Inicio: Ingresamos en el Oratorio, y nos disponemos para
la adoración. Aquietamos el espíritu, dejamos de lado todo asunto mundano,
buscamos despejar la mente y el corazón de las cosas que nos distraen. Venimos a
hacer adoración ante Jesús Sacramentado, el Dios de la Eucaristía, el Dios del
sagrario, ante quien los ángeles se postran en adoración y permanecen en
éxtasis de adoración y ante quien los santos no cesan de cantar himnos de
adoración y de alabanza. Nos unimos gozosos a los coros de los ángeles y santos
del cielo, pidiendo a María Santísima que nos asista en esta hora de adoración,
para que no solo no nos distraigamos, sino que nuestra humilde adoración sea
llevada por nuestros ángeles custodios a su Corazón Inmaculado, y desde allí al
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. Hacemos breve silencio interior y
exterior, y luego entonamos el canto de entrada.
Canto
de entrada: “Oh buen Jesús, yo creo
firmemente…”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran
ni te aman” (tres veces).
Meditación:
Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, que lates de amor por todos y cada uno de
nosotros, hemos venido ante tu Presencia para reparar por nuestras faltas a tu
Amor, y también por aquellos que piensan que sólo la realidad sensible es la
única existente, y que por lo tanto nada hay más allá de lo que perciben los
sentidos; venimos a pedirte por aquellos que creen en lo que dice la ciencia
humana, pero no creen en la Palabra de Dios; pedimos por quienes investigan
científicamente el mundo visible, pero al mismo tiempo niegan la evidencia de
tu Sabiduría y de tu Amor, fundamento de la Creación a la cual ellos
investigan; te pedimos por quienes erróneamente se dejan llevar por un falso
espíritu cientificista, pensando que lo que pueden ver, medir y pesar, es la
única realidad, y convierten de esa manera a la naturaleza en un ídolo mudo e
inerte, mientras se olvidan que eres Tú quien con tu aliento das vida,
consistencia y ser a todas las creaturas, y que sin Ti, Jesús Eucaristía, nada
de lo que existe existiría.
Te
pedimos que infundas en estas almas el deseo de investigar, a través del Espíritu
Santo, tus Misterios Divinos, tus milagros asombrosos, tus prodigiosos
maravillosos, que dejan sin habla a los ángeles del cielo.
Silencio
para meditar.
Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, venimos a reparar por quienes se vanaglorian de
sus logros intelectuales, científicos, artísticos, pero se olvidan que la
sabiduría humana es suma necedad ante la Sabiduría divina, y que la belleza
humana es como una flor que a la mañana está fresca y a la noche se seca, y que
sin Ti, Hermosura Increada, toda belleza es igual a cenizas que se dispersan al
viento.
Te
pedimos que les concedas la gracia de alegrarse y admirarse ante el descubrimiento
de tu infinita Sabiduría y de tu Amor eterno, fundamento de todo lo que en el
mundo es sabio y bueno.
Silencio
para meditar.
Venimos
ante Ti, Jesús Eucaristía, para reparar por quienes, en vez de seguirte a Ti,
en el Camino Real de la Cruz, camino duro y difícil, escarpado y en subida, camino
señalado por las huellas de tus pisadas, camino en el que se deja la vida del
hombre viejo, pero que conduce, luego del dolor de la Cruz, a la luz de la
Resurrección, siguen un camino opuesto al tuyo, camino ancho, espacioso, en
declive, fácil de andar, que no exige renuncias, camino lleno de risas fáciles,
de hartura de comidas, camino tapizado por el dinero a modo de alfombra y señalado
por el brillo del oro, camino en el que todo es alegría mundana, pero que
termina abruptamente, pues conduce al abismo del que no se sale, abismo en el
que el dolor, el llanto, la amargura y el odio son los compañeros inseparables
por la eternidad.
Te
pedimos que a quienes se dejan seducir por los atractivos del mundo, les
concedas la gracia de conocerte, para que conociéndote te amen, amándote te
adoren, y adorándote se salven y canten tus alabanzas por toda la eternidad.
Silencio
para meditar.
Canto:
“Te adoramos, Hostia divina”.
Peticiones
A cada intención respondemos: “Te
rogamos, óyenos”.
-Por
el Santo Padre Benedicto XVI, para que guíe la Barca de Pedro, la Santa Iglesia
Católica, según la luz del Espíritu Santo. Oremos al Señor.
-Por
los obispos, los sacerdotes, los religiosos, y por todos los consagrados, para
que sean, con sus vidas, reflejos vivientes de la Divina Misericordia. Oremos.
-Por todos los bautizados, para que conscientes
y agradecidos por el don de la filiación divina, vivan obrando la caridad
fraterna y así den testimonio del Reino de los cielos. Oremos al Señor.
-Por
los que no conocen a Jesucristo, Hombre-Dios, Redentor y Salvador de los
hombres, para que la Madre de Dios, Medianera de todas las gracias, les conceda
la gracia de la conversión. Oremos al Señor.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran ni te aman” (tres
veces).
Oración
de despedida: Querido Jesús Eucaristía, debemos ya
retirarnos, para continuar con nuestros deberes cotidianos. Hemos estado ante
tu Presencia Eucarística como Moisés en el Monte Sinaí, como Pedro, Santiago y
Juan en el Monte Tabor; llevamos nuestros corazones colmados de tu paz, de tu
alegría, de tu Amor, y hacemos el propósito de comunicar a nuestros hermanos de
la abundancia que de Ti hemos recibido. Aunque nos retiramos con el cuerpo, dejamos
a tus pies nuestros corazones, hasta la próxima Hora Santa.
Canto
de despedida:
“El trece de mayo la Virgen María”
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