Inicio: ofrecemos
esta Hora Santa y el rezo del Santo Rosario meditado en honor y desagravio al Inmaculado
Corazón de María.
Canto inicial: “Al Corazón benigno de María”.
Oración inicial:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.
Inicio del rezo del Santo Rosario. Enunciación del Primer Misterio del
Santo Rosario (misterios a elección).
Meditación
María, tú fuiste concebida sin mancha de pecado original e
inhabitada por el Espíritu Santo, para alojar en tu seno virginal al Verbo de
Dios hecho Carne (cfr. Lc 1, 28); por
esta condición tuya de ser la Inmaculada Concepción y la Llena de gracia,
recibiste al Verbo del Padre, que es la Verdad de Dios, en tu Mente
Sapientísima, libre de errores y de dudas; por estar tu Corazón Inmaculado,
lleno del Amor del Espíritu Santo, lo recibiste con el mismo Amor con el que lo
ama el Padre en la eternidad, y por ser Virgen Inmaculada y Purísima, lo concebiste
en tu Cuerpo virginal Purísimo, sin intervención humana; te pedimos, Virgen y
Madre, haz que, por la gracia, a imitación tuya, recibamos al Verbo de Dios
Encarnado, Jesucristo Dios, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, con
una fe y una mente libres de errores, con un corazón lleno de amor por su
Presencia Eucarística y con un cuerpo casto y puro según nuestro estado de vida.
Amén.
Silencio para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.
Enunciación
del Segundo Misterio del Santo Rosario.
Meditación
María,
tú concebiste al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo y lo alojaste por
nueve meses, para darlo a luz virginalmente en el Portal de Belén como Pan de
Vida eterna y cuando lo diste a luz, el Portal se iluminó con el resplandor de
gloria eterna que emanaba del Ser divino del Niño de Belén (cfr. Lc 2, 1-14); te pedimos, Virgen
Santísima, que hagas que nuestros corazones, oscuros y fríos como el Portal de
Belén antes del Nacimiento del Niño Dios, den a luz y se alegren por el
Nacimiento del Niño Dios en ellos; haz que el Niño Dios nazca por la gracia en
nuestros corazones, para que nuestros corazones resplandezcan y se iluminen con
la luz de su gloria divina, así como el Portal de Belén se iluminó con la luz
de la gloria celestial la Noche de Navidad. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.
Enunciación
del Tercer Misterio del Santo Rosario.
Meditación
María,
cuando tú presentaste al Niño en el templo, el anciano Simeón profetizó que “una
espada de dolor atravesaría tu Corazón” (cfr. Lc 2, 35) y esa espada de dolor sería la Pasión y Muerte en cruz de
tu Hijo Jesús. ¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía, esa espada de dolor está
formada por mis pecados, porque mis pecados, nacidos de mi propia malicia, son
los que crucifican a tu Hijo en la cruz! Concédeme, Nuestra Señora de los
Dolores, la gracia de un corazón contrito y humillado, para que llore mis
pecados y prefiera morir antes que volver a ofender a Jesús con la malicia de
mi corazón. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.
Enunciación
del Cuarto Misterio del Santo Rosario.
Meditación
María,
cuando Jesús tenía doce años, subió contigo y con San José a Jerusalén, para
cumplir con el edicto del censo del emperador (cfr. Lc 2, 41-50). Luego del censo, Jesús permaneció en el templo,
respondiendo a las preguntas de los doctores de la Ley, quedándose en medio de
ellos, mientras tú y San José regresaban a Belén, pensando cada uno que el Niño
estaba con el otro. Al cabo de tres días de marcha, se dieron cuenta que el Niño
no estaba con ninguno de los dos, lo cual los llenó de gran angustia, al pensar
que habían perdido a Jesús, debiendo regresar a toda prisa a Jerusalén, en su
búsqueda. Finalmente, lo encontraron en el templo, en medio de los doctores de
la Ley, respondiendo a sus preguntas. También a nosotros nos sucede que, en el
peregrinar de la vida, perdemos de vista a Jesús, porque marchamos en dirección
contraria al lugar donde se encuentra Jesús: el templo, el sagrario, la
Eucaristía. Muchas veces, perdemos de vista a Jesús y pensamos que lo hemos
perdido y no nos damos cuenta que Jesús está en el templo, esperándonos, para
responder nuestras preguntas y para darnos su Amor. María, tú que encontraste a
tu Hijo al cabo de tres días, haz que lo encontremos allí donde se encuentra
Jesús: en el templo, en el sagrario, en la Eucaristía. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.
Enunciación
del Quinto Misterio del Santo Rosario.
Meditación
María,
tú acompañaste a tu Hijo a lo largo del Via
Crucis y estuviste con Él al pie de la cruz (cfr. Jn 19, 25-27), acompañándolo y dulcificando su dolorosísima agonía
de tres horas, con tu amorosa presencia maternal, permaneciendo de pie, al lado
de la cruz, desde que fue crucificado, hasta que murió. De esa manera,
ofreciste a Jesús al Eterno Padre, por la salvación del mundo, como Víctima
Pura y Santa; te pedimos, María Santísima, que también a nosotros, hijos tuyos
adoptivos, nos acompañes por el Camino del Calvario, el Camino de la Cruz, para
que muriendo al hombre viejo, junto a Jesús, podamos renacer al hombre nuevo, a
la vida de los hijos de Dios, la vida de la gracia, para ser ofrecidos por ti
al Padre, en Jesús y con Jesús, como víctimas en la Víctimas Pura y Santa,
Cristo Jesús, por la salvación de nuestros hermanos los hombres. Amén.
Silencio
para meditar.
Padre
Nuestro, Diez Ave Marías. Gloria.
Canto final: “Sagrado Corazón, eterna alianza”.
Oración final:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te
amo. Te pido perdón, por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, yo os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Amén”.
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