Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación
por el cruel asesinato de un joven cristiano en India. Para mayor información,
consultar el siguiente enlace:
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto inicial: “Cristianos venid, cristianos llegad”.
Inicio del rezo del Santo Rosario meditado. Primer
Misterio (a elección).
Meditación.
Los
ángeles nos respetan a nosotros, los hombres, por la gracia que recibimos de
Cristo Jesús; por lo tanto, si así nos respetan los ángeles, nosotros debemos,
por la misma causa, también respetarnos a nosotros mismos, no haciendo cosa
indigna de la misma gracia ni tampoco nada que desdiga a Nuestro Redentor, que
pagó nuestra gracia al precio altísimo de su Preciosísima Sangre. Consideremos
cuánto le debemos por lo que nos dio y por el modo en que nos dio -su
sacrificio en Cruz- y por haberlo dado a nosotros. Jesús nos dio la gracia en
mayor grado y con más beneficios que la gracia dada a los ángeles. Por esta
causa solamente, aunque no hubiera otros títulos, nos habíamos de dar por más
obligados a Dios que los más abrasados serafines[1].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Pregunta
Santo Tomás: “¿Cuál debe ser más agradecido a Dios por la gracia que recibe el
inocente o el pecador penitente?”. Y responde que, no mirándose la cantidad del
beneficio, sino el ser más beneficio; esto, es, dado más graciosamente, debe el
penitente ser más agradecido, porque se le da más de gracia lo que se le da,
pues siendo digno de pena se le hace beneficio. Y así, aunque el bien que se
hiciese al inocente fuese, absolutamente considerado, mayor, con todo eso, el
bien que se hace al pecador penitente es mayor en comparación de su persona;
como también el beneficio menor que se hace al pobre es para él mayor que para
el rico uno grande[2].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Debemos
estar agradecidos enormemente a Dios por la gracia que recibimos de Cristo
Jesús que, para dárnosla, sufrió muerte y muerte de Cruz. Además, Jesús nos dio
la gracia siendo nosotros pecadores, estando mendigos y necesitados y siendo en
consecuencia deudores del castigo eterno[3]. En vez de castigo, Dios
nos da su gracia y su misericordia a través del sacrificio en Cruz de su Hijo
Jesucristo, sacrificio renovada incruenta y sacramentalmente en cada Santa
Misa. Seamos por lo tanto nosotros misericordiosos con nuestro prójimo, en
señal de agradecimiento a Dios por tantos beneficios recibidos en su Hijo
Cristo Jesús.
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
A
esto se agrega que no sólo debemos a Dios más que las jerarquías del Cielo por
el modo de dar, sino también por lo que nos dio, porque nos dio gracia más
privilegiada y estimable por los méritos de Jesucristo. Y así, por la mayor
estimación y dignidad del beneficio y mayor indignidad de aquellos a quienes se
hace, debemos servir, adorar y amar a Dios y a Jesucristo su Hijo más que los
coros de los ángeles. Ponga uno la mano en el pecho y mire cómo responde a esta
obligación: si debiendo más que los ángeles, ofende a Dios como los demonios, o
si debiendo ser más agradecido que los serafines, está tan olvidado de Dios
como las bestias irracionales[4].
Silencio para meditar.
Padrenuestro, diez Ave Marías, Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirman
algunos autores que la gracia quita la indignidad que tienen los pecadores de
recibir los auxilios divinos e inspiraciones del Espíritu Santo[5]. Es decir, la gracia con
la que somos agradables a Dios es tan grande excelencia, que sin ella estamos
perdidos y, literalmente, “nada podemos hacer”, puesto que solo con la gracia
de Cristo recibimos los auxilios divinos para pensar santamente y obrar
virtuosamente[6].
Por todo esto, ofrezcamos siempre sacrificios y acciones de gracias a Dios,
postrándonos ante el Santísimo Sacramento del altar.
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina
Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 365.
[2] Cfr. ibidem, 365.
[3] Cfr. ibidem, 366.
[4] Cfr. ibidem, 366.
[5] Cfr. ibidem, 367.
[6] Cfr. ibidem, 367.
No hay comentarios:
Publicar un comentario