jueves, 7 de diciembre de 2023

Hora Santa en reparación por Piedad blasfema en Alemania 051223

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por la sacrílega presentación de una “Piedad” blasfema, en la que el rol de María Santísima es representado escandalosamente por un varón disfrazado de mujer; al mismo tiempo, Nuestro Señor Jesucristo es representado con múltiples tatuajes en su cuerpo, lo cual es grave, teniendo en cuenta que en la contra-cultura del tatuaje, estos se consagran al Demonio. Para mayores detalles, consultar el siguiente enlace:

https://ayl.tv/video/harald-glockler-pinta-un-cuadro-donde-se-representa-a-la-virgen-travesti-y-a-cristo-con-tatuajes/

Canto de entrada: “Cantemos al Amor de los amores”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).

Meditación.

Paradójicamente, la acción más importante en esta vida, se da en el momento de la muerte, puesto que es en ese momento, en el que se da nuestro paso a la eternidad, en el que debemos tener nuestra alma en estado de gracia santificante, para sí ganar el cielo. Por supuesto que también debemos obrar en esta vida para vivir en gracia, pero es de suma importancia que, al momento de morir, estemos en gracia y hayamos perseverado en la fe católica y en las buenas obras.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Afirma un autor de que “hay señales de que uno ha de morir en gracia”; además, este mismo autor nos revela qué es lo que debemos hacer “en salud” para lograr este objetivo[1]. Todo lo que debe desear y pretender el cristiano, dice, es saber cuáles son las señales de que se ha de perseverar y morir en gracia. El morir en gracia es un bien tan grande, que habiendo revelado Dios a San Francisco que él había de ser uno de los que habían de alcanzar aquella dicha, exclamaba con gran alegría: “¡Mi Dios sea alabado, a Él sea la honra y la gloria sin fin!”. Esto, el morir en gracia, es un motivo de alegría infinitamente más grande que el que los demonios les obedezcan y se les sometan en nombre de Jesús, porque el motivo de alegría más grande es el que sus nombres estén “escritos en el Libro de la Vida”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

A San Antonio de Padua, Dios manifestó que cierto hombre era predestinado, que es lo mismo que morir en gracia y fue tanto el respeto que le tuvo desde entonces, que lo reverenciaba todas las veces que lo veía. Cualquier fiel, aunque no tenga revelación de su predestinación, solo se debe consolar cuando sigue los pasos y virtudes que los santos indican ser signo de predestinación a morir en gracia. No hay mayor consuelo que encontrar, entre los peligros de esta vida, señales de salvación.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Cuarto Misterio.

Meditación.

San Bernardo dice: “¿Cuándo dejó Dios a sus elegidos sin algún testimonio? O ¿qué consolación pueden ellos tener, si no mereciesen tener algún testimonio de su elección? El Señor conoce quiénes son suyos; solo Él sabe a quiénes desde el principio eligió; pero de los hombres, ¿quién es el que sabe si es digno de amor o de odio? El espíritu no podría tener ningún descanso, si no tuviera algún testimonio de su predestinación. Esta doctrina es fiel y digna de toda aceptación, en la cual se encomiendan todas las señales de salud, porque con esto se les ocasiona a los elegidos una gran consolación y se quita toda excusa a los réprobos”.

Un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Continúa San Bernardo: “Conociendo las señales de la vida eterna, quien las despreciare queda manifiestamente convencido que recibió en vano su alma y que tuvo en nada la tierra de promisión tan digna de desear”. También dice el mismo santo: “No tenemos certeza, pero la confianza de la esperanza nos consuela, porque no nos atormentemos totalmente con las angustias de esta duda. Por lo cual se nos dan algunas señales e indicios de nuestra salvación, para que sea cosa indubitable, que aquel es del número de los elegidos en quien perseveraren”[2].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones del Santo Padre.

 



[1] Cfr. Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 588.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 590.

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