Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa en reparación por el incendio intencional de la
Catedral de Nantes en Francia. Para mayor información, consultar el siguiente
enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Oh, Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
El
pecado original no solo ha corrompido nuestra naturaleza, sino que la ha hecho
débil frente a sus enemigos más poderosos: la muerte, el pecado y el demonio[1]. Con respecto a este último
enemigo, dice la Escritura que: “Estamos en lucha y batalla, no contra carne y
sangre, sino contra los príncipes y poderíos de las tinieblas” (Éf 6). En
esta guerra cruel que combatimos contra enemigos tan poderosos, por nosotros
mismos estamos sin armas, sin ánimo, sin fuerzas, por lo que, queriendo Dios ayudarnos,
¿cómo es que no clamamos al Cielo a cada momento? ¿Qué otro auxilio y remedio
tenemos, sino Dios Trino?
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En
su infinita misericordia, Dios nos concede gratuita y libremente, sin estar
obligado a ello, las gracias que necesitamos para enfrentarnos a enemigos tan
poderosos. Somos como un mendigo, de entre los más necesitados, que no puede ni
debe desaprovechar el auxilio y la limosna que le conceda un poderoso
caballero. Nuestra necesidad es urgente y es por esto que debemos implorar la
gracia y no desaprovecharla en lo más mínimo: cuando Dios nos conceda su
gracia, debemos aprovecharla en el momento y no dilatar su accionar.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma
un autor que, si alguien se estuviera ahogando y hundiendo sin remedio en lo
profundo del mar, si a este tal le arrojasen una espada, se asiría a ella, aunque
se cortase las manos, con tal de no perecer ahogado. En situación análoga nos
encontramos en este mundo, aunque peor todavía, porque si morimos sin la gracia
divina, en el Infierno nos condenamos; por esta razón, aunque nos cueste
sangre, debemos abrazar la divina inspiración y la luz del Cielo que nos envíe
Dios[2].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Ahora
bien, lo que les concede un valor infinito a las divinas inspiraciones y santos
pensamientos con los que Dios nos insta a obrar bien, no es sólo nuestra
extrema necesidad, sino “lo mucho que le costaron al Hijo de Dios: para que pensemos
y obremos santamente, el Hijo de Dios hubo de encarnarse, padecer, derramar su
Sangre Preciosísima y morir de muerte atroz en la Cruz. En otras palabras, el
precio que le costó al Hombre-Dios nuestra santidad, es infinito y por lo tanto
de infinito valor y por eso no debemos desaprovechar y mucho menos despreciar las
gracias que Dios nos envíe[3].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Debemos
aprovechar las gracias que Dios nos envía, pues Él castiga el desprecio de las
gracias actuales. El Apóstol nos dice cómo Dios entregó a sus sentimientos
errados y reprobados, a aquellos filósofos que pudieron conocer a Dios y no quisieron
hacerlo; a estos tales, Dios los entregó a las concupiscencias de sus
corazones, es decir, a toda inmundicia, quedando, por despreciar la bondad de la
gracia, llenos sus corazones de maldad y reprobación. En el Evangelio, aquel
que no ganó con el talento recibido, fue condenado: este talento significa el
auxilio divino y los santos pensamientos y porque no ganó nada con este auxilio
divino, poniéndolo por obra, fue severamente castigado[4]. No seamos necios; no
despreciemos la gracia y seremos todavía más bendecidos por la Trinidad.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 375.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem,
375.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem, 376.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 376.
No hay comentarios:
Publicar un comentario