternidad.

          Silencio para meditar.

          Jesús, Rey de la paz, con tu Cruz derribaste el muro de odio que separaba a los hombres y mediante el don del Espíritu Santo, quieres unirlos a todos en tu Cuerpo para conducirlos al seno eterno del Padre; Jesús, Rey pacífico, con tu Sangre derramada en la Cruz inundaste el mundo con la paz y el Amor de Dios, destruyendo la semilla de discordia y enemistad que crece en el corazón humano, semilla plantada y sembrada en él por el ángel de las tinieblas y cultivada por los hombres aliados a él; Jesús, con tu Sangre derramada en la Cruz restableciste la paz de los hombres con Dios y entre sí mismos al destruir la causa de la enemistad con Dios, el pecado; por tu Sangre derramada y por el dolor del Inmaculado Corazón de María, no permitas que los sembradores del odio y la división prevalezcan sobre los hombres, adquiridos por Ti al precio de tu Muerte en Cruz. Envía tu Espíritu Santo, para que desaparezcan para siempre, de la faz de la tierra y del corazón humano, la semilla de división y enfrentamiento entre los hombres, y haz que reine en ellos, como un anticipo de la alegría eterna del cielo, la armonía, la concordia, la mansedumbre y la paz de tu Corazón y del Corazón Inmaculado de María, Reina de la paz.

          Silencio para meditar.

       Jesús, manso y humilde de Corazón, cuya mansedumbre infinita te llevó a soportar toda clase de humillaciones en la Pasión, dejándote conducir a la muerte de Cruz, como un cordero que es llevado al matadero, infunde esa tu misma mansedumbre en los corazones de los hombres que, sin la paz que viene de Ti, se vuelven lobos de sus hermanos. Jesús, hoy el mundo se ha convertido en un lugar siniestro y oscuro, en donde se escuchan los gruñidos y aullidos de hombres violentos que con su violencia buscan despedazar a su prójimo con toda clase de obras malas; Jesús, manso Cordero de Dios, infunde de tu mansedumbre y de tu paz a todos los seres humanos, para que desaparezcan los lobos con forma humana y se conviertan en mansos y humildes corderos que, imitándote a Ti, Cordero de Dios, inmolen sus vidas en el altar eucarístico por la salvación del mundo.

          Silencio para meditar.

          Jesús, Rey pacífico, hoy suenan tambores de guerra, porque la guerra es vista por muchos hombres siniestros, como una forma de honrar, idolátrica y sacrílegamente, a Moloch, demonio de la guerra, presentándole, como ofrenda macabra, la sangre de miles y miles de inocentes: Tú, Rey pacífico, que te inmolaste en la Cruz para darnos la paz de Dios, no permitas que triunfen sobre la humanidad los oscuros planes de muerte de los hombres sin Dios; Jesús, que en la Cruz destruiste con el Amor divino al odio que reina en el corazón del hombre, odio que lleva a inventar y a disparar toda clase de armas con las que los hombres se aniquilan entre sí, mira a nuestro mundo de hoy, en donde la producción y venta de armas es el principal y más lucrativo negocio, negocio que enriquece a hombres sin escrúpulos con dinero de sangre, dinero bañado en la sangre de hombres, mujeres y niños que pagan con su vida su inocencia y su pertenencia a Ti: por el dolor del Corazón de la Virgen, no permitas que la sed de dinero y poder prevalezca sobre tu Amor y tu Sangre, y derrama sobre los corazones humanos tu gracia santificante, que como agua la más cristalina, los limpie de toda mancha de pecado, sobre todo el pecado de la discordia y de la guerra, y haz que sus corazones se conviertan en otros tantos altares en donde te adoren a Ti, Rey de la paz.

          Silencio para meditar.

          Meditación final

         Jesús, Tú dijiste en el Evangelio que no se puede servir a Dios y al dinero, mira a nuestro mundo, que sirve al dinero y no a Ti, nuestro Dios, y para servir al dinero no duda en aniquilar, aplastar, destruir, con la fuerza de las armas, la vida humana creada por Ti; Jesús, Rey pacífico, haz que tu Madre, María Santísima, conceda a los hombres enceguecidos por el culto al dinero y a las armas, la gracia de la conversión del corazón, para que abandonando el culto idolátrico al dios de la guerra y al dios dinero, se postren en adoración a Ti, Único Dios verdadero, para que así, adorándote en el tiempo a Ti, Dios oculto en la Eucaristía, te adoren por la eternidad, cara a cara, en la Casa del Padre. Jesús, Rey de la paz, recibimos tu Amor y tu paz cada vez que oramos y cada vez que nos acercamos a los sacramentos; haz que por medio de María, Tu Madre y nuestra Madre, seamos capaces de donar a nuestros hermanos, en la convivencia diaria, la paz y el Amor que de Ti recibimos; que María conduzca nuestras vidas por el sendero de la paz y que seamos dadores de paz para todos nuestros prójimos, para que viviendo en tu paz, este mundo sea un anticipo del pacífico y alegre Reino de los cielos.

          Oración final: "Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman" (tres veces).

         "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco los preciosísimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de vuestro muy amado Hijo y Señor nuestro Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores".
       
            Canto de salida: "Un día al cielo iré".

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