Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el ultraje sufrido por
Nuestro Señor Jesucristo al ser presentado en un documental como partidario de
la ideología de género y favorable al matrimonio homosexual. Para mayores datos
acerca de esta blasfemia, consultar el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Cantemos
al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Si la gracia santificante de Jesucristo, conseguida para
nosotros al precio altísimo de su Sacrificio en la Cruz al derramar su Sangre,
embellece al alma con una belleza sobrenatural, porque la hace partícipe de la
Belleza Increada que es Dios en Sí mismo, del mismo modo, el pecado, que aleja
al alma de Dios y anula su participación en su Vida divina, afea al alma[1]
hasta el punto de hacerla irreconocible ante los ojos de Dios, de los ángeles y
de los santos.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
El pecado es algo tan extraño, que a un alma que es hermosa,
la vuelve abominable, como lo dice el profeta Ezequiel (16, 25): “Hiciste
abominable tu hermosura”. El primer ángel fue hermosísimo, pero por un solo
pecado que cometió, se convirtió en un ser tan horrendo y espantoso, que nadie
que lo vea tal como es, en su abominable fealdad, no deja de morir de horror y
espanto. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, no permitas que nuestras almas se vean desfiguradas por el pecado!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
La hermosura radica en la proporcionalidad de las partes y
en la armonía de todas en su conjunto y como no hay algo más disonante en el
mundo que el pecado contra razón, ni hay algo más desproporcionado que una
creatura racional que se aparta de su último fin, que es Dios Trino, la fealdad
que de aquí resulta es la mayor deformidad que hay ni puede haber, aunque se
juntasen en una todas las fealdades corporales y espirituales posibles e
imaginables[2].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Aun cuando el pecado no ofendiera a Dios –lo cual es
imposible- y aun cuando Dios no lo aborreciera como lo aborrece –es imposible
que Dios no aborrezca el pecado-, siendo como es injuria del Sumo y Eterno
Bien, lo mismo no dejaría el pecado de ser algo horrible y desagradable sobre
todas las cosas y no dejarían los ángeles de apartar sus miradas de algo tan
abominable y espantoso[3].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
El pecado no solo afea el alma y la hace aborrecible a los
ojos de Dios y sus ángeles, sino que también la desconcierta, la desorganiza y
la invierte, si se puede decir así, confundiéndola torpísimamente, haciendo que
el cuerpo y sus pasiones más bajas predominen sobre el alma, adueñándose de sus
sentidos colocándolos por encima de la razón, subordinando la voluntad al
entendimiento y provocando en el alma un profundo caos y confusión. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que nuestra
alma esté siempre sostenida, guiada e iluminada por la gracia de tu Hijo amado,
Nuestro Señor Jesucristo!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del cielo”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
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