jueves, 27 de mayo de 2021

Hora Santa en reparación por el robo sacrílego de Hostias consagradas para ser usadas en rituales satánicos 260521

 


Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de Hostias consagradas, producidas en todo el mundo, para el uso satánico en misas negras. Lamentablemente, la difusión de la práctica de la comunión en la mano –sin fundamento alguno, ni científico-sanitario, ni teológico-, favorece el robo masivo de la Eucaristía y su posterior profanación. Para mayores datos, consultar el siguiente enlace:

https://www.ilgazzettino.it/nordest/treviso/ostia_consacrata_furto_satanismo_conegliano_riti_satanici-5977895.html?fbclid=IwAR3EcJ3bj2_GsdJ63VGFPp74ShylDGuy4DqbdDk60n4StUPca-nM3PHQCL8

Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

La fe –la Santa Fe Católica, la que profesamos en el Credo cada Domingo-, hizo, de hombres comunes y pecadores, grandes santos. Por ejemplo, el santo rey de Francia, San Luis, de quien se dice que tenía una fe tan viva de que Cristo estaba en Persona en el Santísimo Sacramento, que habiéndose producido un gran milagro eucarístico, al que todos acudieron a ver y con el que se manifestaba la verdad de la Presencia real de Jesús en la Eucaristía, él se rehusó a ir, manifestando que no había necesidad de verlo para entender –por la fe- que el Hombre-Dios estaba en el Santísimo Sacramento del altar[1].

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

De la misma manera, Santa Teresa de Jesús afirmaba que no tenía envidia a los que con ojos corporales habían visto en esta vida a Jesucristo, porque con los ojos de la fe lo podía ver Presente en el Santísimo Sacramento y por esa razón, no echaba en menos para su consuelo el no haberle visto con los ojos corporales. A su vez, el santo Fray Gil, compañero de San Francisco, consideraba a la fe como una luz que permitía ver con los ojos del cuerpo que, una vez, escuchó a alguien que decía “Creo” y el santo lo corrigió diciendo: “No digas “creo”, sino “veo”[2]. La fe nos hace ver, con los ojos del alma, a Jesús Presente en Persona en el Santísimo Sacramento del altar.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.

Meditación.

La viveza de la fe de los santos, debe conducirnos a nosotros a imitarlos a ellos, para que así nos sea de mayor provecho este grandísimo don divino. Las verdades que nos enseña la fe católica son tan fuertes y eficaces, que bastan para convertir al corazón más endurecido y hacerlo arder en el Amor del Padre y el Hijo, el Espíritu Santo. ¿Qué corazón no habría de enternecerse al saber que todo un Dios, Dios Hijo encarnado, derramó su Sangre Preciosísima en el altar de la Cruz y perpetúa su Santo Sacrificio en la Misa, derramando su Sangre en el Cáliz, sólo para salvar el alma de los pecadores? Y también, ¿qué corazón no habría de estremecerse al pensar en el terrible castigo eterno que le espera en el Infierno a quien desprecie la gracia y la Sangre del Redentor Jesucristo?

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

Por estas razones, debemos reflexionar acerca del tesoro invaluable que es la fe católica en el Hombre-Dios Jesucristo y obrar en consecuencia, porque la fe, sin obras, es una “fe muerta”. Demostremos nuestra fe en Jesucristo, realizando obras de misericordia, sean corporales o espirituales, para así presentarnos ante el Juicio de Dios y, con el auxilio de Nuestra Madre del Cielo y por la infinita misericordia de Dios, salvaremos nuestras almas.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

A todos aquellos que deseen la salvación eterna de sus almas, consideren las excelencias de la gracia y de la fe y actúe según lo que ellas nos dictan; que aviven el conocimiento y ponderen cuánta grandeza ha concedido Dios al hombre, que por la gracia lo ha elevado por encima de los serafines; consideren que la mayor tristeza y desolación en este mundo, consiste en vivir sin fe y sin gracia, aun cuando se viva rodeado de riquezas materiales; considere cuán valioso es estar en gracia de Dios, porque se tiene a la Trinidad en el corazón, aun viviendo en esta tierra, en la mayor de las tribulaciones. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que la luz de la fe y de la gracia de Nuestro Señor Jesucristo nos guíen, a través de las tinieblas de este mundo, hacia la Luz Increada, el Cordero de Dios, en la Jerusalén celestial!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.

Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.

 

 



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 479.

[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 479.

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