viernes, 9 de noviembre de 2018

Hora Santa en reparación por los que practican la brujería 081118



Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el Santo Rosario meditado en reparación por las ofensas contra Nuestro Señor Jesucristo y su Madre, la Santísima Virgen María, por parte de quienes practican la brujería. La práctica de la brujería no es inocua: es esencialmente maligna y comprende, desde el inicio hasta el final, ofensas, sacrilegios y blasfemias contra el Dios Verdadero, contra la Madre de Dios y contra los santos y ángeles de Dios.

Canto inicial: “Cantemos al Amor de los amores”.

Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Inicio del rezo del Santo Rosario (misterios a elección). Primer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

En el Evangelio se narra un episodio en el cual Jesús se dirige a ellos para revelarles su misterio pascual de muerte y resurrección, es decir, su Pasión, su Muerte y su Resurrección de los muertos. Jesús les está revelando los asombrosos planes de redención que Dios Trino habrá de ejecutar en los días de la Pasión, planes que implican el sufrimiento indecible de Jesús, su derramamiento de sangre, su humillación, su muerte en cruz y finalmente su resurrección. Pero el Evangelio también describe la respuesta de los discípulos ante la Revelación divina: “Los discípulos no comprendían” (cfr. Mc 9, 30-37). Es decir, Jesús les está diciendo que Él habrá de sufrir la muerte en cruz, por amor, para librar a la humanidad de las tinieblas de la muerte, del pecado y de la ignorancia y de las tinieblas vivientes que son los ángeles caídos, pero los discípulos “no comprendían” lo que Jesús les estaba diciendo. Y no comprendían porque tenían sus corazones cerrados a la gracia de Dios y abiertos al mundo. No comprendían porque escuchaban y analizaban las palabras de Jesús con su sola razón humana, sin dar lugar a la luz de la gracia, que habría iluminado las tinieblas de sus entendimientos. Sin embargo, no solo son los discípulos quienes “no comprenden” el misterio pascual de muerte y resurrección de Jesús. También nosotros nos sumergimos en las tinieblas de la incomprensión del misterio del cristianismo, toda vez que cerramos nuestro corazón a la gracia, toda vez que vemos los misterios de la vida de Jesús con la sola luz de nuestra razón humana. Los discípulos no comprendían el misterio de la Pasión; muchos cristianos no comprenden el misterio de la Eucaristía, memorial de la Pasión. ¡Virgen Santísima, Madre de la Sabiduría encarnada, no permitas que nuestras mentes y corazones permanezcan en la oscuridad de la razón humana y abre nuestros entendimientos, con la gracia de Jesús, al misterio pascual redentor!

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Segundo Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

“Los discípulos no comprendían”, ¿cuáles serían sus pensamientos? Si no entendían lo que Jesús les decía, ¿en qué estarían pensando? Con toda probabilidad, creerían en Jesús, sí, pero al modo de un caudillo terreno, que habría de liberar a Israel con una liberación mundana, terrena. Jesús era para ellos, en ese momento, que no tenían la luz del Espíritu Santo, un mero caudillo que los liberaría del poder opresor del imperio romano. Con toda seguridad, instauraría su reino en Israel, pero ese reino no sería diferente de los otros reinos de la tierra. En ese momento, sin la luz del Espíritu Santo, los discípulos razonan con las tinieblas de sus mentes y sólo piensan en Jesús como en un caudillo terreno, no en el Redentor de la humanidad, que habría de liberar, al precio de su Sangre derramada, a toda la humanidad, de las tinieblas del error, de la mentira, del pecado y de la muerte. No pensaban en Jesús como el Salvador, sino como un mesías solamente humano. La misma incomprensión de los discípulos, continúa en la Iglesia y sobre todo en nuestros días, ya que muchos cristianos “no comprenden” en qué consiste el misterio pascual de Jesús de muerte y resurrección; “no comprenden” el misterio eucarístico y no comprenden que esta vida es sólo “una mala noche en una mala posada” y así, en vez de elevar la mirada al Reino de los cielos prometido por Jesús, se enfrascan en los asuntos terrenales, olvidándose de la vida eterna comunicada por Jesús en cada Eucaristía.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Tercer Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Los discípulos “no comprenden” porque sus mentes están oscurecidas, cerradas a la luz de la gracia y así quedan limitados a los estrechos confines de la razón humana, la cual no posee la capacidad, por sí misma, de contemplar el misterio trinitario. Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad, se ha encarnado para salvar al mundo, ofreciéndose a sí mismo como Víctima inmolada, Purísima y Santísima, en el ara de la cruz. Es esto lo que Jesús les transmite a sus discípulos pero ellos, encerrados en sus razonamientos y sin la luz de la gracia, no pueden trascender y no pueden comprender que Jesús no es un mesías humano que libera humanamente de cadenas terrenales, sino que es el Mesías Dios, que ha venido para romper definitivamente las cadenas espirituales del pecado, de la muerte y del mal, que tienen prisionera a la humanidad desde Adán y Eva. Muchos cristianos, al igual que los discípulos, cuando contemplan la Eucaristía, la ven sólo con los ojos humanos y con la sola luz de la razón humana y así son incapaces de contemplar la Presencia real, verdadera y substancial del Hijo de Dios encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, intercede por nosotros para que seamos capaces de contemplar el luminoso misterio sobrenatural de la Presencia de tu Hijo Jesús en la Eucaristía!

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Cuarto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

“Los discípulos no comprendían”, dice el evangelio y Jesús en Persona, en otro pasaje, se queja de que sus mentes están oscurecidas. Les sucede lo que a los discípulos de Emaús, tampoco comprendían, porque eran hombres “necios y torpes”  para comprender y creer: “sus ojos no eran capaces de reconocerlo” (Lc 24, 13-25). Sus mentes no alcanzan, por sí mismas y sin la ayuda de la gracia, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; no pueden ni siquiera vislumbrar que Jesús es la Lámpara de la Jerusalén celestial. Porque no tienen la luz del Espíritu Santo, no pueden ver ni comprender el misterio pascual que está delante de sus ojos y la razón es que Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad, encarnada en el seno virgen de María Santísima. Lo mismo sucede con el misterio eucarístico y con muchos cristianos en nuestros días: no pueden comprender ni ver en la Eucaristía al Cordero de la Nueva Alianza, Jesús, que sella con su Sangre derramada en la cruz y en el cáliz eucarístico, la Alianza Nueva y Eterna. Y no pueden ver este misterio, porque no tienen la luz de la gracia y porque sin la gracia, el misterio eucarístico es inaccesible para la mente creada, sea hombre o ángel. Postrados ante Jesús Eucaristía y por intermedio de Nuestra Señora de la Eucaristía, suplicamos la gracia de no dejarnos nunca llevar por el racionalismo, que obnubila la mente y la cierra a la gracia, que es la única que puede hacernos comprender y amar el misterio de Jesús Eucaristía.

Un Padre Nuestro, diez Ave Marías, un Gloria.

Quinto Misterio del Santo Rosario.

Meditación.

Los discípulos “no comprenden” que Jesús es el Redentor y que Él está por cumplir su misterio pascual de muerte y resurrección, que al precio de su Sangre limpiará los pecados de los hombres y les concederá la gracia santificante que los adoptará como hijos de Dios. Al no comprender que Jesús está por dar su vida para librarlos del pecado y conducirlos al Reino de Dios, los discípulos se quedan con sus expectativas meramente terrenas; creen que Jesús es un mesías terreno, que salva sólo con una salvación terrena y temporal. La sola luz de la razón humana es completamente insuficiente para contemplar el misterio de Cristo y por lo tanto el misterio eucarístico, ya que la Eucaristía es el Hijo de Dios que prolonga su Encarnación en la Hostia consagrada y la razón de esta incapacidad es que el misterio de Jesucristo brota, no de la imaginación humana, sino del seno mismo de la Trinidad. Sólo la luz de la gracia puede hacer comprender lo que Jesús les dice a sus discípulos, lo que les dice a los discípulos de Emaús y lo que la Iglesia nos dice acerca del misterio eucarístico: que Jesús es el Cordero degollado que en la cruz y en el altar eucarístico dona su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, para la salvación de toda la humanidad. ¡Nuestra Señora de la Eucaristía, intercede para que seamos capaces de comprender y amar el misterio de Jesús, la Pascua definitiva y eterna que Dios Trino nos dona, en la cruz y en el banquete eucarístico!

Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Canto final: “Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles”.


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