Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el gravísimo ultraje cometido
contra la Madre de Dios en la obra blasfema “Theodora” en el Teatro Colón en
Buenos Aires, Argentina. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho,
consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Los
hombres suelen lamentarse y en gran medida, cuando sufren algún mal y esto es
algo natural que suceda, pues si el bien perdido era bueno y amado, su pérdida
no puede provocar sino lamento, dolor y llanto. Sin embargo, debe haber un
lamento y un dolor y un llanto que deben ser superiores infinitamente a todas
las pérdidas, a todos los llantos, a todos los dolores que han experimentado
todos los hombres de todos los tiempos y es el dolor de haber cometido un solo
pecado, pues por este solo pecado se pierde un bien infinito, que vale más que
el Reino de los cielos y es Dios Uno y Trino, la Santísima Trinidad[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Ahora
bien, si por un solo pecado mortal, debe el alma llorar y lamentarse el tiempo
que le queda de vida terrena y aun por toda la eternidad, piense la misma alma
cuánto deberá entonces lamentarse, no solo por ese pecado, sino por todos los
pecados cometidos en su vida. Para dolerse de estos pecados, no bastarían todos
los corazones de todos los hombres, pues ni siquiera así se experimentaría la
pena que por un solo pecado se debe sentir, por ser el pecado la ofensa de un Dios
tan infinitamente Bueno y Misericordioso como lo es Dios Uno y Trino[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Una
vez que el alma experimenta el dolor de los pecados, debe hacer un propósito de
enmienda, el cual debe ser a la medida del dolor de los pecados. El cristiano
ha de procurar tener la más firme resolución de no volver a pecar más, por
ningún respeto humano en el mundo ni por temor de ningún mal que pudiera
suceder, porque el bien que se pierde con el pecado es infinitamente mayor que
todos los demás bienes juntos, posibles e imaginables y los males que vienen
por pecar, son incomparablemente mayores que todos los males del mundo ni
siquiera posibles de imaginar. El horror al pecado debe ser inmenso e
invencible contra todo amor de bien posible fuera de Dios y contra todo temor
de mal y de males posibles o imaginables, temporales o eternos[3].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Para
ayudarnos a ponderar la gravedad del pecado mortal, que hace perder al alma un
bien infinito y eterno que es Dios Uno y Trino, podemos considerar el siguiente
hecho: que ni siquiera todas las creaturas juntas, haciéndonos daño, nos
causarían un daño tan grande como el que nos causa el pecado mortal. Todavía más,
como afirma un autor, ni siquiera Dios omnipotente, Señor del cielo y de la
tierra, puede causar al mal un daño tan enorme como el que el alma se
auto-inflige al cometer un pecado mortal[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
De
la misma manera, si todos los elementos se unieran entre sí para descuartizar y
hundir al pecador y si aún todas las bestias salvajes y las fieras ponzoñosas
se unieran para devorar al pecador y si todos los hombres se unieran para
perseguirlo y darle feroz muerte y si aún todos los ángeles del cielo se
unieran para afligir al pecador y lanzarle rayos ardientes y si aún los
demonios del infierno se unieran para atormentar al pecador y si aún el mismo
Creador usara toda su omnipotencia para dañarlo, ni aun así, el pecador
sufriría tanto daño como el daño que él mismo se ocasiona con un solo pecado
mortal. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía,
concédenos la gracia de aborrecer el pecado y de amar la vida de la gracia!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del Cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario