Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el robo sacrílego de Hostias
consagradas, producidas en todo el mundo, para el uso satánico en misas negras.
Lamentablemente, la difusión de la práctica de la comunión en la mano –sin fundamento
alguno, ni científico-sanitario, ni teológico-, favorece el robo masivo de la
Eucaristía y su posterior profanación. Para mayores datos, consultar el
siguiente enlace:
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
La
fe –la Santa Fe Católica, la que profesamos en el Credo cada Domingo-, hizo, de
hombres comunes y pecadores, grandes santos. Por ejemplo, el santo rey de
Francia, San Luis, de quien se dice que tenía una fe tan viva de que Cristo
estaba en Persona en el Santísimo Sacramento, que habiéndose producido un gran
milagro eucarístico, al que todos acudieron a ver y con el que se manifestaba
la verdad de la Presencia real de Jesús en la Eucaristía, él se rehusó a ir,
manifestando que no había necesidad de verlo para entender –por la fe- que el
Hombre-Dios estaba en el Santísimo Sacramento del altar[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
De
la misma manera, Santa Teresa de Jesús afirmaba que no tenía envidia a los que
con ojos corporales habían visto en esta vida a Jesucristo, porque con los ojos
de la fe lo podía ver Presente en el Santísimo Sacramento y por esa razón, no
echaba en menos para su consuelo el no haberle visto con los ojos corporales. A
su vez, el santo Fray Gil, compañero de San Francisco, consideraba a la fe como
una luz que permitía ver con los ojos del cuerpo que, una vez, escuchó a
alguien que decía “Creo” y el santo lo corrigió diciendo: “No digas “creo”,
sino “veo”[2]. La
fe nos hace ver, con los ojos del alma, a Jesús Presente en Persona en el
Santísimo Sacramento del altar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
La
viveza de la fe de los santos, debe conducirnos a nosotros a imitarlos a ellos,
para que así nos sea de mayor provecho este grandísimo don divino. Las verdades
que nos enseña la fe católica son tan fuertes y eficaces, que bastan para
convertir al corazón más endurecido y hacerlo arder en el Amor del Padre y el
Hijo, el Espíritu Santo. ¿Qué corazón no habría de enternecerse al saber que todo
un Dios, Dios Hijo encarnado, derramó su Sangre Preciosísima en el altar de la
Cruz y perpetúa su Santo Sacrificio en la Misa, derramando su Sangre en el
Cáliz, sólo para salvar el alma de los pecadores? Y también, ¿qué corazón no
habría de estremecerse al pensar en el terrible castigo eterno que le espera en
el Infierno a quien desprecie la gracia y la Sangre del Redentor Jesucristo?
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Por
estas razones, debemos reflexionar acerca del tesoro invaluable que es la fe
católica en el Hombre-Dios Jesucristo y obrar en consecuencia, porque la fe,
sin obras, es una “fe muerta”. Demostremos nuestra fe en Jesucristo, realizando
obras de misericordia, sean corporales o espirituales, para así presentarnos
ante el Juicio de Dios y, con el auxilio de Nuestra Madre del Cielo y por la
infinita misericordia de Dios, salvaremos nuestras almas.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
A
todos aquellos que deseen la salvación eterna de sus almas, consideren las
excelencias de la gracia y de la fe y actúe según lo que ellas nos dictan; que
aviven el conocimiento y ponderen cuánta grandeza ha concedido Dios al hombre,
que por la gracia lo ha elevado por encima de los serafines; consideren que la
mayor tristeza y desolación en este mundo, consiste en vivir sin fe y sin
gracia, aun cuando se viva rodeado de riquezas materiales; considere cuán
valioso es estar en gracia de Dios, porque se tiene a la Trinidad en el
corazón, aun viviendo en esta tierra, en la mayor de las tribulaciones. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que la luz
de la fe y de la gracia de Nuestro Señor Jesucristo nos guíen, a través de las
tinieblas de este mundo, hacia la Luz Increada, el Cordero de Dios, en la
Jerusalén celestial!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Un día al cielo iré y la contemplaré”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario