Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por la profanación de la Sagrada Eucaristía en una iglesia parroquial de
Panamá. Para mayores detalles acerca de este horrible atentado contra Nuestro
Señor, consultar el siguiente enlace:
Canto
de entrada: “¡Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente!”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación.
Para
saber si un alma está en gracia, San Agustín da, junto con San León, la
caridad, como señas de la gracia y así dice: “Nadie pregunte a otro hombre;
cada uno vuelva a mirar su corazón y si ve que tiene la caridad fraterna, esté
seguro que ha pasado de la muerte a la vida, la cual vida es la vida de la
gracia[1].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Esta
señal, la vida de la gracia, es conforme a lo que dice el Evangelista San Juan
y se ha de entender cuando la caridad del prójimo es verdadera y nace del amor
de Dios, al cual acompañan otras condiciones que le siguen: si tiene el alma el
afecto interior puesto en Dios continuamente y esto ha sido mucho tiempo con
propósito eficaz de nunca ofenderle, con oración continua, ejercicio de obras
santas y uso frecuente de los Sacramentos, como el de la Penitencia, confesando
los pecados veniales con gran dolor y también si frecuenta la Sagrada
Eucaristía con una preparación diligente, piadosa y llena de santo amor por el
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
El
católico que verdaderamente aprecia el valor de la gracia, no puede contentarse
con una vida ordinaria, si quiere asegurarse para sí un bien tan invalorable. Debe
estar contento y alegre por la certeza moral de un estado dichoso, pero al mismo
tiempo, debe humillarse y no se debe contentar con tan poco. Se debe alentar a
sí mismo a vivir tan dignamente como es la dignidad de la gracia; así podrá
entonces entender con humildad que está en ella[2].
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Los
santos nos revelan qué es lo que debe hacer el católico para obtener lo que con
tanta razón se debe tener. El uso devoto de los sacramentos, con santas obras
de virtud, con varonil victoria de las tentaciones, con sumo desprecio del
mundo, con perfecta mortificación de los sentidos, con piadosa oración
constante y continua, con paciencia en los trabajos, con odio eterno al pecado,
con ardiente amor de Dios y del prójimo, haremos cierta nuestra elección y
promoción, esto es, nuestra gracia y predestinación. Éste es un bien incomparable
y así en su comparación no se ha de perdonar a trabajo ni cosa alguna.
Un
Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
El
católico, para estar en gracia, no debe hacer tareas que estén imposibles a su
alcance, siendo fácil de conseguir para así estar en el camino de la
predestinación para la corona de la gloria. Un católico consciente del valor inestimable
de la gracia, no puede estar en asuntos mundanos, de poca importancia, dejando
de lado el cuidado para evitar el pecado y vivir en estado de gracia; no se
puede ser católico consciente sin ponerse en el estado de perfección de vida en
el que tenga la certidumbre moral que le es posible de su gracia[3].
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones del Santo Padre.
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