sábado, 3 de septiembre de 2022

Hora Santa en reparación por destrucción de imagen de Nuestra Señora del Valle Argentina 030922

 



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por ultraje y destrucción de una imagen de Nuestra Señora del Valle en Leales, Tucumán, Argentina. Pedimos además por la conversión del/los autores de dicha profanación.

Canto inicial: “Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

Afirma un autor que “no ha de haber en nuestro corazón otra cosa que no sea amor de Dios y amor a Dios; no ha de haber en nuestra voluntad cosa alguna que se ponga al lado del Sumo Bien, únicamente se ha de amar a quien siendo Uno es Todo, no es razón que en compañía del Amor Divino entre otro afecto humano, todos los afectos criados, todos los corazones humanos, todas las voluntades de los ángeles no pueden amar tanto como hay que amar en una sola perfección divina, pues, ¿cómo podemos quitar parte de nuestro corazón, para repartirlo entre Dios y la creatura?”[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Continúa el mismo autor: “Si tuviéramos todos los corazones del mundo, no podríamos amar a Dios como se lo merece, ¿cómo entonces queremos cumplir, no amándole aun con un solo corazón entero? A Dios, Uno y Trino, que es todo, hemos de amar y a Él y solo a Él y a nada ni nadie más; esto es tener amor a Dios singular e insociable”[2].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

Puesto que Dios Uno y Trino es infinitamente amable –en el sentidod de posibilidad infinita de ser amado-, hemos de amarlo con toda el alma, con todo el entendimiento, con toda la voluntad, con todos los afectos del corazón, con todos los sentidos del cuerpo, con todas las potencias espirituales y corporales y aun así no bastaría todo el amor, aunque le amáramos con todo el amor del que seamos capaces, porque nuestro amor por Dios Trinidad ha de ser insaciable[3].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Si el alma ama a Dios de esta manera, con todo su ser, el alma se transforma por afecto, de creatural que es, en divina por participación y la que por la naturaleza de la gracia estaba divinizada, por sus afectos también se endiosa, cuanto toda la intención e inclinación de la voluntad es divina.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Con razón exclamaba San Bernardo: “¡Oh amor santo y casto! ¡Oh dulce y suave afecto! ¡Oh pura intención de la voluntad! Tanto más pura, cuanto en ella no ha quedado nada propio, tanto más suave, tanto más suave y dulce, cuanto todo es divino lo que se siente. Estar así dispuesto es deificarse, de la manera que una gota pequeñita de agua echada en el vino, parece que falta en sí toda, pues toma el sabor del vino y el color; y de la manera que el hierro encendido y hecho ascua es muy semejante al fuego, desnudándose de su antigua y propia forma; y como el aire bañado de luz, de tal manera que no tanto parece ilustrado sino la misma luz; así es menester que todo afecto humano se resuelva y se transfunda totalmente en la voluntad divina”. San Buenaventura nos propone entonces la suma de amor a la que hemos de aspirar[4].

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 540.

[2] Cfr. ibidem, 540.

[3] Cfr. ibidem, 540.

[4] Cfr. ibidem, 541.

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