lunes, 30 de diciembre de 2019

Hora Santa en reparación por decapitación de imágenes de la Virgen y el Niño en Briatico, Italia 271219



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la decapitación de las imágenes de la Virgen y el Niño Jesús ocurrida en la localidad de Briatico, en Italia. Para mayores detalles acerca de este lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:


Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (Misterios a elección).

Meditación.

          Si tuviéramos alguna duda acerca del valor de la Comunión espiritual, vale la pena traer a la memoria este episodio de Santa Catalina de Siena: Jesús mismo declaró a Santa Catalina de Siena en una visión lo preciosa que es la Comunión espiritual[1]. La santa temía que la Comunión espiritual no tuviera ningún valor respecto de la Comunión sacramental, pero entonces Jesús se le apareció con dos cálices en la mano y le dijo: “En este cáliz de oro pongo tus Comuniones sacramentales; en este cáliz de plata pongo tus comuniones espirituales. Las dos me son igualmente agradables.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Segundo Misterio.

Meditación.

Son los santos y sus experiencias los que nos dicen cuán valiosa es la Comunión espiritual a los ojos de Dios[2]. A Santa Margarita María de Alacquoque, quien frecuentemente lanzaba jaculatorias de amor a Nuestro Señor en el sagrario, manifestándole el deseo de recibirlo espiritualmente, una vez le dijo Jesús: “Me es tan querido el deseo de un alma de recibirme, que me precipito hacia ella cada vez que me llama con sus deseos”.

Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Tercer Misterio.  

Meditación.

          Los santos amaban la Comunión espiritual. Ésta satisface, al menos en parte, el anhelo ardiente de ser siempre “uno” con quien se ama[3]. Jesús mismo lo ha expresado en el Evangelio: “Permaneced en Mí y Yo permaneceré en vosotros” (Jn 15, 4) y la Comunión espiritual es un medio excelente para permanecer unidos espiritualmente y en el Amor del Espíritu Santo a Jesús Eucaristía, cuando por alguna razón no podemos hacerlo espiritualmente.

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Cuarto Misterio. 

Meditación.

          La Comunión espiritual es un gran medio, utilizado por los santos, para calmar el anhelo de amor del alma con Jesús y en esto nos son de gran utilidad las experiencias de los santos. En el Salmo 41, 2, se dice así: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti, mi Dios”. Esto se aplica para el alma que desea unirse espiritualmente a Jesús Eucaristía. Santa Catalina de Génova decía: “Oh, Esposo mío amado, deseo tanto la alegría de estar contigo que me parece que si estuviera muerta resucitaría para recibirte en la Comunión”. Y Santa Ángela de la Cruz experimentaba de una manera tan aguda el deseo de vivir siempre unida a Jesús Eucaristía, que tuvo que decir: “Si el confesor no me hubiera enseñado a hacer la Comunión espiritual, no habría podido vivir”[4].

          Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.

Quinto Misterio.

Meditación.

Para Santa María Francisca de las Cinco Llagas, la Comunión espiritual era igualmente el único alivio para el dolor agudo que sentía al estar recluida en casa, lejos de su Amor, Jesús Eucaristía en el sagrario, especialmente cuando no se le concedía hacer la Comunión sacramental. Entonces subía a la terraza de la casa y mirando a la Iglesia suspiraba entre lágrimas: “Dichosos los que hoy te han recibido en el Sacramento, Jesús. Afortunados los muros de la Iglesia que guardan a mi Jesús. Felices los sacerdotes que están siempre cerca de Jesús amabilísimo”[5]. Y solamente se aliviaba su dolor con la Comunión espiritual. Esto nos debe llevar a preguntarnos: cuando comulgamos sacramentalmente, ¿expresamos nuestro amor a Jesús, como lo hacían los santos? Y cuando no podemos comulgar sacramentalmente, ¿experimentamos el deseo de recibir a Jesús espiritualmente, tal como lo hacían los santos?

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.



[1] Cfr. Stefano María Manelli, Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios de Autores Escogidos, Madrid 2006, 89.
[2] Cfr. Manelli, ibidem, 90.
[3] Cfr. Manelli, ibidem, 90.
[4] Cfr. Manelli, ibidem, 90.
[5] Cfr. Manelli, ibidem, 90.

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