miércoles, 1 de mayo de 2019

Hora Santa en reparación por ataque a iglesia católica y asesinato de fieles en Burkina Faso 290419



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación y desagravio por el ataque a una iglesia en Burkina Faso, de la Diócesis de Dori, durante el rezo del Via Crucis, en el que murieron cuatro fieles. Además de esta agresión a una iglesia católica, fue atacada también en el mismo lugar una iglesia protestante, que dejó como saldo a cinco fieles cristianos muertos. La crónica del lamentable suceso se encuentra en la siguiente dirección electrónica:


Canto inicial: “Tantum ergo, sacramentum”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).

Primer Misterio del Santo Rosario. 

Meditación.

         Cuando se dice que la gracia da vida al alma, es necesario recordar que la vida que da la gracia no es una vida natural humana, es decir, no se trata de algo así como una prolongación de la vida natural: la vida que da la gracia es una vida verdaderamente sobrenatural, porque es la vida de Dios Uno y Trino[1]. Por la gracia, el alma adquiere una nueva vida, que es verdaderamente nueva porque no se trata de ninguna vida creatural, sino de la vida misma de Dios. La gracia levanta y eleva al alma a un estado de vida común sólo con Dios, es decir, se trata de una vida superior infinitamente a la vida de las creaturas, comprendidos los ángeles. Si el alma por sí misma es una cosa excelente, por cuanto es imagen y semejanza de Dios, lo es mucho más cuando adquiere la gracia, porque además de ser semejanza de Dios, pasa a ser Dios por participación y no hay nada que pueda ser más grande que esta condición.

         Silencio para meditar.  

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         Si el alma da vida al cuerpo, por la gracia, es el Espíritu Santo el que se convierte en “alma del alma”, porque el alma pasa a vivir con la vida misma de Dios, la vida divina. Lo que hace el alma con el cuerpo, esto es, vivificarlo, es lo que hace Dios con el alma, vivificarla con su propia vida, por medio de la gracia y esa es la razón por la cual algunos llaman a la gracia “alma del alma”[2]. Ahora bien, en sentido inverso, también se mantiene la analogía: si cuando el alma se separa del cuerpo, este queda sin vida, porque se convierte en un cadáver, así el alma que, por el pecado, pierde la gracia, se convierte en un cadáver espiritual. De esto tenían gran conciencia los santos, quienes preferían perder la vida terrena antes que perder la vida de la gracia.

         Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Santo Tomás[3] dice que el cuerpo recibe del alma el primer ser y la vida, pero que el alma tiene el segundo ser y la vida de Dios mismo, por lo que la vida de Dios actúa en el alma como “alma del alma”. Es decir, si el cuerpo recibe del alma su principio vital y es por el alma que tiene vida, el alma recibe de Dios la infusión de vida divina, por medio de la gracia, siendo la gracia el principio de vida sobrenatural del alma. Por la gracia, es el mismo Espíritu de Dios el que le da vida sobrenatural al alma y a esto a lo que se refiere Nuestro Señor cuando dice: “Es el Espíritu el que vivifica”, esto es, el Espíritu Santo y su divinidad. Es esto lo que Nuestro Señor quiere significar cuando dice: “Así como me envió mi Padre, que vive y Yo vivo por mi Padre, así también quien me comiere vivirá por Mí”. Es decir: “Así como Yo recibí la vida de mi Padre, que me envió, así también el que, por comer mi cuerpo, recibe gracia, recibirá de Mí la vida; porque la vida que recibí de mi Padre la traspasaré en aquellos que me comen, para que con una misma vida el Padre y Yo y ellos vivan”[4].

Silencio para meditar.

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Nuestro Señor Jesucristo recibió del Padre la vida de la divinidad y esto desde la eternidad, pues siendo Él el Verbo de Dios, la recibió por generación eterna y la recibió también como hombre, por la unión hipostática, es decir, por la unión del Verbo con la humanidad de Jesús de Nazareth en el seno virgen de María Santísima. Ahora bien, es esta misma vida divina la que Él nos transfunde con la gracia, por lo cual se puede decir, con toda razón –y con admiración- que el hombre vive con el Espíritu de Dios.

 Silencio para meditar. 

Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

         La gracia es tan admirable, que así como Cristo, el Hijo de Dios, vive por el Padre, así el que está en gracia vive por Cristo. No hay, por lo tanto, mayor excelencia que la gracia, por la cual el alma vive con la vida misma de Dios Trino. Es por esto que San Pablo dice: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” y también: “Vivo yo, pero no yo, sino Cristo quien vive en mí”. Se puede afirmar, como lo dicen algunos autores[5], que la vida natural es muerte, cuando se la compara con la excelencia absoluta que es vivir, por la gracia, con la vida divina del Espíritu de Cristo.

         Un Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.



[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio y estima de la Divina Gracia, Apostolado Mariano, s. d., 143.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem, 143.
[3] Opusc. De dilect. Dei, cap. 20.
[4] Cfr. Nieremberg, ibidem, 144.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem, 144.

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