Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por
la inauguración de la primera iglesia satánica en Sudáfrica. Puesto que en estas iglesias se adora falsamente a Satanás y puesto que el Único
que merece ser adorado es Dios Uno y Trino, se impone siempre, en estos casos,
la reparación y la adoración eucarística. Para mayor información, consultar el
siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Sin
la gracia, estamos literalmente perdidos, pues, como dice Jesucristo, “Sin Mí,
nada podéis hacer”. Es decir, sin la gracia de Jesucristo, nada, literalmente
nada bueno para la salvación, podemos hacer. Sin la gracia, estamos perdidos[1]; por esta razón, la gracia
posee una gran excelencia, pues por ella nos hacemos agradables a Dios, al
sernos quitada la indignidad del pecado que teníamos y al concedernos el don de
la gracia santificante que nos hace hijos de Dios, la cual no teníamos.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La
necesidad que tenemos de los auxilios de Dios es tanta, que sin ellos no
podemos poner en ejecución ni un propósito bueno, ni tampoco podemos hacer
ninguna obra meritoria para la eternidad. Todo auxilio y pensamiento con que en
efecto obramos bien para la eternidad, no es debido a nuestra naturaleza, sino
que es un favor singular que se le hace por la gracia y por esto se llaman
estos pensamientos “gracia”, porque no son debidos a nosotros[2]. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, que siempre elevemos cánticos de alabanza a Jesucristo, pues por Él
tenemos la gracia que nos hace merecedores del Cielo!
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Se
llama “gracia actual” para distinguirla de la “gracia habitual”, con la cual
somos gratos y amigos de Dios. De manera que, aunque de sólo poder obrar bien o
poder no obrar mal fuéramos capaces con aquel mínimo pensamiento con el que se
salvaría nuestra libertad, nunca sin embargo llegaríamos a obrar bien para la
eternidad, con méritos suficientes para el Reino de los cielos, porque sin la gracia
no podemos, de ninguna manera, obrar sobrenaturalmente[3]. Cuando obramos el bien
sobrenaturalmente, esto es, meritoriamente para el Cielo, eso se debe a la
gracia.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
De
esta manera, el poner por obra una obra buena y meritoria para la vida eterna,
no se puede hacer de modo alguno sin auxilio de Dios, que es su gracia. Con la
culpa de Adán, nuestra naturaleza quedó corrupta e inficionada por el pecado,
destituida de todo favor del Cielo, aborrecida de Dios, indigna de toda gracia;
y así, muerta también para obrar obra alguna meritoria para la eternidad. Por esta
razón, sin la gracia no podemos tener ni siquiera un pensamiento santo[4]. Nuestro Señor Jesucristo
lo enseñó claramente, diciendo (Jn 12): “Sin Mí, nada podéis hacer”,
esto es, sin la gracia de Jesucristo, estamos incapacitados para ejecutar obra
alguna buena para el Cielo.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
De
la misma manera dice San Pablo (2 Cor 3): “No somos suficientes para
pensar alguna cosa de nosotros como de nosotros, sino que nuestra suficiencia es
de Dios”. El Profeta Jeremías (10, 23) dice: “Conocí, Señor, que no está el
hombre en su camino, ni es del varón que ande y enderece sus pasos”. Por lo
cual define el Concilio Milevitano (c. 4, canon 9) que uno y otro es don de
Dios, el saber lo que debemos hacer y el querer hacerlo. El Concilio Arausicano
(can. 22) dice: “Nadie tiene de suyo sino mentira y pecado”. El obrar bien, o
el saber para obrar bien, es de Dios: beneficio divino es, del cual éramos
indignos y ahora son indignos cuantos están en pecado[5]. ¡Nuestra Señora de la
Eucaristía, que vivamos siempre en gracia, para que nuestras obras nos abran
las puertas del Cielo!
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Cantad a María, la Reina del Cielo”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg,
Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 367.
[2] Cfr. ibidem, 368.
[3] Cfr. ibidem, 368.
[4] Cfr. ibidem, 368.
[5] Cfr. ibidem, 369.
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