Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo
Rosario meditado en reparación por la sacrílega presentación de una “Piedad”
blasfema, en la que el rol de María Santísima es representado escandalosamente
por un varón disfrazado de mujer; al mismo tiempo, Nuestro Señor Jesucristo es
representado con múltiples tatuajes en su cuerpo, lo cual es grave, teniendo en
cuenta que en la contra-cultura del tatuaje, estos se consagran al Demonio. Para
mayores detalles, consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Paradójicamente, la acción más importante en esta
vida, se da en el momento de la muerte, puesto que es en ese momento, en el que
se da nuestro paso a la eternidad, en el que debemos tener nuestra alma en
estado de gracia santificante, para sí ganar el cielo. Por supuesto que también
debemos obrar en esta vida para vivir en gracia, pero es de suma importancia que,
al momento de morir, estemos en gracia y hayamos perseverado en la fe católica
y en las buenas obras.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Afirma un autor de que “hay señales de que uno ha de
morir en gracia”; además, este mismo autor nos revela qué es lo que debemos
hacer “en salud” para lograr este objetivo[1]. Todo
lo que debe desear y pretender el cristiano, dice, es saber cuáles son las
señales de que se ha de perseverar y morir en gracia. El morir en gracia es un
bien tan grande, que habiendo revelado Dios a San Francisco que él había de ser
uno de los que habían de alcanzar aquella dicha, exclamaba con gran alegría: “¡Mi
Dios sea alabado, a Él sea la honra y la gloria sin fin!”. Esto, el morir en
gracia, es un motivo de alegría infinitamente más grande que el que los
demonios les obedezcan y se les sometan en nombre de Jesús, porque el motivo de
alegría más grande es el que sus nombres estén “escritos en el Libro de la Vida”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
A San Antonio de Padua, Dios manifestó que cierto
hombre era predestinado, que es lo mismo que morir en gracia y fue tanto el
respeto que le tuvo desde entonces, que lo reverenciaba todas las veces que lo
veía. Cualquier fiel, aunque no tenga revelación de su predestinación, solo se
debe consolar cuando sigue los pasos y virtudes que los santos indican ser
signo de predestinación a morir en gracia. No hay mayor consuelo que encontrar,
entre los peligros de esta vida, señales de salvación.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
San Bernardo dice: “¿Cuándo dejó Dios a sus elegidos
sin algún testimonio? O ¿qué consolación pueden ellos tener, si no mereciesen
tener algún testimonio de su elección? El Señor conoce quiénes son suyos; solo
Él sabe a quiénes desde el principio eligió; pero de los hombres, ¿quién es el
que sabe si es digno de amor o de odio? El espíritu no podría tener ningún
descanso, si no tuviera algún testimonio de su predestinación. Esta doctrina es
fiel y digna de toda aceptación, en la cual se encomiendan todas las señales de
salud, porque con esto se les ocasiona a los elegidos una gran consolación y se
quita toda excusa a los réprobos”.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Continúa San Bernardo: “Conociendo las señales de la
vida eterna, quien las despreciare queda manifiestamente convencido que recibió
en vano su alma y que tuvo en nada la tierra de promisión tan digna de desear”.
También dice el mismo santo: “No tenemos certeza, pero la confianza de la
esperanza nos consuela, porque no nos atormentemos totalmente con las angustias
de esta duda. Por lo cual se nos dan algunas señales e indicios de nuestra salvación,
para que sea cosa indubitable, que aquel es del número de los elegidos en quien
perseveraren”[2].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
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