Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y
el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por la
decapitación de las imágenes de la Virgen y el Niño Jesús ocurrida en la
localidad de Briatico, en Italia. Para mayores detalles acerca de este
lamentable hecho, consultar el siguiente enlace:
Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio
(Misterios a elección).
Meditación.
Si tuviéramos
alguna duda acerca del valor de la Comunión espiritual, vale la pena traer a la
memoria este episodio de Santa Catalina de Siena: Jesús mismo declaró a Santa
Catalina de Siena en una visión lo preciosa que es la Comunión espiritual[1]. La
santa temía que la Comunión espiritual no tuviera ningún valor respecto de la
Comunión sacramental, pero entonces Jesús se le apareció con dos cálices en la
mano y le dijo: “En este cáliz de oro pongo tus Comuniones sacramentales; en
este cáliz de plata pongo tus comuniones espirituales. Las dos me son
igualmente agradables.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo Misterio.
Meditación.
Son los santos y sus experiencias los que nos dicen
cuán valiosa es la Comunión espiritual a los ojos de Dios[2]. A
Santa Margarita María de Alacquoque, quien frecuentemente lanzaba jaculatorias
de amor a Nuestro Señor en el sagrario, manifestándole el deseo de recibirlo
espiritualmente, una vez le dijo Jesús: “Me es tan querido el deseo de un alma
de recibirme, que me precipito hacia ella cada vez que me llama con sus deseos”.
Un Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación.
Los santos
amaban la Comunión espiritual. Ésta satisface, al menos en parte, el anhelo
ardiente de ser siempre “uno” con quien se ama[3].
Jesús mismo lo ha expresado en el Evangelio: “Permaneced en Mí y Yo permaneceré
en vosotros” (Jn 15, 4) y la Comunión
espiritual es un medio excelente para permanecer unidos espiritualmente y en el
Amor del Espíritu Santo a Jesús Eucaristía, cuando por alguna razón no podemos
hacerlo espiritualmente.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación.
La Comunión
espiritual es un gran medio, utilizado por los santos, para calmar el anhelo de
amor del alma con Jesús y en esto nos son de gran utilidad las experiencias de
los santos. En el Salmo 41, 2, se
dice así: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti,
mi Dios”. Esto se aplica para el alma que desea unirse espiritualmente a Jesús
Eucaristía. Santa Catalina de Génova decía: “Oh, Esposo mío amado, deseo tanto
la alegría de estar contigo que me parece que si estuviera muerta resucitaría
para recibirte en la Comunión”. Y Santa Ángela de la Cruz experimentaba de una
manera tan aguda el deseo de vivir siempre unida a Jesús Eucaristía, que tuvo
que decir: “Si el confesor no me hubiera enseñado a hacer la Comunión
espiritual, no habría podido vivir”[4].
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto Misterio.
Meditación.
Para Santa María Francisca de las Cinco Llagas, la
Comunión espiritual era igualmente el único alivio para el dolor agudo que
sentía al estar recluida en casa, lejos de su Amor, Jesús Eucaristía en el
sagrario, especialmente cuando no se le concedía hacer la Comunión sacramental.
Entonces subía a la terraza de la casa y mirando a la Iglesia suspiraba entre
lágrimas: “Dichosos los que hoy te han recibido en el Sacramento, Jesús.
Afortunados los muros de la Iglesia que guardan a mi Jesús. Felices los
sacerdotes que están siempre cerca de Jesús amabilísimo”[5]. Y
solamente se aliviaba su dolor con la Comunión espiritual. Esto nos debe llevar
a preguntarnos: cuando comulgamos sacramentalmente, ¿expresamos nuestro amor a
Jesús, como lo hacían los santos? Y cuando no podemos comulgar
sacramentalmente, ¿experimentamos el deseo de recibir a Jesús espiritualmente,
tal como lo hacían los santos?
Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del
Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.
Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Stefano María Manelli,
Jesús, Amor Eucarístico, Testimonios
de Autores Escogidos, Madrid 2006, 89.
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