Imágenes que demuestran la profanación ocurrida en la Basílica San Pablo Extramuros en Roma.
Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario
meditado en reparación por la profanación sufrida por la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma: en ocasión de un encuentro con cientos de monaguillos, la Basílica -en donde descansan los restos del Apóstol- fue
alumbrada como si fuera una discoteca y se pasó música del género “tecno”. La información
relativa al triste suceso se encuentra en el siguiente sitio:
Al mismo tiempo que ofrecemos reparación y desagravio por
esta profanación, pedimos perdón y reparamos por nuestros propios pecados,
además de pedir por la conversión propia, de nuestros seres queridos y de todo
el mundo.
Canto
inicial: “Cristianos, venid, cristianos,
llegad, a adorar a Cristo que está en el altar”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario (misterios a elección).
Primer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
En el tiempo de Pasión y en
su himno de Vísperas de la Fiesta de la Santa Cruz la Iglesia canta así: “Resplandece
el misterio de la Cruz” – Fulget Crucis
mysterium[1].
La Cruz es un misterio, un misterio sobrenatural, que viene del seno mismo de
Dios Trino y por ese motivo es imposible de ser comprendida cuando se la
contempla con la sola luz de la razón natural. Muchos, incluidos los cristianos
en primer lugar, no entienden la Cruz por esta razón, porque la contemplan con
la sola luz de la razón humana. Vista así, la Santa Cruz es incomprensible,
porque se la ve como un lugar de tortura, de muerte, de ignominia, de
humillación, de dolor insoportable. Vista así, la Cruz no resplandece y es por
esto que muchos hombres, entre ellos muchos cristianos, no comprenden la Cruz,
no ven el resplandor divino que emana de ella y no comprenden lo que la Iglesia
canta: “Resplandece el misterio de la Cruz”.
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Cruz resplandece, no por
sí misma, sino porque en ella, el que cuelga, es Dios omnipotente, el Dios que
es la “Lámpara de la Jerusalén celestial” (cfr. Ap 21, 23) y que con la luz que brota de su Acto de Ser divino
trinitario, ilumina a los ángeles y santos en el cielo. En la Cruz resplandece
la gloria de Dios, Cristo Jesús, el Hombre-Dios y es esto lo que la Iglesia
contempla, a la luz de la fe y es lo que quiere expresar cuando dice: “Resplandece
el misterio de la Cruz”. La Cruz resplandece porque es un misterio, porque el
Hombre que cuelga de ella es un misterio, puesto que no se trata de un hombre
más entre tantos; no se trata de un hombre santo, ni siquiera el más santo de
los santos: es el Hombre-Dios, en quien resplandece la santidad, porque Él es
la Santidad Increada, fuente de toda santidad. Por Él, por Jesucristo, es santo
todo lo que es santo, y nada fuera de Él es santo ni puede ser santo, porque Él
es la Santidad de Dios en Persona. Es por esta razón que la Iglesia canta: “Resplandece
el misterio de la Cruz”.
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Santa Cruz resplandece y
con el esplendor de su gloria ilumina, en el cielo, a la Jerusalén celestial,
llenando de gozo y dicha sobrenaturales a los bienaventurados espíritus, los ángeles
y santos que tienen la dicha de contemplar al Cordero por la eternidad. Pero en
la tierra también resplandece la Santa Cruz y con su luz santa y gloriosa
ilumina las tinieblas de nuestros corazones[2],
llenándonos de la paz, del amor, de la alegría y del gozo de Dios. Por esta
razón, no es indiferente contemplar o no contemplar la Cruz: quien no la
contempla o la contempla a la sola luz de la razón humana, permanece en
tinieblas; quien la contempla a la luz de la fe, en el esplendor de su misterio
sobrenatural, queda envuelto por su luz gloriosa.
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
De la Cruz emana la luz
gloriosa del Cordero, pero también emana su fuerza, que es la fuerza de Dios
omnipotente. Aunque en la Cruz Jesús da la apariencia de un hombre derrotado,
acompañado solo por su Madre, puesto que lo han abandonado sus más fieles
discípulos y amigos y muere rodeado de sus enemigos, en realidad, en la Cruz,
resplandece la fuerza de Dios, la fuerza omnipotente con la cual vence a los
tres grandes enemigos de la humanidad: el Demonio, el Pecado y la Muerte. Los tres
enemigos son vencidos en el instante mismo en el que la Cruz es clavada en el
pozo excavado en la cima del Monte Calvario, porque el que es elevado en la
Cruz es Dios omnipotente. Al ser elevada la Cruz, el Demonio es vencido y
humillado y enviado al Infierno eterno; al ser elevada la Cruz, la Muerte es
derrotada porque el Cordero la vence con su propia muerte, dándonos de su vida,
que es la Vida eterna; al ser elevada la Cruz, el Pecado es quitado de las
almas de los hombres, porque el Cordero lava, con su Sangre Preciosísima, los
pecados de todos los hombres, los pecados que Él había cargado sobre sus
espaldas y ahora, con el correr de su Sangre sobre Él, quedan borrados para siempre.
En la Cruz resplandece el misterio del triunfo de Dios Trino sobre los tres
grandes enemigos del hombre: el Demonio, la Muerte y el Pecado.
Un
Padrenuestro, Diez Ave Marías, Un Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
La Cruz es un misterio
sobrenatural absoluto, que solo puede ser aprehendido y contemplado a la luz de
la fe. De otra manera, no se entiende cómo un hombre, que aparece derrotado,
vencido por sus enemigos humanos –los judíos y los romanos-, abandonado por sus
amigos, despreciado por los que recibieron milagros de Él, los habitantes de
Jerusalén, y acompañado solo por su Madre, que aparece, al lado de la Cruz, tan
frágil como Él, pueda emitir una fuerza de vida tan poderosa, capaz no solo de
derrotar a los tres grandes enemigos del hombre –el Demonio, el Pecado y la
Muerte-, sino también capaz de dar, al hombre redimido, al hombre al que le han
sido quitados sus pecados, una fuerza de vida que supera a la fuerza de vida
puramente creatural, porque es una fuerza de vida divina. Esto es así porque el
que el pende de la Cruz no es un hombre más, sino el Hombre-Dios, que comunica
de su vida divina a quien, con el corazón contrito y humillado, se acerca a la
Cruz y, de rodillas, besa sus pies y su Sangre bendita y pide perdón por sus
pecados. Es entonces cuando la Cruz muestra toda la fuerza mística que de ella
brota, toda la virtus sobrenatural[3]
que, emanando del Acto de Ser divino trinitario del Hombre-Dios, desciende con
la Sangre que mana de sus heridas, cubriendo el corazón del hombre arrepentido
por su deicidio. Porque el hombre se ve regenerado con una fuerza de vida divina
que emana de la Cruz y le es comunicada por la Sangre del Cordero, es que decimos
que la Cruz es un misterio sobrenatural absoluto, que resplandece ante los ojos
de los bienaventurados en el cielo y ante los ojos de los hombres pecadores en
la tierra.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El Trece de Mayo en Cova de Iría”.
[1] Cfr. Odo Casel, Misterio de
la Cruz, Ediciones Guadarrama, Madrid2 1964, 43.
[2] Cfr. Casel, ibidem.
[3] Cfr. Casel, ibidem.
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