Inicio: ofrecemos esta Hora Santa y el
rezo del Santo Rosario meditado, en reparación por los pecados propios y los
del mundo entero.
Canto
inicial: “Cristianos, venid, Cristianos
llegad, a adorar a Cristo que está en el altar”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te
adoro y te amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran,
ni te aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
Primer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús
Eucaristía, queremos reparar por nuestros pecados y los del mundo entero;
queremos reparar por el pecado, todo lo malo que surge del corazón humano como
parte del misterio de iniquidad; queremos reparar por el pecado y sobre todo
por el pecado mortal, que es al alma lo que la gangrena al cuerpo, porque quita
del alma la gracia santificante que le otorga la vida misma de Dios y la deja
sin vida, muerta a la vida de la gracia. Por el pecado mortal, el alma despide
un olor fétido, como un cadáver en descomposición y se vuelve oscura y
tenebrosa, alejada de Ti, Dios que eres la Vida, la Luz y el Amor en sí mismos.
El pecado en nuestros días se ve facilitado por la degradación moral y la
inversión generalizada de valores, que hacen creer erróneamente al hombre, que
es posible vivir sin Dios y sin su Ley, alejándolo así de la Fuente Inagotable
de Vida y Amor que es Dios Uno y Trino. En nuestros días se prefiere el pecado
antes que la virtud y la vida de la gracia que otorgan los sacramentos, los
cuales son tomados como meros símbolos, despreciándolos en su valor inapreciables
para la salvación de las almas. Queremos reparar, oh Buen Jesús, Dios Tres
veces Santo, por los pecados nuestros y los de los hombres de todo el mundo,
para aliviar, aunque sea mínimamente, el dolor que sientes al ver a tu santidad
y majestad divinas, ofendidas por tanta malicia que brota del corazón de los
hombres.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús Eucaristía, queremos reparar por los pecados contra la
Fe de la Iglesia, pecados que desvían a las almas del camino único y verdadero
para llegar al Padre, camino que eres Tú, Palabra de Dios custodiada y enseñada
por el Magisterio de la Iglesia. La mala interpretación de la Palabra de Dios
aparta a los fieles de la Doctrina verdadera, doctrina que es luz celestial, y
los sumerge en las tinieblas del error y de la confusión, tinieblas en donde no
se encuentra Dios, sino el Príncipe de la oscuridad, el Maestro del error y del
engaño. El pecado de incredulidad que conduce al agnosticismo y al ateísmo,
separa al alma de la comunión de vida y amor con las Tres Divinas Personas, la
aleja de la Presencia de la Trinidad, quedando el alma oscura y fría, así como
oscuros y fríos son los planetas más alejados del sol. Te suplicamos y te
imploramos, oh Buen Jesús, Verdad y Sabiduría del Padre, que les concedas un
rayo de tu luz, que les disipe las tinieblas del error en el que se encuentran
estas almas, alejadas de tu Iglesia por propia voluntad, para que retornen al
seno de la Iglesia, Custodia de la Palabra Revelada.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús Eucaristía, queremos reparar por los pecados contra la
pureza, un pecado propio de nuestro tiempo y que impide al alma resplandecer por
la gracia como un diamante iluminado por el sol; un pecado que se opone a la
castidad, virtud que convierte al alma en un lirio que despide un perfume
exquisito porque la asemeja a la pureza del Ser divino trinitario y la hace
partícipe del mismo candor celestial. Danos de tu Pureza celestial, a nosotros,
que somos impuros, y conviértenos en Ti, Lirio de los cielos, para que
exhalemos la exquisita fragancia del perfume celestial, tu Gracia Santificante
(cfr. 2 Cor 2, 15), oh Jesús, Dios
Tres veces Santo y Puro. Jesús, queremos reparar por los pecados de impureza,
que contaminan los corazones de los más pequeños, expuestos a una ola de
impureza como no se ha visto antes en la historia de la humanidad. La impureza
ofusca al alma, asaltándola con los impulsos de las pasiones sin control y la
cubre de sombras, apartándola de la amistad divina y conduciéndola en pos de
atracciones mundanas, bajas y terrenas. Jesús, te pedimos por todos los hombres
inmersos en este pecado, y sobre todo por los niños y los jóvenes, para que
conozcan, aprecien y amen la virtud de la pureza, virtud que los asemeja a Ti,
Cordero Inmaculado y Víctima Santa, y los hace semejantes también al Inmaculado
Corazón de María, Corazón Purísimo inhabitado por el Espíritu Santo.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús, queremos reparar por los pecados de violencia,
pecados que se oponen a la mansedumbre del corazón pedida por Ti en el
Evangelio, cuando dijiste: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”
(Mt 11, 29); pecado que quita a los
hombres la paz de Dios, la paz que Tú nos concedes desde la cruz, paz que nos
concediste al “derribar el muro de odio que separaba a los hombres”, con la
Sangre de tu cruz (cfr. Ef 2, 14);
pecado que reemplaza tu paz, la paz que Tú nos das, la verdadera y única paz
del corazón, para reemplazarla por la enemistad, el rencor y el odio hacia el
prójimo; pecado que ve en el prójimo alguien a quien destruir y no alguien a
quien amar hasta la muerte de cruz, como Tú nos has amado: “Ámense los unos a
los otros, como Yo los he amado” (Jn
13, 34). Jesús, devuelve la paz a los hombres, la verdadera y única paz
posible, la paz que Tú das, la paz que nos viene al alma al confiar en tu
infinita Misericordia.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
Jesús, queremos reparar por el pecado de soberbia, el pecado
por el que el hombre participa de la rebelión del ángel caído, que quiso
destronar a Dios de los cielos para entronizarse a sí mismo, lleva al alma a
colocarse como reina y señora de sí misma, desplazando a Dios y su Cordero,
Único Rey, Dueño y Señor de los corazones. La soberbia se apodera del alma como
consecuencia de escuchar la voz sibilina de la Serpiente Antigua, antes que
escuchar la dulce voz del Sagrado Corazón de Jesús; así, el hombre se hace
partícipe del pecado angélico y del pecado de los Primeros Padres, convirtiendo
su corazón en una piedra, dura y fría, impermeable al Amor Divino, que en
Cristo se vuelve ejemplo y fuente de amor y humildad; la soberbia es el peor de
los pecados y la raíz de todos los males del hombre, porque le hace creer que
no necesita de la salvación de Dios, ofrecida por el sacrificio en cruz de
Cristo Jesús y donada a través de la gracia sacramental; la soberbia hace creer
al hombre que él es su propio dios, condenándolo irremediablemente a la
perdición porque así rechaza a Cristo, muerto y resucitado, que en la cruz es
la única Puerta abierta al cielo; Jesús es la Puerta de las ovejas, Puerta que
conduce al Reino de los cielos y quien no se salve por Él, no se salvará. El
alma soberbia no quiere arrodillarse ante la cruz, no quiere confesar sus
pecados, no quiere recibir a Cristo en la comunión, no quiere entronizar a
Cristo en su corazón, y lo desplaza, para reemplazarlo por una imagen de sí
misma, una imagen arrogante y orgullosa que nada quiere saber de Dios y su
Reino. Jesús Eucaristía, queremos reparar por el pecado de soberbia, que lleva
al alma a despreciar la Voluntad de Dios, manifestada en los Mandamientos, para
reemplazarlos por sus propios mandamientos. Jesús, te pedimos, para nosotros y
para todo el mundo, un corazón manso y humilde como el tuyo, y un amor ardiente
por la Divina Voluntad, para que cumpliéndola con todo el amor del que seamos
capaces, nos asemejemos a Ti, que obedeciendo la Voluntad del Padre, te
anonadaste en la Encarnación y te humillaste en la Pasión para salvarnos.
Un
Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para ganar las indulgencias del Santo
Rosario, pidiendo también por la salud e intenciones de los Santos Padres
Benedicto y Francisco y por las benditas almas del Purgatorio.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amor. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco
el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Canto
final: “El trece de mayo en Cova de
Iría”.
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