Imagen de Nuestra Señora de los Dolores,
ultrajada por los insultos en ocasión de una
procesión en Pamplona, España,
a inicios del mes de marzo de 2016.
Inicio:
ofrecemos esta Hora Santa y el rezo del
Santo Rosario meditado en reparación por los insultos sufridos por la Virgen, ocurridos en Pamplona a inicios del mes de marzo de 2016. La noticia
acerca de este nuevo ultraje a la Madre de Dios, que salía en procesión por las
calles de Pamplona bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, puede
consultarse en el siguiente sitio electrónico: http://www.infovaticana.com/2016/03/14/insultan-a-la-virgen-en-pamplona-durante-una-procesion/;
Por medio de la Hora Santa y el Rosario meditado, queremos ofrecer reparación
al Inmaculado Corazón de María, al tiempo que pedimos por nuestra conversión y
la de nuestros prójimos, los que la ofendieron con sus insultos.
Canto
inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido
perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres
veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y
os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los
ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente
ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario (misterios a elección). Primer Misterio del Santo
Rosario.
Meditación.
Oh Virgen Santísima, Madre Inmaculada, Nuestra Señora de los
Dolores, que estás de pie, al lado de la cruz, llorando por la agonía y muerte
de tu amadísimo Hijo Jesús; es aquí, en la cima del Monte Calvario, en donde la
profecía del anciano Simeón –“una espada de dolor te atravesará el corazón” (Lc 2, 35)- alcanza su más doloroso
cumplimiento, porque ver a tu Hijo agonizar y morir en medio de los más
terribles dolores que jamás nadie pueda siquiera imaginar, tritura de angustia,
pena y dolor a tu Inmaculado Corazón, y así crees desfallecer por la inmensidad
del dolor que te invade, y de hecho habrías muerto ya hace tiempo, agobiada por
el dolor, si no te sostuvieran el Divino Amor y la misma fortaleza de Dios
Padre. De rodillas ante tu Hijo que muere por mí en la cruz, beso sus pies
heridos y sangrantes, y te pido que intercedas, Madre Mía, para que por la
Sangre de ellos derramada y por el dolor sufrido en sus pies clavados al
madero, nunca dirija mis pies por el camino del pecado, sino que mis pasos se
encaminen siempre hacia el Calvario. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, en la cima
del Monte Calvario derramas amargas lágrimas de dolor por la muerte del Hijo de
tu Amor. Son nuestros pecados -los pecados de todos los hombres de todos los
tiempos-, los que han llevado a la cruz al Dios del infinito y eterno Amor. Son
los pecados de toda la humanidad: los pecados de pensamiento, las palabras
obscenas, los sentimientos lascivos, las concupiscencias, las maldades de toda
clase, los que crucifican al Hijo de tu Corazón y lo atenazan con duros clavos
de hierro. Son los pecados de impureza, de lujuria, pero también los pecados de
soberbia, de vanagloria, de vanidad, de envidia, de ira, de pereza, de gula,
los que flagelan, coronan de espinas y finalmente clavan a tu Hijo al madero, haciéndolo
morir con dolorosísima agonía. Y Tú, al compartir espiritual y místicamente los
dolores físicos y espirituales de tu Hijo, te sientes morir en vida, porque la
agonía de Jesús es tu agonía, sus dolores son tus dolores, su muerte es tu
muerte, porque Él es la Vida de tu alma purísima y si muere Jesús, muere la
Vida de tu alma dejándote sin vida y así tú sientes que mueres de dolor, aun
estando viva. Oh María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, por la
dolorosísima agonía de Jesús y por los acerbos dolores de tu Inmaculado
Corazón, intercede ante Jesús para que nuestros corazones, oscuros, fríos,
endurecidos por el desamor y el pecado, “fuente y origen de toda clase de cosas
malas” (Mt 15, 19), sean convertidos,
por la gracia santificante que brota con la Sangre del Corazón traspasado de
Jesús, en copias vivas de tu Inmaculado Corazón y del Corazón de Jesús; te
suplicamos, oh Madre de Dios, que intercedas para que, por la gracia
santificante, nuestros corazones sean cándidos, puros, inocentes, cristalinos
como el agua, diáfanos como la luz del día, transparentes y puros como el agua
de un límpido manantial. Danos, oh Madre amantísima, la virtud del candor, que
concede pureza e inocencia a los corazones, para que no solo jamás alberguemos
sentimientos y pensamientos malos, sino para que nuestros sentimientos y
pensamientos sean los de tu Corazón Purísimo y los del Sagrado Corazón de
Jesús. Madre de la Divina Gracia, Medianera de todas las gracias, intercede
ante tu Hijo Jesús para que, acudiendo a los Ríos de la Gracia del Sacramento
de la Penitencia, penetren en nuestros corazones los manantiales de agua
purísima que brotan del Corazón traspasado de Jesús, manantiales de gracia que limpien
toda impureza y suciedad del pecado y los conviertan en luminosas imágenes
vivientes de tu Corazón y el de tu Hijo. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh María Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que
sufres el Viernes Santo por tu Hijo que muere en la cruz, pero sufres también
por los hombres, a quienes adoptaste como hijos por pedido de Jesús; intercede
para que la epidemia del pecado mortal, que azota al mundo entero y que da
muerte al alma apartándola de la comunión de vida y de amor con Dios,
sumergiéndola en las más densas tinieblas y encaminándola hacia el Abismo de la
eterna perdición, desaparezca del corazón de los hombres por la Sangre del
Cordero “como degollado” (Ap 5, 6). Atrae
hacia el Calvario, Nuestra Señora de los Dolores, con el dulce amor de tu
Inmaculado Corazón, a todos los hombres, para que participen de la muerte en
cruz de Jesús del Viernes Santo, única forma de morir al hombre viejo, el
hombre que sucumbe a las tentaciones del demonio y a las seducciones del mundo,
huyendo de la Santa Cruz, para deleitarse con los placeres terrenos. Oh María,
Nuestra Señora de los Dolores, haz que los hombres, atraídos por la fuerza del
Amor del Corazón traspasado de Jesús, sean capaces de apreciar los Sacramentos,
fuentes de Gracias y que los aprecien como momentos de gracia salvífica y no
como falsamente los interpreta el mundo, como meros símbolos vacíos, carentes
de significación para la salvación. Oh María Santísima, Nuestra Señora de los
Dolores, puesto que tu Hijo Jesús nos redime a través de su Pasión, Muerte en
cruz y Resurrección y cuya gracia salvífica nos llega por los Sacramentos: intercede
que por los cruentos dolores que sufrió en el Calvario el Viernes Santo, los
hombres reciban la luz del Espíritu Santo, luz celestial que ilumine sus mentes
y corazones, a fin de que puedan distinguir lo Divino y Sagrado de la Iglesia,
sobre todo los Sacramentos, y entre estos, aquellos más habituales, la Sagrada
Eucaristía y la Penitencia: hoy son decenas de miles quienes piensan que los
sacramentos son meras convenciones sociales y culturales, y es así como privan
a los niños del Bautismo, de la Comunión y de la Confirmación, y ellos mismos
se privan, guiados por este oscuro pensamiento, del Santísimo Sacramento del
Altar, la Divina Eucaristía. Madre de Dios, ruega a tu Hijo Jesús para que
envíe el Espíritu Santo sobre el mundo entero, sobre todas las almas, para que todos
sean capaces de contemplar, con la luz de la gracia, la inefable luz celestial que
irradia Jesús desde la Eucaristía y su Amor misericordioso que se derrama sobre
las almas por el Sacramento de la Penitencia.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh Virgen Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que
sientes tu Inmaculado Corazón aplastado y estrujado por el dolor de ver a tu
Hijo agonizar y morir, desangrado y en medio de dolores inenarrables, sobre el
ara santa de la cruz; por los dolores que experimentó el Sagrado Corazón y por
la Sangre que derramó por nuestra salvación, tú que lograste que tu Hijo
realizara el primer milagro público en Caná de Galilea, ruega por nosotros,
para que bañados en la Sangre que brota a raudales de su Corazón traspasado,
convirtamos nuestros duros y fríos corazones, cerrados al Amor de Dios, en corazones
inhabitados por el Divino Amor en donde Dios Trino sea amado, bendecido y
adorardo. Que nuestros corazones, que sin la gracia de Dios están volcados hacia
las cosas bajas de la tierra -tal como hace el girasol durante la noche-, por
la gracia de la cual tú eres, oh Madre nuestra del cielo, su Celestial
Mediadora, sean capaces de despegarse de las cosas del mundo y, también como
hace el girasol al amanecer, que ya ante la presencia de la Estrella de la
Aurora comienza a erguirse para centrarse en el sol y seguirlo en su recorrido
por el firmamento, también nuestros pobres corazones, ante tu presencia,
Estrella de la Mañana que anuncias el Nuevo Día -el día de la gracia, el día de
los hijos de la luz, el día de los hijos de Dios-, desapegados de las falsas y
vanas atracciones mundanas, se eleven hacia la Eucaristía, Sol de justicia que
ilumina las almas con la Luz eterna del Ser divino. Y así, apartados de todo lo
mundano, nuestros corazones se conviertan a tu Hijo Presente en la Eucaristía,
para que reciban la radiante luz celestial que da la Vida eterna y vivifica con
la vida misma de Dios Trino a quien ilumina.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías y Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Oh Madre Santísima, Nuestra Señora de los Dolores, que viertes
amargas lágrimas al pie de la cruz porque a causa de nuestros pecados, muere de
dolorosa muerte tu Hijo Jesús. Oh Madre nuestra, que en el Calvario ves
cumplida, con creces, la profecía que te hiciera Simeón: “Una espada de dolor
te atravesará el Corazón” (Lc 2,
33-35); te suplicamos, Madre Amantísima, que intercedas ante tu Hijo para que
despertemos del letargo espiritual y así iniciemos, con la gracia del Espíritu
Santo, la conversión del corazón por medio de una contrición perfecta y comencemos
a vivir la vida de los hijos de Dios, la vida de la gracia, vida que anticipa
la vida de la gloria en el Reino de los cielos. Pero solo seremos capaces de
convertirnos si la Sangre Preciosísima de tu Hijo cae sobre nuestras almas,
sobre nuestros corazones; sólo si somos bañados por la Sangre y el Agua que
brotaron del Corazón traspasado de Jesús (cfr. Jn 19, 34), nuestros corazones serán lavados y purificados de su
malicia y quedarán inmaculados, límpidos, traslúcidos, más blancos que la
nieve, porque solo su Sangre “quita los pecados del mundo” (cfr. Jn 1, 29) y concede, al mismo tiempo, la
Vida misma de Dios, la vida de la gracia, la participación en la vida divina de
Dios Uno y Trino.
Meditación final.
Oh
María, Nuestra Señora de los Dolores, que lloras por la muerte de tu Hijo en la
cruz, pero lloras también por la muerte de tus hijos por nacer en el vientre
materno, víctimas del aborto, te pedimos especialmente por estos niños –y también
por sus madres-, para que por tu intercesión, sean llevados ante la Presencia
de Cordero, que derramó su Sangre por ellos, para que se alegren por su
contemplación y lo adoren por los siglos sin fin.
Un
Padre Nuestro, tres Ave Marías y Gloria, pidiendo por los santos Padres
Benedicto y Francisco, por las Almas del Purgatorio y para ganar las
indulgencias del Santo Rosario.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido.
Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado
Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “Plegaria a Nuestra Señora de los
Ángeles”.
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