Inicio: ofrecemos esta Hora Santa en
reparación y desagravio por el homenaje público rendido a Satanás por un “poeta”
en Italia. La reparación y el desagravio públicos son necesarios por cuanto
toda alabanza al Demonio implica, necesariamente, una ofensa a Dios Uno y Trino
y su Mesías, Cristo Jesús. La información relativa a tan lamentable hecho se
encuentra en el siguiente enlace:
Canto
inicial: “Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar”.
Oración inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario. Primer Misterio (misterios a elección).
Meditación
Los bienes que la gracia concede al alma son
inconmensurables y cuando se los considera uno por uno, pareciera que uno es
superior al otro en majestad y grandeza, aunque en realidad todos lo son por
igual[1]. Baste
considerar el hecho de que por la gracia el alma deja de vivir una vida
puramente natural, para vivir una vida sobrenatural, la vida misma de Dios Uno
y Trino y que es de esta vida divina participada, de donde le vienen todos los
demás dones y bienes al alma.
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio.
Meditación
Es admirable lo que la gracia hace, y esto está declarado
por el Apóstol, quien dice que: “quien se llega a Dios por la gracia se hace un
espíritu con Él”[2].
En verdad, no hay grandeza ni majestuosidad más deseables para el corazón
humano que llegar a ser uno con Dios y esto lo logra por la gracia. también
para Dios parece no haber otro deseo mayor que el hombre sea uno con Él y esto
lo declara Jesús en el Evangelio: “(…) Que sean una cosa, como nosotros somos
una cosa. Yo estoy en ellos y Tú en Mí, para que sean consumados y perfectos en
ser una misma cosa”[3].
Y también: “Como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti, para que ellos sean en
nosotros una misma cosa”.
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio.
Meditación
De las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, de querer Él
que los hombres sean con Dios Padre una sola cosa, así como Él con el Padre lo
es, se deduce la inmensa dignación que ha tenido para con nosotros[4],
sus indignos discípulos. No puede el hombre ni siquiera imaginar el valor que tiene
el ser una cosa con Dios y estar con Dios y Dios estar con nosotros. Esto
implica para el alma ser partícipe de la gloria de Dios, no de cualquier
manera, sino como la gloria que el Padre eterno le dio en su seno, desde toda
la eternidad. ¿Puede acaso un hombre desear algo más grande que esto?
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio.
Meditación
El Hijo de Dios, para que el hombre pudiera ser partícipe de
la gloria de Dios, padeció la muerte y la Pasión para así alcanzar a los
hombres la gracia, con la cual y por medio de la cual nos da también su
Espíritu, esto es, “su divinidad con la Persona del Espíritu Santo, para que
habite, como realmente habita, en los justos, con lo cual somos una cosa con
Dios y con todos los santos del cielo y de la tierra y con las jerarquías de
todos los espíritus celestiales”[5].
Silencio para meditar.
Un
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio.
Meditación
Esta unión con Dios se causa por razón de la misma
naturaleza de la gracia, que por ser de su esencia participación de la
naturaleza divina y expresa y viva imagen de Dios, une al alma con el mismo
Dios, haciéndola divina y endiosándola[6]. También
se causa esta unión con Dios de manera que se hace el que está en gracia “un
espíritu” con Dios por razón de la persona misma del Espíritu Santo, que se
infunde en el alma[7].
Y no hay nada más grandioso e inefable para un alma, que poseer en sí, por la
gracia, al Espíritu de Dios, el Amor de Dios, el Espíritu Santo.
Un
Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria pidiendo por la salud e intenciones de
los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canción
de despedida: “Un día al cielo iré y la
contemplaré”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, Sevilla s. d., 217.
[2] 1 Cor. 6.
[3] Jn 17.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 218.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 219.
[6] Cfr. Nieremberg, ibidem, 219.
[7] Cfr. Nieremberg, ibidem, 219.
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