Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo, te pido perdón
por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.
Querido Jesús Eucaristía, vengo a postrarme ante Tu
Presencia sacramental, para ofrecerte el humilde homenaje de mi adoración, en
este tiempo de Navidad. Me uno a la gozosa y alegre adoración que brota del
Corazón Inmaculado de Tu Madre, que es también Madre mía por un don de tu Amor.
Me uno a la adoración jubilosa y extasiada de los ángeles y santos en el cielo,
que no cesan de cantar alabanzas en tu honor, sin poder salir del asombro y de
la alegría que les provoca la inenarrable hermosura e inagotable belleza de tu
Ser trinitario.
Me uno a la adoración extasiada que la Iglesia Militante te
brinda en tu homenaje, a lo largo y lo ancho de la tierra, homenaje de
adoración y glorificación por tu inmensa grandeza, por tu incomprensible
majestad, por tu inagotable misericordia, por tu eterno Amor.
Querido Jesús Eucaristía, que viniste a nuestro mundo como
Niño, sin dejar de ser Dios, en esta Navidad, vengo a pedirte perdón y a
reparar por mis faltas y las de mis hermanos, sobre todo los que no creen, ni
esperan, ni te adoran, ni te aman, en tu condición de Niño Dios, nacido en
Belén, Casa de Pan, para donarte al mundo como Pan de Vida eterna.
Silencio meditativo.
Silencio meditativo.
Vengo a adorarte y a pedirte perdón y reparar por quienes te
desplazan a Ti, Niño Dios, Dios Niño, de sus corazones, de sus pensamientos, de
sus ocupaciones, y colocan en tu lugar a ídolos mudos, ciegos y sordos, ídolos
inertes, tomados del mundo de la política, del fútbol, de la ciencia, de la
música, y de las más variadas actividades del hombre.
Silencio meditativo.
Vengo a pedirte perdón por quienes piensan que el dueño de
la Navidad es ese engendro idolátrico, Papá Noel o Santa Claus, ídolo inerte,
salido de las mentes de publicistas y de empresarios a los que sólo les
interesa ganar dinero a costa de tu fiesta, la fiesta de Navidad; ídolo
fantasmático y producto falso del mundo sin Dios, pero que a pesar de su
falsedad radical ha logrado anidar en los corazones vacíos de muchos hijos
tuyos. ¡Ilumina a los hombres, Niño Dios, para te descubran en el Pesebre de
Belén y en la Santa Eucaristía!
Silencio meditativo.
Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros, que bajaste desde el
cielo para quedarte en el Pesebre primero y en la Eucaristía después, para que
te recibamos en nuestros pobres corazones, vengo a pedirte perdón por tantos
jóvenes que para Navidad, y también para la Solemnidad de “María, Madre de
Dios”, buscarán diversiones mundanas, profanarán sus cuerpos con el alcohol,
con música cumbia y música rock, indecentes e indignas de la condición humana;
profanarán sus cuerpos con pasiones carnales desenfrenadas, con substancias
venenosas de todo tipo, olvidando que de esta manera sólo encontrarán
desolación, dolor, amargura, tristeza y, en algunos casos, dolorosa muerte.
¡Ilumina a los jóvenes, Niño de Belén, para que descubran que sólo Tú, que te
donas como alimento celestial en la Eucaristía, extra-colmas, con tu Amor
divino, los anhelos de felicidad, de alegría, de amor y de gozo que están
sellados en lo más profundo de todo ser humano! ¡Ilumina a estos jóvenes, Dios
del Pesebre, para que dejen de buscar la felicidad en lugares extraviados y
llenos de oscuridad, para que comiencen a buscarla en Ti, única fuente de
alegría para el hombre!
Silencio meditativo.
Niño de Belén, vengo a pedirte perdón por tantos adultos,
que para esta Navidad, pospondrán el Pesebre por objetos materiales, por bienes
pasajeros, por cosas terrenas, por placeres mundanos, y preferirán el estruendo
del mundo, la música ensordecedora, el aturdimiento y el hastío de las palabas
vanas y huecas, antes que el silencio, necesario para contemplarte a Ti recién
nacido, y despreciarán el cántico de los villancicos y los cantos en honor y
alabanza por tu Nacimiento.
Silencio meditativo.
Vengo a pedirte perdón, Dios Niño nacido en Belén de la
Virgen María, por los que preferirán las fiestas mundanas y las comilonas y las
embriagueces del mundo, antes que el manjar del cielo, el Pan de Vida eterna,
ofrecido por el Padre para los hombres, el Banquete celestial que sacia con
manjares exquisitos, jamás probados por el hombre: la Carne Santa del Cordero
de Dios, asada en el fuego del Espíritu Santo; el Pan de Vida eterna, Pan Vivo
bajado del cielo, Pan engendrado en la eternidad en el horno ardiente de Amor
que es el seno de Dios Padre, Pan alojado en el seno virgen de María, seno
inhabitado por el Amor de Dios, el fuego del Espíritu Santo, y cocido por el
mismo Espíritu en el altar eucarístico; el Vino de la Alianza Nueva y eterna,
Vino Santo que es tu Sangre derramada en el ara santa la Cruz, servida por el
Padre en el cáliz de salvación, Vino que embriaga y alegra el corazón del
hombre porque lo colma con el Amor mismo de Dios, con Dios, que “es Amor”
eterno, infinito, inagotable, incomprensible. ¡Ilumina a estos hijos tuyos,
para que se deleiten no en festivales trasnochados, sino en el Banquete
celestial, Tu Cuerpo, Tu Sangre, Tu Alma, Tu Divinidad, el Pan Santo de Vida
eterna, y el Cáliz de eterna salvación! ¡Ilumínalos, para que comprendan que la
verdadera fiesta de Navidad es la Santa Misa de Nochebuena!
Silencio meditativo.
Oración de salida: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo, te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
Canto de salida: “Tu scendi dalle stelle”.
Oración final: Querido Jesús Eucaristía, Dios del sagrario,
Dios del Pesebre, que eres en la Hostia consagrada el mismo Jesús que en Belén
nació como Niño Dios; Tú tuviste, al nacer, la compañía de tu Madre y de San
José, y también la de un buey y un asno, representantes estos de la humanidad.
Te ofrecemos nuestro pobre corazón, que sin Tu Presencia es
como una gruta, oscuro y frío, habitado por las pasiones; te lo ofrecemos, para
que así como el buey y el asno te dieron su calor, para combatir el frío de la
Nochebuena, así también recibas el humilde calor de nuestro amor, para que lo
transformes en tu mismo Amor.
Debemos ya retirarnos a nuestras ocupaciones diarias, pero
como no queremos separarnos de Ti, dejamos nuestros corazones a los pies del
sagrario, para que estén siempre y en todo momento cantando tus misericordias,
como anticipo de la alabanza eterna que entonaremos en el cielo. Amén.
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