Inicio: ofrecemos esta
Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor y reparación a la Preciosísima
Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
Canto
inicial: “Sagrado Corazón, Eterna Alianza”.
Oración
inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por
los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
Inicio
del rezo del Santo Rosario meditado (misterios a elección).
Primer Misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¡Oh
Jesús, llamado “Varón de dolores” (cfr. Is 53) por los sufrimientos y dolores inenarrables de todo tipo que padeciste
para salvarnos, te damos gracias y te bendecimos y adoramos tu Preciosísima
Sangre, la Sangre con la cual Tú nos salvaste y nos abriste las puertas del
cielo. Siendo Niño de pocos días de nacido, fuiste llevado por María Virgen y
por San José, para ser circuncidado, según las leyes del Pueblo Elegido; siendo
Niño de pocos días, ofreciste tus dolores y tu Sangre Preciosísima, que así
comenzaba a ser vertida, para salvarnos a los hombres extraviados por el
pecado. Por la Sangre derramada en tu primera infancia, te pedimos, oh Buen
Jesús, que perdones los pecados de los niños y los jóvenes, que no los dejes
cometer nunca un pecado mortal y les concedas la gracia de conservar sus
cuerpos como “templos del Espíritu Santo” (cfr. 1 Cor 6, 19), para que sus corazones, perfumados e iluminados por
la gracia, sean otros tantos altares en donde te adoren a Ti y solo a Ti, oh
Cordero de Dios, Cordero “como degollado” en la cruz, que con tu Sangre lavas y
quitas los pecados de nuestras almas.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Segundo
misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¡Oh Jesús, Buen Pastor, que por nosotros sufriste la Agonía
en el Huerto de Getsemaní, a tal punto, que sudaste Sangre, tu Preciosísima
Sangre, que así comenzaba a ser derramada en la Pasión para salvarnos de la
eterna condenación y llevarnos al cielo! Jesús, Tu Sagrado Corazón quedó
estrujado y triturado de dolor y de angustia mortal, al ver desfilar delante de
Ti la inmensidad de los pecados de todos los hombres; Tu Sagrado Corazón
desfalleció de angustia y de dolor, al ver la inmensidad de la malicia del
corazón humano, que no duda en engañar, estafar, esclavizar y matar a su
hermano, con el único propósito de dar rienda suelta a sus pasiones más bajas;
Jesús, en el Huerto de los Olivos, Tu Sagrado Corazón se vio oprimido por el
dolor, al ver desfilar delante de tu alma, los pecados en sus formas más
horribles, y al comprender que para muchos, tu sacrificio sería en vano, porque
rechazarían tu sacrificio en cruz, tu Sangre y tu Amor! ¡Oh Buen Jesús, Sumo
Pastor, Pastor Eterno, que sufriste también la amargura de verte abandonado por
tus discípulos quienes, llevados por el desamor y la indiferencia hacia tus
sufrimientos, te dejaron solo en la oración, porque el sueño de la tibieza
espiritual los invadió, anticipando y prefigurando a todos los cristianos que,
con el correr de los tiempos, te abandonarían en el sagrario, incapaces de
hacer siquiera un rato de adoración ante tu Presencia Eucarística! Jesús, que
sudaste tu Sangre Preciosísima en el Huerto de los Olivos, por nuestro amor y
por nuestra salvación, te suplicamos que nos concedas a todos la gracia de la
contrición del corazón, para que no sigamos ofendiéndote con nuestros pecados;
te suplicamos que nos concedas un ferviente y ardiente amor hacia Ti en tu
Presencia Eucarística, para que encuentres, en nuestros corazones, el consuelo
frente a tanto dolor por los pecados del mundo.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Tercer
misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¡Oh Jesús, Buen Pastor, Cordero “como degollado”, que fuiste
flagelado en todo el Cuerpo, para expiar los pecados de la carne; oh Jesús, que
sufriste una flagelación crudelísima, que arrancó jirones de tu piel e hizo
brotar tu Sangre Preciosísima de todo tu Sagrado Cuerpo, de manera tal que
quedaste revestido con un manto púrpura, tu propia Sangre, te suplicamos, por
tu Sangre derramada en la flagelación, que detengas los pasos de quienes,
enceguecidos por sus pasiones, denigran su condición humana a un estado
inferior al de las bestias, y concédeles, por intercesión de María Santísima,
la gracia de la conversión perfecta del corazón, de manera tal que,
arrepintiéndose a tiempo, dirijan sus pasos hacia el Calvario, para adorarte y
amarte y así salvar sus almas!
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Cuarto
misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¡Oh Jesús, Rey de cielos y tierra, que sufriste dolores lancinantes
en tu Sagrada Cabeza, a causa de la coronación de espinas, las cuales hicieron
brotar ríos de tu Sangre Preciosísima, que como un torrente bajaba desde tu
Cabeza, empapando tus cabellos, inundando tus ojos, tapando tus oídos, tu
nariz, tu boca, para continuar luego su trayecto hacia tu Sagrado Pecho! De esta
manera, con la corona de espinas, expiabas nuestros pecados de pensamiento;
expiabas los malos pensamientos de todo tipo, que surgiendo de nuestras mentes
entenebrecidas por el pecado, convierten nuestras mentes y corazones en nidos
de serpientes, prontas a destilar su veneno contra nuestro prójimo. Pero con la
Sangre que brotó de tu Sagrada Cabeza, coronada de espinas, y que luego
descendía por toda tu Santa Faz, nos concedías la gracia de tener tus mismos
pensamientos, santos y puros, los mismos que tienes coronado de espinas, y con
tu Sangre que inundaba tus ojos, tus oídos, tu nariz, tu boca, tus pómulos, nos
concedías la gracia de santificar nuestros sentidos, de manera tal que no sólo
estén cerrados a la concupiscencia, al pecado y al mal, sino que seamos capaces
de oír, ver, gustar, sentir, con tus mismos sentidos, santos y puros, y no con
los nuestros, contaminados por la concupiscencia y el pecado. Jesús, Cabeza de
la Iglesia, sangras en tu Cabeza por nuestra causa, porque las espinas de la
corona son la materialización de nuestros malos pensamientos, de todo tipo,
consentidos; concédenos, por esta misma Sangre Preciosísima, la gracia de no
solo no tener ningún pensamiento malo que pueda ofenderte en lo más mínimo,
sino que tengamos pensamientos santos y puros, como los tienes Tú coronado de
espinas; y por la Sangre que empapó tu Santa Faz y tus sentidos, haz que sólo
contemplemos tu Rostro y que nuestros sentidos, santificados por tu Sangre,
vean, oigan y gusten, sólo lo que sea de tu agrado, para mayor gloria de Dios y
salvación de las almas.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Quinto
misterio del Santo Rosario.
Meditación.
¡Oh Jesús, Buen Pastor, Pastor Sumo y Eterno, que nos guías
a nosotros, tu pequeño rebaño, con el cayado ensangrentado de la cruz! Desde la
cruz, desde tus heridas y desde tu Sagrado Corazón traspasado, cae tu
Preciosísima Sangre, como dulce y suave rocío que apacienta nuestras almas y
las llena de todo gozo y alegría. Si el Pueblo Elegido pedía que “tu Sangre
cayera sobre ellos”, pero no para honrarte, sino para rechazarte, nosotros también,
arrodillados ante tu cruz, con el corazón contrito y humillado, también pedimos
que tu Sangre “caiga sobre nosotros”, pero no para rechazarte, sino por el
contrario, para quedar bañados con tu Sangre, para que tu Sangre no solo nos
limpie de todo mal, sino que nos conceda tu santidad, la santidad de Dios Uno y
Trino; pedimos que tu Sangre Preciosísima caiga sobre nosotros, para que al
contacto con tu Sangre, que transporta al Espíritu Santo, nuestras almas ardan
en el Fuego del Divino Amor, así como la madera o el pasto seco, al contacto
con las llamas, se combustionan al instante, convirtiéndose en el mismo fuego,
y haz que esta Sangre tuya, que porta al Fuego del Amor Divino, nos convierta
en otras tantas zarzas ardientes, que ardan sin consumirse en el Amor de tu
Sagrado Corazón. Te lo pedimos por los Dolores y la intercesión de tu y nuestra
amantísima Madre, la Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores. Amén.
Silencio para meditar.
Padre Nuestro, Diez Ave Marías, Gloria.
Padre Nuestro, Tres Ave Marías y Gloria para finalizar el Santo Rosario,
para ganar las indulgencias y para pedir por la salud y las intenciones de los
Santos Padres Francisco y Benedicto.
Canto final: “Sagrado
Corazón, Eterna Alianza”.
Oración
final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón, por
los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón, y los del Inmaculado Corazón de
María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.
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