Inicio: ofrecemos esta Hora
Santa y el Santo Rosario meditado en reparación por el ataque vandálico sufrido
por dos iglesias en Ávila, España, el 11/02/19. Los muros de las iglesias
aparecieron escritos con consignas anti-católicas como “La iglesia que ilumina
es la que arde” o “Ni Dios ni Cristo, creo en Evaristo”. Nos sumamos al pedido
de reparación elevado desde la diócesis afectada. La información sobre tan lamentable
hecho se puede encontrar en el siguiente enlace:
Canto inicial: “Oh
Buen Jesús, yo creo firmemente”.
Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo.
Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”
(tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Primer misterio
(misterios a elección).
Meditación.
Muchos hombres, deseosos de ser virtuosos, se esfuerzan por
conseguir, por la ascesis y la lucha interior, numerosas virtudes. La gracia,
con el hecho de hacernos partícipes de la naturaleza divina, nos hace ser
partícipes de las innumerables virtudes y perfecciones del Ser divino
trinitario[1]. Una
de esas perfecciones que nos comunica la gracia, es la de ser hijos adoptivos
de Dios. En este sentido se expresa la Escritura cuando dice: “Que Dios nos
sacó del poderío de las tinieblas y nos transfirió al Reino del Hijo de su Amor”
(Col 1). Por estas palabras entiende
el magisterio –el Concilio Tridentino- que se habla de la justificación, por la
cual somos transferidos del pecado a la gracia y al estado de hijos adoptivos
de Dios. Y en San Mateo se dice: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia”;
esto es, “buscad primero su santa gracia santificante, viviendo justamente
conforme a lo que la gracia inclina”. Y todo lo demás se dará por añadidura.
Un
Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Podemos decir que un sinónimo de gracia es Reino de Dios,
por la misma razón que es sinónimo de gloria; y esto, por la eminencia y
plenitud del Ser total y perfectísimo divino con el que la gracia comunica a
quien la posee[2].
Y todavía más que el Reino de Dios, porque quien posee la gracia, posee por participación, a Aquel que es el Rey del Reino de Dios y eso
es infinitamente más grandioso que poseer sólo el Reino de los cielos. ¿Qué
sería el Reino de los cielos, sino desolación, sino resplandeciera en él el Rey
de los cielos, Cristo Jesús, el Cordero de Dios? Pues bien, quien se encuentra
en estado de gracia, posee algo de valor incalculable; algo que vale infinitos
cielos y es al Rey de reyes y Señor de señores, Cristo Jesús. Por esto mismo,
quien se postra ante Jesús Eucaristía, se postra ante el Rey de ángeles y
santos en el cielo, porque el Cristo que se encuentra en la Eucaristía es el
mismo y único Cristo ante el cual se postran, en adoración y éxtasis de amor,
los ángeles y santos en el cielo.
Un
Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
El
Reino de Dios se llama no solo Reino, sino Reino de Dios y así se llama a la gracia por extensión, como hemos visto,
pues quien la posee es levantado inefablemente por encima de todo lo creado,
por encima de toda la naturaleza –incluida la angélica- y es colocado en un
estado real equiparándose con el mismo Dios y, al igual que Dios, que reina
sobre lo temporal y natural, así el alma en gracia, al tener un ser tan
glorioso y pleno, que se puede decir que es
todo ser y sobre todo ser que hay
o es posible en la naturaleza[3]. Quien
se encuentra en estado de gracia recibe la participación en la gloria y
majestad de Dios, que lo hace reinar por encima de toda naturaleza creada,
incluida la angélica: se hace Dios por participación. De ahí que no haya nada
más grandioso para el alma que la gracia santificante; de ahí que no haya nada
que la enriquezca más que la gracia, aun cuando materialmente el alma no posea
prácticamente bienes.
Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Afirma un autor[4]
que, en las Escrituras, a la gracia se le da también el nombre de “semilla de
Dios”. La razón es que, así como la simiente es participación en el fruto y de
todo cuanto de virtud tiene el fruto, incluido el árbol que lleva tal fruto,
así la gracia, de la misma manera, es participación de Dios y contiene, de la
manera en que puede hacerlo una cosa que es creada, todo lo que tiene Dios y
puesto que Dios es Ser perfectísimo y Acto de Ser puro y perfecto y contiene
toda la plenitud de perfecciones, así también lo participa la gracia. Es decir,
por la gracia, el alma participa –en la medida en que puede hacerlo, por cuanto
es limitada y creada- de las infinitas perfecciones majestuosas de Dios. Por esta
razón es que los santos realizan obras admirables, que superan indeciblemente
las fuerzas humanas, porque participan del Ser Perfectísimo de Dios Uno y Trino
por la gracia.
Un
Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.
Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
También
la gracia, afirman algunos autores, es llamada “vida eterna”[5],
porque quien la posee, posee por participación el Ser trinitario divino del
cual brota, como de una fuente inagotable, la Vida Increada, siendo este Ser
trinitario la Causa Primera de toda vida creada. Puesto que Dios es la Vida Increada
en sí misma –vida que es, por lo tanto, infinita y eterna-, quien posee la
gracia posee esta vida, la Vida divina, que no es la vida humana que poseemos
por naturaleza. La vida humana natural es temporal, limitada y perecedera: la
Vida eterna es, por definición, imperecedera, ilimitada, eterna y es de esta
Vida divina de la cual el alma se hace partícipe y receptora por medio de la
gracia. Por eso dice San Pablo: “La gracia de Dios es vida eterna”, porque así
como la falta de gracia se llama muerte –del alma-, porque destruye a uno y lo
deja sin ser, así la gracia, porque da por participación todo ser y el Ser
divino, se llama vida eterna. ¡Nuestra Señora
de la Eucaristía, haz que apreciemos el don de la gracia por encima de
cualquier otro don y que estemos dispuestos a perder la vida antes que perder
la gracia!
Oración
final: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo
os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del
mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los
cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su
Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la
conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.
[1] Cfr. Juan Eusebio Nieremberg, Aprecio
y estima de la Divina Gracia, Apostalado Mariano de Sevilla, s. d. 62.
[2] Cfr. Nieremberg, ibidem.
[3] Cfr. Nieremberg, ibidem.
[4] Cfr. Nieremberg, o. c.
[5] Cfr. Nieremberg, ibidem.
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