Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por un nuevo atentado islámico, esta vez contra una iglesia en Indonesia, en el transcurso de la celebración de la Santa Misa. Para mayor información, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
La
fe sobrenatural en Cristo Dios es necesaria para que el alma se disponga para
recibir la gracia, porque así como el sol con sus rayos no solo esclarece el
aire, sino que lo purifica, así la gracia no solo disipa las tinieblas de la
razón natural, sino que la ilumina de tal manera que le concede al
entendimiento la infalibilidad de la sabiduría divina[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Es
por esta razón que se dice que “la fe alumbra”, en el sentido de iluminar,
porque hace ver al alma verdades que el cuerpo no puede contemplar con los ojos
materiales y esto de tal manera, que es más cierto lo que dice la fe católica en
Cristo Dios, que lo que se ve por los ojos corporales a la luz del día. La fe
funda su firmeza y certidumbre en Dios mismo y por eso es infalible, porque
Dios es infalible y es por esto que, los mismos ojos con los que Dios ve las
cosas y con el mismo juicio con el que las califica y con el mismo peso con que
las mide, con ese mismo las conoce, juzga y mide la verdad de la fe, que de
ninguna manera se puede engañar[2].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Al
tener la fe consigo, el hombre tiene dentro de sí, por el Espíritu Santo, algo
que es más grande que lo humano y es por esta fe que comienza a introducirse en
una región celestial diferente de la del mundo, donde no se guía ni por los
sentidos, ni por la razón humana, juzgando las cosas como las juzga Dios y
moviendo la voluntad hacia el Bien Sumo y Eterno, Cristo Dios en la Eucaristía.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La
fe católica imprime en el alma verdades que son imposibles de alcanzar con los
solos sentidos humanos y la razón natural; su fuerza no nace del discurso
vehemente, sino que nace de la verdad que proviene del Espíritu Santo. La luz
de la fe, que es una luz que viene de Dios Trino, posee una eficacia
sobrenatural y un poder divino tales que son capaces de mover nuestra voluntad
hacia el Ser divino trinitario, para esperar de Él su bendición, su gracia y su
infinita misericordia[3].
De esta manera, la fe viene a ser el canal principal por donde la Santísima
Trinidad nos comunica sus auxilios y los tesoros inimaginables de su gracia.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Es
esta fe católica la que nos ayuda a estimar, con debido aprecio, el don
inapreciable de la gracia, de la Sangre de Nuestro Redentor Jesucristo, como
así también de la gravedad penosa del pecado y de las penas que merece; también
nos prepara para el Juicio Final y nos hace apreciar la gloria que se da a los
que mueren en gracia; es la fe la que nos hace convertirnos a Dios Trino de
todo corazón, temiendo su Divina Justicia, pues así como Dios aborrece al
pecado y lo castiga con eternos tormentos, pero también nos hace esperar en su
Divina Misericordia, que por usarla con nosotros, no la usó con su Hijo[4].
Por último, la fe nos hace amar la infinita bondad de la Trinidad, pues es
fuente de todo bien y justicia, en quien están con suma perfección todos sus
atributos. ¡Nuestra Señor de la Eucaristía, que tu Hijo aumente nuestra fe en
su Presencia Sacramental!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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