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ofrecemos esta Hora
Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en reparación por una blasfemia[1]
cometida contra el Sagrado Corazón de Jesús en Alemania el pasado 040518. La información
relativa al lamentable suceso se puede encontrar en este sitio:
Canto inicial: “Alabado sea el
Santísimo Sacramento del altar”.
Oración
inicial: “Dios
mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen,
ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Enunciación
del Primer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).
Meditación
Dice
así el Sagrado Corazón a Santa Brígida[2]:
“Yo soy como el escultor, que de la arcilla hace una hermosa imagen, para dorarla
con lucimiento. Después de algún tiempo, examinando el escultor la imagen, la vio
húmeda y como desfigurada con el agua; perdida todo su hermosura, la boca había
quedado como la de un perro, las orejas colgando, arrancados los ojos, y
hundidas las mejillas y la frente. Entonces dijo el artista: No eres digna de
que te cubra con mi oro, Y tomándola, la destrozó, e hizo otra digna de ser
cubierta con él”. Jesús describe el acto
creador por el cual Él, en concurso con el Padre y el Espíritu Santo, crean y
dan vida al hombre. Pero la acción del pecado original, figurada en el agua que
deforma la imagen de arcilla, deforma a tal punto la imagen de Dios en el alma,
que se torna irreconocible, por lo que Dios, el Divino Escultor, decide romper
la antigua –borrar el pecado con su Sangre- y realizar una nueva obra –el
hombre nuevo nacido por la gracia santificante que brota de su Corazón
traspasado y se nos comunica por los sacramentos-. Continúa Jesús: “(…) El
amor del placer y de la codicia han afeado al hombre de tal manera, que es
indigno de mi oro; porque la boca, que fue creada para mi alabanza, no habla
más que de lo que le agrada y es perjudicial al prójimo; sus oídos no oyen sino
cosas de la tierra; sus ojos no ven sino lo deleitable; de su frente ha
desaparecido la humildad, y se halla erguida con la soberbia”. Jesús había hecho una estatua de barro –la humanidad-
para recubrirla con el oro de la divinidad, pero el hombre se hizo indigno de
la divinidad, porque con la perversión de sus sentidos dio cabida a todo tipo
de pecado, deformando irremediablemente la imagen divina en él impresa por el
Creador. Por ese motivo los malos cristianos, en el Día del Juicio, serán
sustituidos por los paganos: “Escogeré para mí los paganos menospreciados, pero
a vosotros en el Día del Juicio os diré: Se os darán tantos tormentos, cuanto
fue vuestro amor en querer el placer más que a vuestro Dios”. En el Día del Juicio, los cristianos que
menospreciaron la gracia brotada del Corazón traspasado del Salvador y
decidieron vivir según la concupiscencia de la carne y del espíritu, recibirán
su pago, la eterna condenación, mientras que serán llamados al Reino los
paganos, aquellos que no habían recibido la Buena Noticia pero que, apenas
enterados de esta, la abrazan con todas sus fuerzas de las que son capaces.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Segundo Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).
Meditación
A
los Siervos del Divino Amor el Sagrado Corazón les dice así: “Recuerda, Yo soy
tu Dios, tu Señor, tu Salvador, tu Maestro, tu Hermano, tu Amigo (…) conozco
tus miserias, la aflicción y la tribulación de tu alma, la debilidad y la
enfermedad de tu cuerpo, lo mismo la vileza de tus pecados, a pesar de todo Yo
te digo dame tu corazón, ámame como eres, si te esperas a ser ángel para
abandonarte al amor, no me amarás jamás”. El
Sagrado Corazón conoce nuestras miserias, nuestros pecados, nuestras
debilidades, pero no quiere que esperemos a ser santos para que lo amemos, porque
así no lo amaremos nunca. Él quiere que lo amemos “como somos”, para que Él
pueda obrar en nosotros la transformación de nuestros pobres corazones en una
imitación viviente del suyo. “Aunque seas débil en la práctica del deber y
de la virtud, no te permito que no me ames, “ámame como eres”. En todo
instante, en cualquier situación en que te encuentres, en el fervor o en la
tibieza, en la fidelidad o en la infidelidad, “ámame como tú eres”, quiero el
amor pobre de tu corazón, si esperas a ser perfecto no me amarás jamás (…) Hijo
mío (…) quiero con el tiempo transformarte pero por ahora te quiero como eres y
deseo que tú hagas lo mismo. Quiero ver surgir del fondo de tu miseria el amor.
Amo de ti, hasta tu debilidad; amo tu amor pobre y miserable; quiero que salga
de lo más profundo de tu ser, un grito continuo: Jesús te amo. Quiero
únicamente el canto de amor de tu corazón”. Jesús
quiere de nosotros solo nuestro amor: pobre, limitado, egoísta, lleno de
miserias, superficial, pero lo quiere así como es, para que Él infunda en
nuestros corazones el fuego del Espíritu Santo, que habrá de quemar en él todo
lo que no le pertenece a Dios. “No necesito tu ciencia o tu talento, una
sola cosa importa, es el verte vivir amando (…) Quiero que pienses en Mí cada
hora del día y de la noche. Quiero que tú hagas, aún la acción más
insignificante, sólo por amor. Cuento contigo para que me ames y me des gloria.
Cuando tengas que sufrir Yo te daré fortaleza. Dame tu amor y te enseñaré a
amar, más allá de lo que nunca has soñado, pero recuerda, ámame como eres. Te
he dado a mi Madre, deja todo en su Corazón Purísimo, pase lo que pase”. El Sagrado Corazón mendiga nuestro mísero
amor, como un mendigo pide un mendrugo de pan; quiere que lo amemos con nuestro
pobre amor porque Él, por medio de su Madre Santísima, cambiará nuestro corazón
de piedra en un corazón de carne, inhabitado por el Espíritu Santo, a imagen y
semejanza de los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Tercer Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).
Meditación
En una de sus apariciones, el Sagrado
Corazón se queja ante Santa Gemma no por los ateos o los mundanos, que no lo
conocen y por lo tanto no saben de Él y de su Presencia real en la Eucaristía:
se queja por los cristianos, porque se olvidan de Él y lo dejan solo en su
Prisión de Amor, el sagrario. Se queja de los cristianos, porque no dedican ni
un pensamiento a su sacrificio en cruz hecho solo por amor hacia nosotros. Y no
solo se queja, sino que le manifiesta su tristeza, causada por la indiferencia
de los cristianos que, o lo dejan solo en el sagrario, o si se reúnen,
convierten la Santa Misa en un “teatro de diversiones”. Pero se queja el
Sagrado Corazón ante todo por las comuniones de los cristianos hechas, la
mayoría de las veces, de modo indiferente y por lo tanto sacrílegas. Jesús le dice así a Santa Gemma Galgani,
refiriéndose a estas comuniones –en donde recibimos al Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús- de los cristianos: “Nadie se cuida ya de
Mi amor; Mi corazón está olvidado, como si nada hubiese hecho por su amor, como
si nada hubiera padecido por ellos, como si de todos fuera desconocido. Mi
corazón está siempre triste. Solo Me hallo casi siempre en las iglesias, y si
muchos se reúnen, lo hacen con motivos bien distintos de los que Yo quisiera; y
así tengo que sufrir viendo a mi Iglesia convertida en teatro de diversiones;
veo que muchos, con semblante hipócrita, me traicionan con comuniones sacrílegas”.
No seamos nosotros los que provoquemos la
tristeza y la queja de Jesús, no lo dejemos solo en la Prisión de Amor y al
recibirlo, hagamos un profundo acto de amor y de adoración interior, que
preceda a la comunión de rodillas, como signo externo de adoración.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Cuarto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).
Meditación
Santa Margarita María de Alcquoque
relata así la segunda gran revelación del Sagrado Corazón:
“El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el
sol y transparente como el cristal, con
la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas
producidas por nuestros pecados y una cruz en la parte superior... ...la cual
significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir,
desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en Él la cruz, quedando
lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle
las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada
Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión”. El Sagrado Corazón se muestra envuelto en
las llamas del Divino Amor, con su herida producida por la lanza y de la cual
brotó la Sangre y el Agua que lavan nuestros pecados y santifican nuestras
almas. La cruz significa que Jesús no sufrió solo en la Pasión, sino que
comenzó a sufrir místicamente desde el momento mismo de la Encarnación. Por último,
la corona de espinas, son nuestros pecados, actuales y habituales, que se
materializan y oprimen al Sagrado Corazón, desgarrándolo a cada latido. Luego continúa
Santa Margarita: “Me hizo ver (…) que el ardiente deseo que tenía de ser
amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los
precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de
manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de
misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene”. Es decir, en la devoción al Sagrado Corazón
están contenidas todas las gracias necesarias para evitar la eterna condenación
en el Infierno, por lo que esta devoción, lejos de ser una devoción
sentimentalista y afectiva, es recia y viril, ya que no solo evita la caída en
el Infierno, sino que conduce al alma, por el Amor que inhabita en el Sagrado
Corazón, a algo que es infinitamente más hermoso que todos los cielos hermosos,
el seno del Eterno Padre.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Enunciación
del Quinto Misterio del Santo Rosario (misterios a elección).
Meditación
El
Padre Pío de Pietrelcina era un ferviente devoto del Sagrado Corazón y le
rezaba todos los días, pidiendo tres intenciones y basado en las promesas de
Jesús en el Nuevo Testamento. La primera intención se basaba en estas palabras
de Jesús: “En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y encontrarán,
llamen y se les abrirá”. Pidamos al Sagrado Corazón la gracia de la conversión perfecta
del corazón y la perseverancia final en la santa fe católica y en las obras de
misericordia y pidamos esta gracia para nosotros y nuestros seres queridos y
todo el mundo. La segunda petición se basaba en estas palabras de Jesús: “En
verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra pero mis palabras jamás pasarán”;
por lo tanto, confiando en la infalibilidad de sus santas palabras, pidamos la
paz del corazón para todos los que se han encomendado a nuestras oraciones. La tercera
petición se basa en las siguientes palabras de Jesús: “En verdad les digo, todo
lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, se les concederá”. Fiados en su preciosa
palabra, pidamos la gracia de ser colocados a las puertas del Infierno, para
que nadie más entre ahí, y también pidamos la gracia de participar de su
Pasión, recibiendo su Corona de espinas, bebiendo del Cáliz de sus amarguras y
sintiendo sus mismas penas, además del amor y las lágrimas de la Inmaculada
Virgen María, para amar a Jesús con el amor de la Virgen y para llorar con Ella
por nuestros pecados.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y
te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
[1] El hecho se ve agravado por
cuanto el “autor” de la imagen blasfema del Sagrado Corazón es nada menos que
un neo-obispo, P. Hermann Glettler de Graz, obispo de Innsbruck. La “obra de
arte” consistió en cubrir la imagen del Sagrado Corazón de Jesús con setenta y
dos (72) luces de colores. La “explicación” de la “obra” es la siguiente: “Corpo
e sessualità Settantadue luci sono fissate con filo attorno alla statua del
Sacro Cuore in quello che sembra essere un interrogatorio della scultura.
Ciascuna delle lampade è puntata verso la figura e la luce fa sì che delle
partic specifiche del corpo si illuminino”. Dott.Hermann Glettler, Wounded
Light, 2014 Votivkirche, Vienna, Austria, 2014.
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