Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado en reparación por el acto vandálico sufrido por
la iglesia parroquial San Pío X en la localidad de El Paso, Texas, EE. UU. Para
mayores datos acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Es
una verdad reconocida por teólogos y doctores que el alma, que en sí misma fue
creada hermosa, a esa hermosura natural, la gracia le añade una hermosura
sobrenatural, de manera tal que un alma en gracia es más hermosa y valiosa que
todo el universo entero. Ahora bien, si esto es cierto, es cierto también que
el pecado afea el alma, quitándole tanto la hermosura sobrenatural como la
natural, convirtiéndola en un ser abominable y horrible que espanta a los
mismos demonios[1].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación.
Además
de quitarle su hermosura, el pecado le agrega al alma “hábitos viciosos e
inclinaciones de las bestias, convirtiéndola en una enorme monstruosidad”[2]. Como
afirma un autor, como consecuencia del pecado, el alma tiene “las inclinaciones
de las bestias, la soberbia del león, la lujuria del caballo, la atrocidad del
águila, la venganza del elefante, el descuido del buey para lo que está bien”[3]. Es
tanta la fealdad del pecado, que es mejor tener “alma racional en cuerpo de
bestia, que no alma de bestia en cuerpo de hombre”[4].
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Además
de privarla de una doble hermosura, la natural y la sobrenatural, el pecado le
quita al alma dos veces la vida: la natural y la sobrenatural[5]. Así
como el alma es vida del cuerpo, así la gracia es vida del alma y vida
sobrenatural y divina: del mismo modo, el pecado es muerte y muerte eterna, no
sólo porque priva al alma de la vida de la gracia sobrenatural, sino porque la
priva de la vida de la razón natural, porque desordena sus potencias y sus
afectos, además de inclinarla a los vicios, al oscurecerle la razón y al debilitar
su voluntad[6].
¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
apreciemos la gracia para que nunca nos veamos privados de la vida del alma!
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
Debido
a que el pecado oscurece y ofusca el normal funcionamiento de la razón, el
comportamiento del pecador se vuelve tanto más irracional, cuantos más pecados
comete; por esto mismo, no solo deja de estar iluminada su razón por la luz de
la gracia santificante, sino que su razón natural misma se ve oscurecida a tal
punto que ya no es más capaz de funcionar naturalmente, esto es, de razonar. A esto
se refiere Nuestro Señor cuando dice que “es del corazón del hombre –pecador-
de donde salen toda clase de desatinos” (cfr. Mc 7, 21), es decir, de sinsentidos. Esto quiere decir que cuanto más
lejos está el alma de Dios Trino y su gracia, tanto más irracional se vuelve su
obrar.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación.
Por
todo esto, el cristiano debe mirar al pecado, cuando se oculta detrás de la
tentación, como una horrible doble muerte del alma, doble muerte que se produce
en la realidad, aun cuando la persona continúe respirando, hablando y caminando[7]. Los
santos de todos los tiempos, incluidos los del Antiguo Testamento, consideraron
siempre al pecado como la más cruel y espantosa muerte del alma, por lo que
siempre prefirieron morir, antes que pecar, como decía Santo Domingo Savio. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, que
deseemos la muerte antes que caer en el pecado mortal o venial deliberado!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
Un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria, pidiendo
por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 442.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 443.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 443.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 443.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 444.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 444.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 445.
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